Noctium Sidus

CAPÍTULO 3

Varios días después de la demostración y revelación de que Azrael era un ángel, Delia se fue acostumbrando a su presencia. O todo lo acostumbrado que se podía estar sabiendo que un ser que creía inventado existía de verdad, pero tenía otros problemas en aquellos momentos. La casa del maestro se había vuelto un completo desastre.

Normalmente Delia solo iba a ayudar con la casa dos veces por semana, pero desde la llegada de Azrael iba todos los días, tanto porque había estado pendiente de su herida, como de que ahora eran dos personas igual de vagas y flojas.

Entró en la habitación donde se estaban quedando los dos hombres de la casa, una casa muy modesta a decir verdad, todo concentrado en la misma planta con dos habitaciones, el dormitorio y el estudio, un baño, la cocina y la pequeña salita.

El maestro había decidido poner unas sabanas en el suelo, que usaba como cama, mientras Azrael se recuperaba de la herida. Las vio dobladas encima de una de silla, al menos habían arreglado un poco el dormitorio, pero se paró a recoger un pantalón y una camisa que había sobre la cama. La ropa que Azrael estaba utilizando, y que, al mirar más de cerca la camisa, Delia vio algo raro. La abrió totalmente y la sangre empezó a hervirle.

Salió de la habitación echando humo y se dirigió a la parte trasera de la casa, hacía el pequeño jardín, suponiendo que ya que no lo había visto dentro de la casa estaría fuera.

-¡Azrael! -exclamó una vez llegó.- ¿Qué demonios le haces a las camisas? ¡Mira como la has dejado! ¡Sólo llevas aquí dos semanas y he tenido que tirar al menos cinco!

La abrió y dejó que él viera los enormes agujeros que recorrían la camisa. Delia sabía de que eran, y le había dicho miles veces esos días, que, si abría las alas, lo hiciera sin ella puesta.

-Solo es una camisa -protestó él.

-¿Solo una camisa? ¿Pero tú sabes cuanto cuestan? -inquirió ella. Volvió a bajarla y cuando miró por primera vez al chico se le cortó el habla por completo.

En medio del jardín se hallaba Azrael, sin nada puesto, desnudo completamente. El maestro se hallaba delante de él dibujando en su cuaderno. A Delia se le abrieron los ojos y se empezó a poner colorada.

-¡¿Qué demonios haces?! -gritó tapándose la cara con la camisa.

-¿Es que no puedes verlo? -sonrió Azrael con picardía.

-¡Lo único que veo es que estás denudo!

-Las mujeres se escandalizan por nada -comentó el maestro mientras seguía con su dibujo.

A Delia le entraron ganas de partir la camisa en dos. Si ya era difícil estar en compañía del maestro, ahora que se había sumado Azrael aquello era peor que el infierno. Por alguna gracia divina, los dos habían empezado a llevarse bien, los dos eran igual de sarcásticos y malhumorados. Cualquiera diría que habían sido cortados por el mismo patrón.

-¿Acaso no has visto el cuerpo de un hombre antes? -preguntó Azrael riendo.

-Por supuesto que no -respondió el maestro por ella.- ya sabes como va esto, deben llegar puras al matrimonio.

-Vaya tontería.

Delia muy enfurecida tiró la camisa al suelo y la pisoteo.

-¡Vai a farti fottere! -gritó señalando a Azrael y volviendo a entrar en la casa.

Azrael aun mirando por donde la chica se había ido se dirigió al maestro.

-Eso no he acabado de entenderlo. Creo que tengo el italiano un poco oxidado, aunque no ha debido ser nada bueno.

-Y no lo ha sido -dijo el maestro sin levantar la vista de su dibujo.- te ha mandado a marcharte de una forma poco delicada.

Azrael frunció el ceño. Aún no se acostumbraba a que se dirigieran a él sin miedo o sospecha. En aquellos días se había dado cuenta, que la chica tenía un carácter escondido bajo la fachada de chica buena y el maestro era un hombre no reservado, sino que más bien estaba en su propio mundo.

-¿Es pariente tuyo? -preguntó Azrael al maestro refiriéndose a Delia.

-Algo así -respondió el hombre ahora mirando el cuerpo de Azrael a la vez que arreglaba cosas en su dibujo.- Hija de un primo lejano. Se empeñaron en que se quedara aquí ayudando en la limpieza de la casa mientras yo trabajaba.

-Ya veo -murmuró el chico.

-¿Acaso te interesa?

-No. Era mera curiosidad.

Azrael no recordaba cuando había sido la última vez que le había interesado alguien. Años, quizás siglos, no lo sabía. Su principal preocupación habían sido sus misiones y no había tenido tiempo de centrarse en una relación seria, eso hablando en términos de su propia especie. Los humanos quedaban fuera de la ecuación. Estaba totalmente prohibido sentir cualquier emoción romántica hacia un humano, si lo hacías te creían corrompido, y no dudaban en deshacerse del problema.

El ángel miró hacia el cielo. Sabía que en cualquier momento vendrían a buscarlo, a pedirle explicaciones de porque no había llegado ningún reporte, pero, aunque ya podía moverse con libertad, había probado a volar y había descubierto en el momento en el que remontó el vuelo, que tenía una de sus alas lastimadas. Por lo que cayó al suelo y para su suerte, no estaba a una gran altura, pudo caer de pie como si fuera un gato, aunque eso conllevó a que el latigazo de la herida lo pusiera casi de rodillas. Lo peor de todo y para su orgullo, Delia le había visto, pues había estado tendiendo la ropa en el jardín. Ella no dijo nada, pero pudo leer en su rostro lo que pensaba y eso lo enfureció ese día.



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En el texto hay: juvenil, romance, magia

Editado: 17.01.2020

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