Nosotros, el arte y las estrellas.

Antes de un "nosotros".

Lyla.

Tal vez mamá tenía razón, tal vez de verdad era mi culpa lo que había pasado, pero, ¿entonces por qué me sentía tan mal? Si hubiera sido mi culpa no me dolerían todo el tiempo esos recuerdos, no me darían ganas de vomitar cuando recuerdo detalle a detalle lo sucedido, no sentiría que me quema y me duele la piel como si me estuviera pasando en ese mismo instante, no tendría pesadillas todas las noches hasta el punto de despertar en la marugada y no querer volver a dormir, no lloraría siempre al pensar y preguntarme en si algún día lo olvidaré y podré seguir mi vida normal, en si podré dejar de culparme de algo que no debería.

En el fondo sé que no es mi culpa, pero a veces me gustaría que mi mente también lograra entenderlo, entender que solo era una niña inocente, que yo fui la victima de lo que pasó, que nada de lo ocurrido fue mi culpa, que mi madre solamente lo dice para convencerse a sí misma y tener una excusa, una justificación. Y que incluso yo misma prefiero creer esa versión para argumentar las actitudes y el comportamiento de mi madre conmigo, porque a pesar de todo, la aprecio, pero no a ella, sino a la persona y la buena madre que fue durante un pequeño periodo de tiempo, antes de que eso ocurriera, antes de que ella se enterara, antes de que él se fuera y la abandonara, antes de que ella me odiara. Porque sé que me odia aunque no lo mencione, lo siento en su mirada cargada de ira y envidia, lo siento en la dureza de sus palabras cada que lo recuerda y comenzamos a discutir, lo siento en sus dolorosos insultos y su forma de comportarse conmigo. No hace falta que lo diga con palabras si me lo demuestra con acciones, ¿o no es eso lo que dicen? "Las acciones valen más que mil palabras".

Las ultimas semanas habían sido agotadoras, hacia casi dos meses que acababa de cumplir dieciocho años y mi madre no había parado de insistir, desde el primer instante que tuvo oportunidad, en que dejara de estudiar para conseguir un trabajo, porque supuestamente yo estaba desperdiciando mi tiempo en algo que ni siquiera iba a darme para comer. Había escuchado ese tipo de comentarios toda mi vida, "no creo que puedas vivir de tu supuesto arte", "estás desperdiciando tu tiempo y dinero", "mejor estudia algo que sea de verdad interesante", "te vas a morir de hambre". Ya no me afectaban, al final era mi vida, ¿no? Si me moria de hambre o estaba desperdiciando mi tiempo era mi problema, no de ellos. Aún así tenía un poco de esperanza en que mi madre me apoyara al menos un poco, digo, al final de cuentas yo era su hija. Pero no lo hizo, y a pesar de no haber esperado nada de ella me decpcionó un poco.

Yo sabía perfectamente que mi madre podía cubrir perfectamente los gastos de la casa y que solamente usó el trbajo como excusa para mantenerme fuera de casa y así no tner que verme cuando terminaban sus turnos de trabajo o en sus días de descanso, y estaba bien, yo también preferia eso antes que tener que coincidir en casa con ella por que era un caos cuando ambas estabamos ahí, la casa se convertía en un lugar lleno de tensión, ambas cuidabamos de salir lo menos posible de nuestras habitaciones para no encontrarnos y si pasaba por la más mínima cosa comenzabamos a discutir, gritar, insultar. Sí, definitivamente prefería buscar un trabajo, es por eso que decidí dejar la escuela. Y ahí estaba, con mi mejor amiga, Bliss, en el centro comercial buscando un trabajo decente para mí, pero nos desviamos un poco.

—¡Vete a la mierda1— Gritó Bliss casi en mi oído, haciendome pegar un brinco. La gente alrededor nos miró mal, exepto la chica que estaba detrás de la caja de cobro. Menos mal. Bliss levantó un libro hasta mis ojos con tanta emoción que casi me golpea—. Llevo buscando este libro durante meses.

—"Solo vamos a ver". —Me burlo, repito con una sonrisa la frase que me dijo para convencerme de pasar a su librería favorita.

—Solo compraré uno. Este. ¿Tú no llevarás ninguno?

—Claro que sí, me ofende que preguntes. —Le muestro el libro que he tomado de la estantería anterior.

Pagamos los cinco libros que Bliss decidió llevarse al final y el mío. Me olvido de seguir buscando trabajo. La vida de adulto es agotadora. Bliss y yo pasamos las siguientes cuatro horas en una cafetería leyendo y platicando de nuestras ultimas lecturas.

—Ahora que tienes más tiempo libre, estaba pensando...

—Me da miedo cuando piensas. —Y lo decía en serio, cuando a Bliss se le ocurria una idea y me lo decía en ese tono, de alguna u otra forma terminaba mal. Bliss es el tipo de chica que no solo vive la vida como si fuera su ultimo día, parece que intenta sobrevivir, sale de fiesta, se acuesta con el chico que le guste, porque a ella no le van las relaciones formales o encariñarse, no desde que su novio (o ex-novio) falleció hace tres años, cuando ella tenía dieciseis. No la culpo, después de todo es su manera de disfrutar sin salir lastimada, y está bien.

Bliss es una chica guapisima a más no poder, tiene los ojos brillantes de un azul oscuro que junto con su piel clara contrasta con su pelo negro que llega hasta su cintura, es un poco más alta que yo, como de un metro sesenta y cinco, es delgada, con pechos pequeños que hacen que toda la ropa le quede espectacular, y con caderas grandes que a veces dificulta que encuentre un pantalón que le quede bien de la cintura sin batallar para que suba de sus caderas. Juro que si a mí me gustaran las chicas, hace mucho tiempo que ya habría dejado de ver a Bliss solo como mi mejor amiga.

—No es nada malo, lo juro. —Se apresura a decir—. Pero hace mucho que no salimos a divertirnos juntas.

—Estamos tomando café mientras leemos y platicamos, yo diría que nos estamos divirtiendo.

—No me refería a eso, lo sabes. —Yo suspiro dandole la razón y la dejo continuar—. Hay una fiesta esta noche, en casa del amigo de un chico que conocí. ¿Quieres ir?

—No lo sé, Bliss. Sabes que no me va ese ambiente.




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