No vayas a casa

Capítulo 32: Aunque no me veas

 

Cuando tocaron a la puerta, Iris no demostró ningún sobresalto, sin embargo siguió sentada en la misma posición, dándole la espalda a la puerta del cuarto de invitados.

—Iris, hija.

Su madre había sufrido mucho, y de cierta forma se sentía culpable por ser parte de ese sufrimiento en el presente, por ser parte de la pérdida de su nieto. Y sin embargo estaba ahí, entera y firme, dispuesta a apoyarla, pero sobre todo a entenderla. Ya había enterrado a un esposo, y dentro de poco lo haría también con un yerno y un nieto ¿Cuántos más tendría que ver irse antes que ella?

—Tenemos que hablar.

—De acuerdo.

—Podrías venir a la sala.

—No —notó un cierto tono de alarma en su voz, pero lo corrigió de inmediato—. No es necesario.

Su madre se tomó unos segundos para analizar la respuesta, y concluyó que debía decir más de lo que tenía planeado en un principio, pero no todo si podía evitarlo.

—Casi dan las seis de la tarde, deberías comer algo.

—No tengo apetito.

—¿Quizás beber algo?

—¿Cómo un calmante, por ejemplo, un agua de melisa? —su voz no había sonado especialmente sarcástica, pero de todas formas no quiso dar la impresión equivocada—. No lo necesito, no estoy pasado por un estado nervioso ni histérico.

—No dije que fuera así.

—Lo sé.

No contestó, su mente ida hacia otros pensamientos. Pero su madre sabía que la estaba escuchando y habló de nuevo.

—Hay algo que debes saber. Es sobre Vicente.

—Dímelo.

Permaneció expectante ante el momentáneo silencio de su madre, sabiendo que ella lo que quería era su mirada, verla a los ojos en medio de lo que fuera que pretendiera decirle. Pero tuvo que negárselo y mantener la misma postura.

—La policía nos informó algo que ocurrió durante la ausencia de Vicente, es decir durante el tiempo en que tú no sabías en dónde estaba.

—¿Qué fue lo que hizo?

La pregunta, dicha con tal simpleza, causó un efecto poderoso en su madre, que tragó saliva antes de hablar.

—Vicente… la policía dice que es probable que haya atacado a alguien más, antes de llegar aquí.

—¿Mató a alguien?

No era una pregunta, en esencia, a pesar del tono con que fue dicha. Gloria optó por decir de una vez todo lo que sabía.

—Eso es lo que están investigando.

—Dime lo que te dijeron.

—La policía dice… que se cometió un homicidio en una residencia para personas inmovilizadas por algún tipo de enfermedad. Dicen que tienen pruebas de que el automóvil de Vicente fue visto en el sector, y la descripción del hombre que estuvo ahí concuerda con la de él.

—Es decir que fue él.

—Pero aún es necesario realizar una investigación.

—No. Mamá, no me mientas por favor. No te mientas a ti misma, eso no tiene ningún sentido, no lo hago ya.

Quiso seguir hablando, pero no lo hizo; a partir de ese día, algunas cosas quedarían escondidas para siempre en su mente, se trataría de verdades que jamás nadie conocería. Sin embargo, necesitaba expresarlo al menos de alguna forma.

—Pienso en esto como un monstruo, pero no como uno gigantesco, sino más bien como una especie de parásito, un ser que entró en Vicente y lo llevó a la locura y desesperación, pero cuyo objetivo era mucho mayor que ese. Quería destruirnos a todos, y en eso tuvo éxito.

—Hija, tu vida va a continuar.

—Sin duda, pero la pregunta es ¿Crees que mi vida va a continuar, o que voy a seguir viviendo?

—Hija…

—Sé que estoy siendo desconsiderada contigo, y puedes recriminármelo si eso es lo que quieres. Pero esto no sigue, yo solo sigo viviendo. No habrá otro hijo, ni otra pareja, nada de eso para mí; no porque no pueda, sino porque no hay espacio para eso. Ya no hay nada para mí; pero esto tiene que tener un final adecuado.

Iris se puso de pie con suma lentitud, y giró el cuerpo para poder ver frente a frente a su madre; no eran especialmente parecidas, pero de cierta forma se vio reflejada, o quizás sólo se trataba de la consecuencia lógica de saber que ella misma, si llegaba a esa edad, lo más probable es que se volviera una versión aumentada de ello, con los gritos y llanto siendo los responsables de las canas, las arrugas y por supuesto, la falta absoluta de ganas de vivir.

—Déjame acompañarte.

—No, esto es algo que tengo que hacer sola. Pero puedo hacerlo, sé que piensas que no, pero es natural que sientas que eso es lo que puede estar pasándome.

—Pero no estás bien; entiendo que quieras estar a solas después de lo que ocurrió, pero no puedes encerrarte para siempre.

¿Encerrarse? A Iris la expresión casi le hizo gracia.

—No me voy a encerrar; es sólo que no hay nadie a quien quiera ver. ¿Podrías traerme unas tijeras y un espejo?



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En el texto hay: misterio, paranormal, terror

Editado: 03.11.2020

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