Jugar el clásico es una experiencia única. Desde que amanece, el ambiente se siente tenso y eléctrico. Las calles se llenan de banderas y camisetas de los colores del equipo. La rivalidad se respira en el aire, pero también el respeto por la historia y la tradición. Hoy, cada minuto del juego fue una batalla. Los ojos del mundo están sobre nosotros, esperando cada jugada, cada gol. La intensidad de un encuentro así es incomparable, cada choque y cada regate hacen vibrar mis huesos. Al final del día, el resultado no siempre define quién somos, pero el honor de defender estos colores siempre queda grabado en el alma. ¡Qué privilegio es jugar este partido!