Nocturno

La luz de la muerte

De pronto hubo un apagón justo en el momento en que la niña se iba a dormir, Juliet, una niña de nueve años e hija única de la familia, se espantó por aquel suceso, puesto que la habitación quedó bajo una oscuridad profunda debido a que se fue la luz eléctrica en todo el poblado, pero pronto su madre encendió una vela que colocó en un platillo de porcelana y la puso sobre la mesa de noche, y luego encendió otra vela que puso sobre otro platillo similar y la puso en el piecero de la cama sobre una silla de madera. 

-No, mamá, no me dejes sola -dijo la niña. 
-Tienes que dormir, hija -contestó la madre. 
-No, mamá, por favor, con velas no. 
-¿Qué tienen las velas? -preguntó la madre. 
-Las velas son para los muertos, mamá: recuerdo que así velaron al abuelo. 
-No pienses en esas cosas Juliet y ya duerme. Hasta mañana. 


La madre salió de la habitación, cerró la puerta y el lugar quedó en penumbra, de pronto, Juliet comenzó a ver sombras extrañas que se reflejaban sobre las paredes, entonces, Juliet cerró sus ojos muy fuerte y no quiso abrirlos para no ver las sombras oscuras y amorfas que se dibujaban en las paredes. 


Al día siguiente, cuando la madre fue a despertar a la niña para que desayune y se vaya temprano a la escuela, notó que las velas seguían encendidas, no se habían consumido para nada y, aunque la madre llamó y movió con fuerzas a su hija, la niña no despertó nunca más. 
 




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