Recodar el momento en el que Komori Yui fue lanzada al mar del lago mientras Ayato la observaba con avaricia y egoísmo se sentía, incómodo y doloroso, pero mientras miraba las marcas de mi cuerpo reflejadas en aquel espejo acuoso de doble sentido constantemente tocando específicamente aquellos dos orificios que marcaban mi pecho mientras me acercaba más al agua, me hacía sentir extraña, provocando un calor en mi corazón que podría estallar en cualquier momento.
Aun podía recordar su rostro consternado y pálido por la fría temperatura del agua, sus orbes rosas vacíos y su sonrisa apagada, ya no le importaba nada e incluso, llegué a pensar que ella no podía sentir nada, había pasado por tantas cosas, llegó siendo inocente y últimamente sintiéndose con culpa, su corazón podría dejar de latir por la desdichada culpa, todo por no cumplir su objetivo de poder cambiar el corazón de los vampiros.
—Quiero nadar —susurro mientras estaba agachada mirando, pero al instante una sombra conocida se me acerca.
Aquel pelirrojo tenía en su conciencia la orden de no dejar huir a su presa, en este caso, Komori-san, quién no ha hecho nada más que aislarse de la sociedad, ya no podía interactuar con nadie, Ayato se volvía cada vez más posesivo y ella se consumía con la soledad, tal vez, su razón de él estar aquí presente en la piscina sea por el hecho de mi intervención con ella, tal vez sea porque le comenté cosas a ella sobre su cuidado de sí misma y tomar precaución con los vampiros, o simplemente está aquí por tomar mi sangre y largarse.
—Ayato ¿Qué necesitas? —le pregunto mirándolo con molestia, pero no con un tono brusco.
—Tsk… —refutó molesto frunciendo el ceño por la mala impresión que le di, y por ello, me lanzó como pudo lo más lejos de la orilla de la piscina cargándome como a una princesa— No te metas en lo que no te incumbe.
Ese azul reflejo en el cual estiraba mi mano tratando de encontrar la salida que no existe, mientras me hundía más, se plasmaba en mi memoria el momento en el que Shu me tenía en la tina acorralada, solo miraba sus orbes color zafiro intenso posicionarse con los míos de una manera neutral, como si quisieran jugar con el pasado. Melancolía, el sentimiento que los vampiros dicen no poseer, tal vez un vampiro pueda tener sentimientos…
Incluso más allá de lo humano.
Había despertado, abrí mis parpados sintiendo pesadez tanto en mis ojos como en mi cuerpo, como si el agua se hubiese llevado mi alma, de repente mi respiración comenzó a cortarse cuando me incorporé de la cama en la que me hallaba y me lancé al suelo golpeando mi pecho, tosiendo fuerte.
—Silencio, eres una ruidosa.
Miré hacia los lados sorprendida, levanté mi cabeza a un buen punto de búsqueda tratando de ubicar desde dónde provino esa voz, pero no había nadie, claro todo estaba oscuro en esa habitación a diferencia de un pequeño farol con vela que iluminaba solo la distinción entren los objetos.
—¿S-Shu-san? ¿eres tú? —titubeé nerviosa. —debí haberme imaginado eso… —susurro en un suspiro suave hasta que luego vuelvo a pensar lo mencionado cubriendo mi boca con un leve sonrojo formándose en mis mejillas. —¿Imaginarme a Shu-san? N-no lo creo.
Me levanté instantáneamente del suelo y caminé pocos pasos hacia adelante pero luego colapsé, y con dicho movimiento escucho un objeto caer, me sobresalto volviendo a mirar débilmente con pocas ganas de obtener éxito, pero mis peticiones son negadas, al escuchar tal voz resonar en la habitación.
—¿Qué estás haciendo ruidosa?
—¿Eh? —mis sentidos se despertaron al ver como apareció el mayor de los hermanos sentado en un sillón junto al farol de vela. —¿qué haces aquí?
—¿No es esta mi habitación en la que te encuentras? —de pronto al haber enunciado aquellas palabras, se habían encendido místicamente unas cuantas velas que iluminaron más el lugar.
Al notar rápidamente donde estaba me fui en dirección a él y recosté mi cabeza de improviso sobre sus piernas posándome tan elegante como una obra de arte, la presa del vampiro, un nombre tan artístico como la mismísima obra, el rubio tan pronto sintió el calor que emanaba mi cuerpo sonrió y habló con toda la dicha del universo.