— ¡BELLOTA!
— ¡AH!
Me sobresalté bruscamente ante el grito, y cuando giré dispuesta a matar al graciosito, me encontré con los ojos azules de Etel viéndose inmensos a través de sus gafas.
— ¿No quieres que te pasemos un micro, Etel? — la reprendió Loi sarcásticamente mientras se acomodaba los audífonos. Estaba escuchando Love is a battlefield por décima vez desde que había llegado a la escuela: Tomas y yo lo sabíamos porque lo elevado del volumen permitía que la escucháramos también.
La profesora Inés al final había terminado hecha una furia cuando el papá de Loi, el señor Gustav Amira, había aceptado de manera risueña la idea de cambiar de pista musical el lunes que charlaron con él.
»— Papá siempre va a apoyarme. Es de los que defienden la independencia y libertad de elección — nos comentó cuando llegó al salón el martes, contentísima—. También me dijo que al final es mi responsabilidad, y si yo creo que voy a poder empezar de nuevo y lograr un resultado satisfactorio entonces no hay problema. Me apoyará por completo.
— ¿Mmm? ¿Qué pasó? — le pregunté a Etel a propósito de su “¡BELLOTA!”, pero no hubo manera de obtener una respuesta porque la tutora de aula ingresó y nos pidió salir rumbo al auditorio inmediatamente para iniciar todas las charlas de orientación vocacional que teníamos programadas para ese día.
— ¿Saben qué? Si tenemos una charla más, juro que subiré al estrado y amenazaré con suicidarme — dijo Loi después de las casi quince charlas que tuvimos durante todo el día.
Habíamos escuchado a diversos profesionales que hablaron acerca de su carrera, de las aptitudes necesarias para ciertas áreas, y a representantes de algunas universidades que vinieron a describirnos la metodología que empleaban para la enseñanza.
Cuando los de la Universidad Principal de Lirau entraron, sentí que puse demasiada atención para mi gusto. Tuve una batalla interna conmigo misma porque sabía que no era un tema de interés por la universidad en sí, sino porque “cierta” persona asistía a esa.
»— Las clases en la Universidad Principal de Lirau empezarán en dos semanas, pero ya nos hemos mudado desde febrero, ¿verdad, Alen?
Él y su amigo Tarek Rye empezarían sus clases a mediados de Abril en la misma universidad a la que Gisell quería que Joan postulara.
»— Te han regalado unos ojos hermosos, Sisa Daquel. Demasiado hermosos para verse tan tristes.
¡¿Cómo demonios pude hacerlo?! Jamás había tocado ninguna de mis canciones en frente de alguien que no fuera Petardo o mi mp4, y ahora aparece este chico que me dice que toque para él ¡y automáticamente me transformo en su orquesta personal!
Lo más raro de todo el asunto había sido esa incómoda sensación de familiaridad cuando me escuchó tocar.
« Mujer débil. El punto es que su sonrisa es un contrincante invencible»
Sí, tal vez sea eso. Las veces en las que lo he visto sonreír me ha dado un no sé qué en el cuerpo.
« No, no, ¡no! ¡Tiene novia!» — Gracias, voz sensata de mi conciencia. — «Además tiene toda la pinta de ser de esos chicos que no andan con una sola chica».
Bueno, sí, para qué negarlo. Tal vez suene algo prejuicioso, pero Alen Forgeso con su cabello marrón desordenado, sus ojos miel y sonrisa juguetona tenía todo el prototipo de Donjuán a la vista. Y no, gracias; definitivamente yo no quiero ser una de esas chicas que para su desgracia se fijan en uno así, porque después se transforman en algo irreconocible y terminan destrozadas si llegan a sentir algo más fuerte por ellos.
— ¡No quiero volver a escuchar nada sobre ninguna universidad por lo menos en cuatro meses! — aulló Tomas cuando pudimos ponernos de pie y salir del auditorio de la escuela.
La mayoría de mis compañeros de aula y los chicos de otras secciones salían tambaleándose; hasta yo me sentía media grogui de tanta información recibida. No pude despedirme de la parte posterior de mi cuerpo, porque definitivamente la había perdido después de tantas horas sentada.
— Pues la próxima semana hay más charlas — añadió Loi cuando cruzamos la puerta de salida y el sol cruelmente nos dio de lleno en el rostro. Como el auditorio era un espacio cerrado habíamos estado a oscuras para la proyección de las diapositivas.
Parpadeé un tanto para acostumbrarme y después alguien me tomó por los hombros.
— Dios, siento que me han quitado algo de diez años de vida — comentó Etel exhausta—. ¡¿No será que todo esto de la charla no ha sido más que un truco para absorbernos la energía?!
— Etel, no me hagas dudar de tu coeficiente intelectual, por favor — señaló Loi con mala cara. Tomas y yo empezamos a reír, y mientras cruzábamos la cancha de fútbol de cemento Etel lanzó otro chillido.