CAPITULO 1

Aiden Blackwood

El sonido del piano retumbaba en mis oídos, como un eco lejano. No sabía dónde estaba, pero la melodía era mía, de eso estaba seguro. Mis manos se movían sobre las teclas con una facilidad inquietante, como si estuvieran siguiendo un recuerdo en lugar de una partitura.

De pronto, la música se desvaneció.

—Prometiste que vendrías… —su voz era un susurro dulce, pero teñido de una tristeza profunda.

Intenté verla, pero su rostro estaba envuelto en sombras. Solo podía distinguir la silueta de su cuerpo moviéndose con una gracia etérea, como si flotara. Un vestido blanco giraba con ella, la seda rozando el suelo con suavidad.

—¿Quién eres? —pregunté, pero mi voz sonó lejana, como si hablara bajo el agua.

No respondió. En su lugar, se acercó y posó sus manos sobre las mías. Su tacto era familiar, cálido… como si hubiera estado en mi piel antes, en otra vida.

Mi pecho se apretó con una sensación extraña. No miedo, no ansiedad… algo más profundo, como si estuviera al borde de recordar algo que había olvidado hace mucho tiempo.

—Te esperé… —susurró ella otra vez, y esta vez su voz se quebró.

Un escalofrío recorrió mi espalda. Quise abrazarla, decirle que estaba ahí, que nunca la dejaría, pero cuando intenté tocarla, se desvaneció entre mis dedos como humo.

—¡Espera! —grité, sintiendo una angustia inexplicable.

Pero la oscuridad la devoró y la música terminó.

Me desperté de golpe.

El sudor cubría mi frente y mi respiración era errática. Miré alrededor. Mi habitación estaba en penumbras, la única luz provenía de la farola de la calle que se filtraba por la ventana.

Me pasé una mano por la cara, intentando calmar el caos en mi mente.

—Solo un sueño… —murmuré, pero la frase no me convenció.

Cerré los ojos y aún podía sentir su tacto, su voz resonando en mi cabeza. Algo dentro de mí me decía que aquello no era solo un sueño.

Era un recuerdo.

Y lo peor de todo… sentía que la había perdido antes.