No vayas a casa

Capítulo 30: No te sueltes

 

Algo no estaba funcionando bien. En un principio creyó que se trataba del efecto inicial, pero luego de determinado tiempo, no estaba seguro, y comenzaba a preocuparse.

Por supuesto que se trataba de algo sorpresivo, y esperó tener ciertas complicaciones al respecto; el plan original consistía en disponer de un espacio, en que nadie los interrumpiera, esa misma noche en el cuarto quizá, y hacer el mismo cambio que unas horas antes realizó con Vicente ¡Lo que podría lograr a partir de ahí era inimaginable! Cuando entró en la casa, vio que la mujer estaba alterada, y le pareció lógico por el tiempo que Vicente llevaba ausente, pero a poco andar comprendió que algo no estaba bien. ¿Por qué lo miraba de esa manera, que había de diferente en ese cuerpo? No se trataba sólo de las heridas, había algo más, como un tono de alarma en sus ojos, algo que no lograba identificar.

Y entonces ocurrió lo inesperado, y ella reaccionó como un animal rabioso, lanzándose contra él para atacarlo, para dañarlo ¿Qué clase de persona se atrevía a hacer algo como eso? Ella no era así, había visto a través de los ojos de Vicente que aunque era de carácter fuerte, no sería capaz de intentar dañar a alguien Y sin embargo, lo atacó de forma directa, dominada por una fuerza muy superior y que lo sorprendió. En ese momento comprendió que los planes tendrían que cambiar, y que era imprescindible apropiarse del pequeño antes que ella lo arruinara todo. Pero era él quien estaba en control de sí mismo, quien sabía lo que en realidad estaba pasando, y además tenía la fuerza necesaria para adelantarse los hechos. Hizo todo lo posible por librarse de ella, pero la mujer tenía una fuerza y determinación implacable; ese era un tipo de fuerza que él no conocía, y que hizo que las cosas fueran cuesta arriba. Cuando descubrió que ella lo que en realidad intentaba era apartar al niño de él, supo que era necesario poner fin a todo eso, antes que alguien más se interpusiera; de un momento a otro vio el cuchillo; y supo que el arma con que había sido atacado serviría también para dar término a una situación que se estaba volviendo en su contra. Gritó, y luchó por quitar del brazo el objeto, presa por un instante de un miedo que no podía explicar, y que iba más allá de lo que pasaba simplemente en el brazo: había una señal que se transmitía desde allí hacia la cabeza sin que pudiera hacer algo al respecto. Luego, casi como de forma automática, se activó en él un nuevo sentimiento, algo que no había sentido jamás, pero que de alguna manera percibió en el propio Vicente cuando estuvo tan cerca de librarse de él. Se volvió todo de un color que no podía explicar, como si las cosas a su alrededor pasaran a segundo plano, y sólo pudo pensar en una cosa: que ella no podía llegar hasta el niño antes que él. Arrancó con furia el cuchillo del brazo, y sin tomar en cuenta el daño que pudiese hacerle esa herida, corrió tras ella, para disminuir la distancia; quería golpearla, quería hacerla sentir ese dolor y mucho más por atreverse a hacerle algo como eso, pero supo que si ella estaba dotada de esa energía tan desconocida, también sería un riesgo a tener en cuenta. Mientras subía las escaleras a toda velocidad, escuchó la voz del pequeño, y un instante después lo vio, pero no a tiempo para alcanzarlo antes que los brazos de esa mujer enloquecida ¡Pretendía quitárselo! Jamás iba a permitir eso, de forma que la golpeó y se lo arrebató, pero ella siguió luchando con él, lanzando golpes e interponiéndose, aunque solo hasta el momento en que pudo golpearla en la cara y quitarla del camino; estuvo tan cerca de lograrlo, faltó tan poco.

Y sin embargo, ambos fallaron.

Por una milésima de segundo, a lo largo de una distancia casi imposible de estimar, lo tuvo al alcance de sus dedos, pero la caída y los descontrolados movimientos de ella confabularon para que el arma escapara de sus manos.

Después, vino un sentimiento de horror.

No había tenido oportunidad de conocer el dolor físico en el cuerpo de Vicente, y sabía que el suyo en el pasado era una dimensión diferente; pero pudo experimentar con las heridas que había en manos y piernas, palpando y reconociendo qué era lo que se producía en su ser al sentir algo como eso. No era agradable, y en realidad resultaba bastante molesto, pero era parte de las muchas cosas que tenía que saber para utilizar ese cuerpo al máximo. El ataque con el cuchillo fue otra cosa, algo que sintió como una explosión desde el centro mismo de ese cuerpo, una oleada que se expandió por el brazo, rodeando la herida con un mar de sensaciones críticas y confusas. Pero después, en el momento mismo de caer al suelo junto con ella, ambos con nada más en la mente y los sentidos que el arma que podía definir todo eso, fue él quien sintió la herida, y el dolor que experimentó fue mucho peor que el del brazo. Algo estaba saliendo terriblemente mal, porque sintió que el cuerpo dejaba de responder, y al mismo momento que la visión se le nublaba; su mente recordaba cosas acerca de las heridas, y supo que todo estaba en juego, que la apuesta mayor debía ser justo ahí, o jamás. Casi al límite de las fuerzas, logró tocar al pequeño, y se concentró al máximo, mirándolo con una intensidad inusitada y luchando por conseguir de forma repentina algo que lo era todo en ese momento ¡El cuerpo de Vicente estaba muriendo! Sintió la reacción física, la forma en que los miembros perdieron control, y el propio cuello se retorció intentando poner distancia en donde el niño clavaba con fuerza el cuchillo, casi con precisión quirúrgica; luchó y luchó, con más ahínco que la vez anterior, sabiendo que se trataba de la única oportunidad que tendría, que si el cuerpo de Vicente moría con él dentro, ya nunca podría escapar.



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En el texto hay: misterio, paranormal, terror

Editado: 03.11.2020

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