Noche Eterna.

Fase 2.2: Mar de oscuridad.

Renata llegó a su camarote mucho antes que sus primas, aún contando el tiempo que pasó charlando con ese desconocido encantador de nombre Gabriel Edevane Beckett. El nombre se le grabó enseguida, aunque cabe mencionar que Renata es una joven muy inteligente y de buena memoria; pero aunque no lo fuera, ese nombre se le quedó grabado y ahora revolotea por su mente, junto con la escena de hace unos minutos. Recordó su voz; le gusta hacerlo, pues le pareció serena y grave al mismo tiempo, como un susurro seductor. Sonrió avergonzada, agachando el rostro ante la nada, como si alguien pudiera verla a pesar de que está sola en su recámara. Siguió rememorando la escena pasada una y otra vez, hasta que escuchó las risas escandalosas de sus dos primas, las cuales la llamaron. Renata salió de la habitación, encontrándose con ellas en el vestíbulo. Carol y Ruth se asombraron al verla aún vestida con el bonito vestido de seda rosa palo que usó para la cena de esta noche, ya que ambas pensaban que incluso estaría durmiendo o al menos cambiada, infundada en su pijama. Las dos mujeres gemelas y rubias como el oro se acercaron hacia Renata, ya que ésta luce con las mejillas sonrosadas y la piel le resplandece más de lo normal. – ¿Qué te traes entre manos? – Dijo Carol interrogándola con las manos puestas en la cadera, como si Renata pudiera ver en realidad aquella pose autoritaria. Renata en respuesta se echó a reír, entonces las gemelas se observaron y asintiéndose en aprobación se acercaron a Renata y comenzaron con una ronda de cosquillas que buscan la verdad. Las tres terminaron el sofá, riendo como si hubieran recibido la misma dosis de cosquillas, las cuales sólo alcanzaron a Renata.

–Ya dinos– Pidió Ruth, y tras un suspiro alentador de la joven las gemelas se dieron cuenta de que la información a saber será buena.

–Conocí a un hombre– Las dos gemelas chillaron como cerdos, provocando que Renata se tapara los oídos; pues cabe aclarar que ella tiene de sobra audición, lo que le falta en vista. Una vez que los chillidos cesaron, Renata continuó. –Se llama Gabriel y es guapísimo– Las risas escandalosas de las gemelas también le lastimaron los oídos.

– ¿Cómo sabes que es guapísimo si no puedes verlo? – Cuestionó Carol, la más cruel de las dos; pero la que definitivamente daría su vida por su pequeña prima menor.

– ¿Le tocaste el rostro? – Preguntó la curiosa Ruth, más tímida que su hermana, (dos minutos mayor que ella). Renata negó. – ¿Entonces? – Argumentó Ruth, mientras Carol también espera la respuesta.

–Sólo lo sé– Respondió segura de sí, pues eso percibió de él; un misterioso encanto seductor. –Me invitó a desayunar– Sólo Ruth chilló esta vez ya que Carol se quedó pensativa, pues ya pasado el momento de la novedad de que Renata conociera a un pretendiente, ahora se cuestiona cómo es que sucedió tal cosa. –Chocamos; bueno, él me chocó a mí– Sonrió.

– ¿También es ciego? – Preguntó Ruth.

–No si la invitó a desayunar– Añadió Carol, reconociendo la extrema belleza de su prima Renata. –Esto no me da buena espina Renata, no estamos en una película de amor cursi donde el destino une a una pareja para enamorarse, derramar miel y vivir felices para siempre; o lo que es peor, y lo que realmente me aterra; sufrir una catástrofe– Ruth se tapó la boca, asaltada por el miedo que le causaron las palabras de su hermana mayor. Renata sin embargo se quedó en silencio, creyendo en que si las películas o los libros son capaces de plasmar un amor tan bonito con destinos amables, miel y finales felices por siempre, es porque pueden ocurrir también en la vida real; pues quienes crean los libros y películas son las personas, precisamente ésas que sueñan con algo parecido, al igual que aquéllas que las disfrutan. Le hizo saber su argumento a Carol, quien lo tachó de algo tonto de inmediato, y afianzándose más en su desconfianza agregó: –Pues iremos contigo, no pienso dejarte sola con un completo extraño que anda por ahí chocando a muchachitas solas, ingenuas y ciegas– Renata rió y Carol lanzó un resoplido, pues aunque es bastante cruel con sus palabras, son siempre sin mala intención; pero vaya, el detalle no es ese, sino que finalmente, (con intención o no), son palabras crueles las que salen constantemente por su linda boca rosada y fina, y por eso nunca entiende por qué Renata termina riéndose de tal hecho, como si ella fuera una cuenta chistes o le dijera palabras alegres; eso siempre la frustra, y al final quien termina disculpándose entre ellas dos es Renata.




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