Noche Eterna.

Fase 2.1: Mar de oscuridad.

Llegada la noche Gabriel y Víctor se dirigieron al restaurante pues ya es hora de la cena, y aunque Gabriel realmente no tiene apetito, cree firmemente que es ahí donde podrá encontrarse con Renata Hawkins. Con normalidad las familias adineradas se conocen entre sí, así que éstas no dudaron en hacerse compañía en las grandes mesas dispuestas para dicha ocasión, pues tal como dijo Víctor, también el viaje sirve para conocer más gente, hacerse de nuevas amistades, concertar nuevos matrimonios, y lo más importante, hacerse de nuevos socios. –Gabriel Edevane– Éste volteó hacia un viejo conocido, el cual estaba muy interesado en que Gabriel contrajera nupcias con su hija mayor, Kimberley Mumford, pero Gabriel no es hijo de familia como para obedecer costumbres de antaño y en extremo estúpidas, (según su propia expresión).

–Louis Mumford– Ambos se dieron un cordial apretón de mano, ya que Gabriel no es de saludos fraternales que incluyan abrazos. –Que placer verle– El hombre canoso buscó con la mirada entre la multitud, notando que su hija Kim y su nuevo marido se sentaron en una de las mesas grandes, donde hay más matrimonios jóvenes como ellos en compañía de sus padres.

–Vine con mi esposa, mis hijas y mi nuevo yerno, Eric Basing III– Gabriel asintió meramente por cordialidad, pues poco le importan las insinuaciones de Louis. –Seguro que conoces a la familia Basing, fabricadora de los mejores vinos en toda Italia– Gabriel asintió. –Y bueno, pues ahora quieren establecerse en los Estados Unidos de América, pero ese no es el motivo de nuestro viaje, puesto que bien puedes darte cuenta, estamos dejando Estados Unidos atrás– Gabriel volvió a asentir ante el alarde de Louis. –Sino el hecho de que queremos comprar bienes raíces en Inglaterra, al mismo tiempo que mi hija Kim celebra su luna de miel– Gabriel apenas y realiza algún gesto, pues su mente está en la búsqueda de esa muchacha de ojos azules y cabellera castaña. – ¿Y tú mi querido Gabriel? ¿Por qué motivos estás viajando a Inglaterra?

–Voy a mudarme, pretendo atender la finca que me heredó mi padre, y quiero hacer nuevos negocios– Y en sí son sus ideales, pero su mayor motivo es estar lo más cerca posible de Santiago Hawkins, y para eso necesita de Renata. Louis invitó a Gabriel a su mesa pero éste se negó, argumentando que prefiere cenar en privado; y así se alejó, sentándose solamente en la compañía de Víctor, quien quiere estar en compañía de otros, pues es realmente encantador, alegre y sociable; muy diferente a Gabriel, dando a entender que los dos están en los cuerpos y edades equivocadas.

–No la veo por ningún lado– Dijo Gabriel una vez que terminó de cenar, atrayendo la atención de Víctor, quien se mantenía observando el lugar y las personas, saludando a unas que otras con la mano, una sonrisa, y hasta uno que otro guiño. –Me parece estresante, y tú que no dejas de coquetear con las señoras.

–Soy un hombre soltero.

–Y bastante viejo.

–Cincuenta y cinco años no es estar viejo: ¡Señor Edevane!– Normalmente lo llama por su apellido cuando está enfadado con él, pero como siempre Gabriel no se inmuta.

–Está bien– Dijo Gabriel, poniéndose de pie. –Te dejaré con tus conquistas, yo iré a la cubierta, necesito aire fresco– Víctor asintió alegre como aquél jovencito al que su padre le da permiso de divertirse.

Gabriel subió a cubierta, dejando detrás de sí la ostentosidad de los manteles de seda, los cubiertos de plata fina, las copas de cristal cortado, la vajilla de porcelana y los violines de fondo.

Al llegar a la cubierta, la brisa fresca y salada de la noche le pegó en la cara, brindándole el placentero respiro que tanto le hacía falta. Con las manos en los bolsillos de su pantalón de tela negra, se acercó a los barandales que les brindan la seguridad a los pasajeros de no caerse. Se quedó con las manos en los bolsillos, gracias a la apacibilidad con que el barco navega, sintiéndolo como si aún estuviera anclado en el puerto. Gabriel desvió la mirada del cielo negro estrellado al mar igualmente oscuro, iluminado apenas con la ligera luz que brinda el Óneira. Sacó las manos de los bolsillos, sujetándose al barandal para inclinarse un poco y poder contemplar las olas que rompen contra el barco mientras éste avanza. Enseguida los recuerdos de su niñez, el único recuerdo que le ronda la mente apareció frente a él, impulsado por la penumbra de la noche y el silencio que lo rodea, pues no hay un alma sobre la cubierta más allá de los que patrullan de vez en cuando; aún así tiene valiosos minutos en donde puede permanecer como está su mismísima alma, en completo silencio, soledad y oscuridad. Cerró los ojos, deleitándose con el sonido de las olas mientras una suave brisa salada y refrescante le brinda un poco de alivio en su interior.




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