Ser hincha va mucho más allá de los colores en la camiseta, de los noventa minutos en la cancha o de los gritos que se escuchan desde las tribunas. Es una pasión que se lleva en el alma, una llama que arde desde la primera vez que pisás una cancha o ves un partido por la tele, cuando apenas sos un niño y ya empezás a entender que el fútbol es mucho más que un simple juego. Es una pasión que late en cada partido, un vínculo que te conecta con la historia, con las alegrías y las tristezas del club que elegiste, o mejor dicho, que te eligió a vos.
Desde que tengo memoria, mi corazón late al ritmo de los cánticos en la tribuna. Esos momentos en los que la hinchada se convierte en un solo ser, en una voz unánime que alienta sin descanso, son los que te hacen sentir parte de algo más grande. No hay sensación más linda que la de ver a tu equipo saltar al campo, escuchar el rugido de la hinchada, y sentir esa mezcla de nervios y emoción que solo un hincha conoce. Y cuando la pelota cruza la línea y el gol llega, la explosión de alegría es indescriptible. Es como si todo el estadio vibrara al unísono, y en ese instante, el mundo se detiene.
Ser hincha es mucho más que celebrar las victorias con euforia, aunque esas son las que quedan grabadas en la memoria para siempre. Es también consolarse mutuamente en las derrotas, porque en esos momentos es cuando más se siente la hermandad, cuando te das cuenta de que, aunque el resultado no haya sido el esperado, el sentimiento que te une al club y a los otros hinchas sigue intacto, más fuerte que nunca. En la victoria o en la derrota, seguimos siendo parte de la misma familia, unidos por una pasión que no entiende de lógicas ni de razones.
La lealtad de un hincha no conoce fronteras ni límites. Seguimos al equipo a donde sea, ya sea en las buenas, cuando todo es alegría, o en las malas, cuando el camino se vuelve cuesta arriba. No importa si la cancha está a la vuelta de la esquina o a miles de kilómetros, porque el hincha verdadero siempre encuentra la forma de estar presente, de hacer sentir su apoyo, de demostrar que la pasión no tiene límites. Cómo un simple me gusta o comentario en este relato.
El fútbol nos une, nos emociona, nos hace sentir vivos. Nos da algo en qué creer, algo que nos trasciende y nos conecta con otros de una manera especial. Ser hincha es un honor, porque llevás con orgullo los colores del club que amas, pero también es una responsabilidad, porque sabés que el club es parte de tu vida, de tu historia, y que ese sentimiento no se apaga nunca.
Es por eso que, pase lo que pase, siempre estamos alentando, siempre fieles. Porque ser hincha es mucho más que un simple rol, es una parte esencial de lo que somos, de nuestra identidad. Es una pasión que no entiende de derrotas, que siempre renace con cada nuevo partido, con cada nueva esperanza. ¡Siempre alentando, siempre fiel, porque el amor por los colores nunca se va!