Noche Eterna.

Fase 2.5: Mar de oscuridad.

Carol alcanzó a Renata y a Ruth en el restaurante para tomar el desayuno con ellas, aunque cree que éstas deben estar ya en la hora del té, pues pasan de las once de la mañana. Tal como predijo, las encontró tomando té. Carol se dejó caer en la silla y pidió al joven mesero que se le acercó para tomar su pedido, una sopa de pollo muy caliente y agua natural para beber. –Me alegro– Dijo Ruth, fastidiando a Carol. –No eres una alcohólica, no deberías beber así– Carol se encogió de hombros.

–Víctor es divertido.

– ¿Te gusta? – Preguntó Ruth con espanto al imaginarse a su hermana con un hombre que le lleva más de treinta años de diferencia. Carol se echó a reír.

–No seas boba– Ruth asintió mucho más tranquila, a pesar de que la hayan llamado boba. –Pero aquí tenemos a alguien que sí está entusiasmada con un hombre– Carol le dedicó una mirada a Renata, quien sintió precisamente esa mirada sobre ella; así que por reacción enarcó la ceja derecha. Carol rió, sabiéndola descubierta. – ¿Verdad Renata?

–No sé de qué hablas– Respondió con su habitual sonrisa, para después darle un sorbo al té de menta.

– ¿Por qué tomas té de menta? – Carol le dedicó una mirada furtiva y divertida a su hermana. – ¿Es por si te besa Gabriel? – Renata se sonrojó. –Dinos, ¿ya lo besaste? – Sabe que Ruth no le sacaría ese tipo de información a su prima por mucho que lo deseara, por eso afirma que ninguna de las dos sabe tal hecho.

–No– Dijo Renata con seguridad, sabiendo que no miente del todo, pues quien la besó fue él a ella.

–Mentirosa– Replicó Carol.

–Es verdad, yo no lo he besado– Carol puso los ojos en blanco.

–Está bien. Dinos Renata. ¿Ya te besó? – El silencio de la muchacha lo dijo todo, haciendo que sus primas abrieran la boca y los ojos. Carol iba a decir algo cuando se vio interrumpida por el joven mesero, quien le dejó su platillo de sopa y el agua. Después de preguntarles si deseaban algo más, y al recibir una negación como respuesta, se marchó. –No lo puedo creer– Empezó a decir Carol después de beber un poco de agua, mientras agita suavemente el caldo con la cuchara para enfriarlo, al mismo tiempo que recopila la información que le interesa.

– ¿Eso es verdad, Renata? – Preguntó Ruth con timidez. – ¿El señor Edevane ya te ha besado?

–No– Respondió ésta, tratando de mantener su locura romántica en secreto.

–Miente– Aseguró Carol. –Sólo mírala– Un carraspeo las sobresaltó a las tres, mientras las dos gemelas dirigieron la vista hacia el carraspeo masculino; Renata por su parte sólo se quedó aguardando a más que un carraspeo.

–Buenos días, señoritas– Las tres sonrieron. Carol con picardía, Ruth con timidez, y Renata con alegría. Gabriel solamente fijó su mirada azul en la hermosa mujer castaña que tiene justo en frente suyo. –Señorita Hawkins– Renata le sonrió más ampliamente.

–Señor Edevane, buenos días.

–Sé que es tarde para invitarla a desayunar y que ya se encuentra tomando el té, pero: ¿Me permitiría acompañarla mientras termina su porción de té, y yo mi porción de café? – Renata asintió. Gabriel carraspeó nuevamente. –Pero me gustaría que fuera en privado. Usted y yo solamente, quise decir.

–Sí, sí, vayan– Autorizó Carol. –Sólo prométame que cuidará de ella.

–Con mi vida si es necesario.

–Que romántico– Murmuró Ruth, emocionándose casi al punto del chillido, pero se contuvo porque Carol negó con la cabeza, diciéndole que no lo hiciera.

–Señorita Hawkins– Tendió su mano hacia Renata, donde ella pudo sujetarlo fácilmente; tras haberse puesto de pie y haberse enganchado a su brazo, los dos se despidieron de las gemelas, yéndose a una mesa un poco más retirada de las de los demás, cerca de la pared. –Aquí podremos hablar mejor– Haló la silla y la guió a sentarse; una vez que la joven tomó su lugar, él hizo lo mismo frente a ella. –Soñé con usted– La tez de Renata se pintó de un bonito color rojizo en la parte de las mejillas.

– ¿Y qué soñó señor Edevane?

–Que me decía que sí– Un palpitar vivo e intenso se movió en el corazón de la muchacha al comprobar que lo que vivió con Gabriel la noche anterior no fue un sueño. –Lamento si la importuno– Dijo ante el silencio de la joven. –Dígame, señorita Hawkins; ¿qué tal durmió usted?

–Muy bien, tuve un sueño muy bonito que lo involucraba– Gabriel sonrió.

– ¿A mí? – Ella asintió. –Cuénteme, ¿qué soñó?




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