Noche Eterna.

Fase 2.3: Mar de oscuridad.

Las gemelas volvieron a preparar a Renata para el dichoso encuentro con el destinado a los tiburones, (como lo llamó Carol en repetidas ocasiones). –Lista– Dijo ésta, enroscando y desenroscado con el índice uno de los caireles de Renata. Ambas gemelas la contemplaron, sintiendo una admiración casi al punto de la envidia por la belleza de Renata, a la cual le recogieron su cabellera castaña, dejando algunos caireles sueltos con gracia, mientras luce un maquillaje natural que aún así resalta sus negras y largas pestañas, junto con sus ojos azul turquesa. Carol le acomodó el único tirante del vestido, el cual es beige con algunos tintes brillosos color plateado; elegante, con una sensualidad muy sutil.

Las tres se encaminaron al restaurante, encontrándose con las caras que se van haciendo conocidas; aunque algunas de ellas ya las conocen de tiempo atrás, incluido el señor Martin Kebb, amigo de la familia, quien se acercó a las tres muchachas cuando las vio aparecer en el restaurante. –Que gusto verlas señoritas Harden Pemberton– Las saludó con un beso cordial en el dorso de la mano; después se dirigió hacia Renata, haciendo lo mismo. –Señorita Hawkins.

–Señor Kebb– Respondió ella cordialmente.

–No me diga que su padre, el señor Hawkins también está aquí en el Óneira– Renata negó, explicándole que precisamente está viajando para reunirse con él, después de haber terminado sus estudios en el instituto de música. Martin Kebb la felicitó, a lo que Renata agradeció; y tras una breve charla y dejarle sus saludos para su padre, Santiago Hawkins, Martin se retiró a su mesa para reunirse con sus acompañantes, y aunque les ofreció a las tres señoritas el unirse a él y los suyos, las tres se negaron, argumentando que ya tienen con quién cenar; y sin más explicaciones, las gemelas y Renata se alejaron lo más que pudieron del conocido Martin Kebb, ya que no quieren crear chismes sobre extraños que cenan con ellas.

–Espero ese hombre no vuelva a dejarte plantada– Replicó Carol, deteniéndose cuando consideró haber marcado una distancia prudente con Martin. –Y espero que el señor Kebb no nos vea con tu extraño misterioso, Renata– Ni ella ni Ruth dijeron nada, pues desean lo mismo. Tras unos breves minutos, Ruth, que paseaba la mirada por el lugar buscando algún indicio sobre el pretendiente de Renata, se encontró con un hombre que las mira fijamente; el cual es muy apuesto, alto, visiblemente musculoso, aunque su traje negro no expresa en su totalidad aquella masa muscular. Ruth tanteó a Carol, haciéndola voltear mudamente hacia el hombre de ojos azules y belleza cautivante. Carol abrió la boca y enseguida se lamentó de no haber puesto más empeño en su propio arreglo personal, pues se enfocó tanto en Renata y su supuesta cita que no pensó que ella misma podría tener una oportunidad con algún caballero del lugar; aunque éste es mucho más grande de edad que ella.

– ¡Ay, viene hacia nosotras! – Expresó Ruth con nerviosismo. Renata frunció el ceño, ajena a lo que está sucediendo, mientras Carol la calló, diciendo que ya vio que el hombre al cual acaba de describir como sensual, viene hacia ellas.

– ¿No me digas que es él? – Balbuceó Carol al darse cuenta de que el hombre sensual aparentemente conoce a Renata, pues se está acercando con una hermosa sonrisa plantada en sus carnosos labios, dejando a las gemelas absortas; hasta que se plantó frente a las tres, mientras Renata acaba de preguntar si se trata de Gabriel.

–Sí, soy yo– Respondió éste con una amable sonrisa dedicada a la muchacha de ojos azules, quien le sonrió al escuchar su masculina voz. –Señorita Hawkins– Le sujetó la mano con delicadeza y le besó el dorso de una manera cadente, sin apartar la mirada de la cara angelical de Renata; todo bajo la mirada embobada de Carol y Ruth, quienes desean ser ellas las que reciban tal tacto de sus labios carnosos.

–Señor Edevane– Respondió Renata con una sonrisa sutil en los labios rojizos. –Que gusto saber de usted.

–Tal como se lo prometí. No quiero nadar entre tiburones– Bromeó, avergonzando a Renata. Tras un carraspeo breve de Carol, Renata reaccionó y entonces prosiguió a presentar a sus primas con su misterioso extraño. –Es un placer conocerlas señoritas Harden Pemberton– Gabriel no esperaba lidiar con las susodichas, pero cree que sería peor tener a alguien más maduro cuidando de Renata que un par de mocosas inofensivas.

–El placer es todo nuestro señor Edevane– Dijo la vivaz Carol.

– ¿Les parece si elegimos una mesa para cenar? – Las tres asintieron, entonces Gabriel llamó a Víctor, quien acaba de reunirse con él en el restaurante. –Espero no les moleste la presencia de mi mano derecha, el señor Víctor Daug– Las mujeres respondieron que no es molesta que Víctor los acompañe, pues es muy agradable a pesar de ser un hombre mayor.

Una vez en la mesa, Gabriel ocupó su lugar junto a Renata, quien está al mismo tiempo al lado de Carol, pero ésta está lejos de vigilarla pues está hipnotizada por el apuesto señor Edevane. –Cuéntenos señor Edevane– Empezó Carol queriendo llamar la atención del hombre. – ¿A qué se dedica usted? – Carol terminó por acomodarse la servilleta de seda con bordados florales en una de las piernas.




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