“Serás el motivo de mi caída”
Esas palabras se habían grabado a fuego en la mente de la chica desde aquella noche. Azrael no especificó más detalles sobre el tema. Simplemente se apartó de ella volviendo a su actitud calculadora y fría con la que le había conocido el primer día, y justo cuando parecía que iba a decir algo, giró la cabeza bruscamente hacia el exterior. Lo único que le oyó decir antes de que sacara sus alas y salir volando fue que alguien estaba allí. Delia se imaginó que eran los ángeles que les perseguían desde hacía días, los que habían atacado tanto a él como a Unax, pero se quedó sin saber qué hacer cuando Azrael desapareció en la oscuridad de la noche.
De eso habían pasado ya tres días. Tres días en los que no había sabido nada él, ni siquiera se había pasado por el estudio del maestro a ver a Unax, el cual, por cierto, se había despertado, aunque aún le costaba moverse.
Con la ayuda del maestro, lo instalaron en la casa donde estaría más cómodo. Y allí se encontraban los dos, porque el maestro había vuelto a su trabajo, sin pedir explicaciones, ni hacer preguntas, a pesar de que Delia sabía que el hombre se estaría removiendo los sesos por saber que demonios hacían dos ángeles en su casa. Que el chico que había recogido esa noche era en realidad un guerrero del cielo, pero las explicaciones llegarían en su momento. Cuando Azrael aparecieran, si es que lo hacía.
Delia había limpiado la casa de arriba abajo, por mantenerse ocupada, y Unax estaba sentado fuera, en el jardín intentando obtener alguna señal de Azrael. Era lo que se había vuelto habitual en esos días, sin ningún resultado.
Harta de limpiar un suelo al que incluso había empezado a sacarle brillo, se dirigió al jardín y se sentó junto a Unax.
-¿Nada? -preguntó mirando al cielo. Unax tenía los ojos cerrados los cuales abrió cuando la chica habló.
-Absolutamente nada. Es como si se hubiera esfumado de la tierra.
-Crees que… -no quería ni pronunciar la palabra, pero era lo único en lo que podía pensar.
-No -le cortó Unax.- si estuviera muerto ya lo sabríamos. Habrían mandado alguien para avisar, o esos malditos caídos ya habrían venido a por nosotros. El problema es que sabe cómo ocultar su presencia demasiado bien.
Delia suspiró. Esperar, era lo único que podía hacer. Esperar y rezar por que volviera vivo, pero la estaba volviendo loca. Fue a levantarse para darle otro repaso a la casa cuando notó como Unax se tensaba a su lado y abría los ojos de repente. Miró al cielo con tanta alarma que Delia lo hizo también.
-Entra -susurró Unax sin quitar la vista del cielo mientras se levantaba con mucho trabajo.
-¿Qué ocurre? -preguntó ella empezando a ponerse nerviosa.
-Está aquí, no sé como diablos se ha ocultado, pero está aquí -gruñó.- ¡Entra!
El grito hizo encogerse a la chica que no se lo pensó dos veces y salió corriendo hacia la puerta de la casa, pero antes de llegar, algo pasó por delante de ella como un rayo y se estrelló a varios metros. El estruendo la hizo retroceder, incluso dio un traspié y estuvo a punto de caerse al suelo.
Unax tiró de ella, posicionándose delante para protegerla de lo que fuera que había llegado. Delia pensó que no tendrían mucha suerte si los atacaban, ella no sabía luchar y Unax ni siquiera se mantenía en pie.
Cuando el polvo se disipó, lo primero que apareció en el campo de visión de la chica fueron unas enormes alas negras. Negras como el carbón, tan diferentes a las de Azrael, blancas y brillantes.
Unax intentó ocultar a la chica detrás de él tanto como podía, pero sabía que no serviría de mucho y menos con el monstruo que tenían delante.
-Vaya, vaya, pero que tenemos aquí -comentó el recién llegado cuando se dejó ver. Delia tuvo que tragarse una exclamación al verlo. Sus ojos estaban inyectados en sangre, el pelo negro y largo se le pegaba a la cara por culpa de la sangre que le cubría. Tenía múltiples heridas en la cara, pero la peor de todas es la que tenía en el pecho, bajo la ropa rasgada. Aún así no parecía que eso le molestara.- Una humana con un ángel. ¿No que esto estaba prohibido? ¿O será que las normas han cambiado?
-¿Qué diablos quieres? -preguntó Unax con un gruñido.
-No mucho -dijo el caído encogiéndose de hombros.- solo me gustaría tomar prestada a esa humana que tanto te esfuerzas por ocultar.
-Ella no tiene nada que ver con todo esto. Deja que se marche.
-Una humana muy valiosa según mis fuentes. Al parecer -explicó con cierta irritación en la voz.- ese maldito ángel le tiene bastante apego.
-Quizás tus fuentes estén equivocadas, ¿acaso lo ves por alguna parte?
-No, claro que no. Por qué ha estado persiguiéndome estos días -se señaló a si mismo, a las heridas.- Cortesía de tu amigo, pero ahora mismo debe estar bastante entretenido con mis chicos.