El velorio del niño
Unas horas antes de la sepultura del niño, empezó a llover, llovió muy fuerte, tanto así que en apenas unas horas las calles parecían ríos. Nadie se atrevió a salir de sus casas. Al lado de donde velaban al niño, en la casa vacía, estaba Peter, el sordo, como le decían en el pueblo, aunque éste no fuese ningún sordo. Peter estaba mirando el velorio por una rendija, y cuando empezó a llover se metió debajo de unas tejas que aún quedaban de la casa vieja en la que estaba, allí estuvo sentado sobre el piso durante todo aquel tiempo en que duró el velorio del niño, velorio que se extendió debido a la lluvia, pero allí estuvo Peter sin dormir un solo minuto, así que para el segundo día del velorio estuvo tan desorientado que ya no recordaba en dónde había enterrado la cabeza. La lluvia paró a las nueve de la mañana del tercer día, esto resultó ser algo espantoso para los padres del niño, puesto que habían querido enterrar a su hijo lo más pronto posible para así poder acabar con aquel tormento de tener que ver a su hijo allí en aquel ataúd sin cabeza y sin poder darle un beso de despedida.
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Editado: 17.07.2024