Notas de un futbolista

Nota 11: La Traición en el Fútbol

El fútbol es un juego de lealtad y pasión, pero también de traiciones inesperadas. Es una paradoja, ¿no? Un deporte que nos une, que genera amistades tan fuertes como el acero, pero que también puede revelar lo peor en algunas personas. Recuerdo como si fuera ayer aquel día en que confié ciegamente en un compañero, alguien con quien compartía el vestuario, los entrenamientos, las risas y las lágrimas. Pensaba que éramos un equipo dentro y fuera de la cancha, pero la realidad me dio un golpe seco cuando descubrí que sus intereses estaban en otra parte.

Esa traición dolió más que cualquier derrota en la cancha. Perder un partido es una cosa; duele, claro que sí, pero con el tiempo, con el próximo entrenamiento, el próximo desafío, esa herida se cura. Pero la traición... la traición se siente diferente. Viene de quienes menos esperás, de aquellos en quienes confiabas, de los que creías que iban a estar siempre a tu lado. Es como una puñalada que te deja sin aire, que te hace cuestionar todo. Esa vez, cuando me di cuenta de lo que había pasado, sentí que el suelo se me movía, como si de repente el fútbol, que siempre fue mi refugio, mi lugar seguro, se hubiera vuelto un territorio hostil.

Pero como todo en la vida, cada traición es una lección aprendida. El fútbol me enseñó muchas cosas: a luchar hasta el final, a nunca rendirme, a levantarme después de cada caída. Y también me enseñó a mantener la guardia alta, a no bajar la defensa ni siquiera fuera de la cancha. Porque la realidad es que no todos los que te rodean están ahí por las razones correctas. Algunos están solo por interés, esperando su momento para sacar ventaja.

Esa traición me sirvió de advertencia, me hizo más fuerte, más consciente de quiénes son los que realmente valen la pena. Aprendí a discernir entre la lealtad genuina y las falsas promesas, a valorar a aquellos que caminan a mi lado en las buenas y en las malas, que están ahí no solo cuando las cosas van bien, sino también cuando el viento sopla en contra. En el fútbol, como en la vida, no se trata solo de ganar partidos, sino de mantener la integridad, de ser fiel a uno mismo y a los valores que nos definen.

Con el tiempo, entendí que no debía cargar con ese resentimiento. Era mejor soltarlo, dejarlo atrás y seguir adelante. Porque la verdadera victoria no está en cuántos goles marcás, cuántas asistencias haces o cuántos quites haces, sino en cómo enfrentás las adversidades, en cómo superás los obstáculos que se presentan, incluso cuando esos obstáculos son personas en las que confiabas.

A veces, las derrotas más grandes no se ven en el marcador, sino en el corazón. Pero también esas derrotas nos hacen más fuertes, nos preparan para las próximas batallas.

Hoy, más que nunca, sé quiénes son mis verdaderos aliados en la cancha y en la vida. Aquellos que, sin importar las circunstancias, están ahí para apoyarme, para empujarme a ser mejor, para levantarme cuando caigo. Esos son los compañeros, los amigos, que realmente valen la pena. Y mientras tenga a esas personas a mi lado, sé que puedo enfrentar cualquier desafío, cualquier traición, porque en este juego, como en la vida, la verdadera victoria radica en la integridad y en la fortaleza para superar las adversidades. El fútbol, como siempre, sigue siendo mi maestro, enseñándome a ser mejor, no solo como jugador, sino también como persona.




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