Notas de un futbolista

Nota 19: Fallar un Penal

Fallar un penal es enfrentar, cara a cara, la realidad más cruda y despiadada del fútbol. Es uno de esos momentos en los que sentís el peso del mundo sobre tus hombros, en los que cada paso hacia el punto de penal se vuelve más pesado, como si estuvieras caminando contra el viento. El estadio, que minutos antes era un hervidero de gritos y cánticos, se sumerge en un silencio sepulcral. Es un silencio que aturde, que te deja solo con tus pensamientos, con esa pequeña voz en la cabeza que te recuerda lo que está en juego.

El corazón late con fuerza, como si quisiera salir del pecho. Tomo impulso, respiro hondo y fijo la mirada en la pelota, intentando bloquear todo lo demás. En ese instante, no existe nada más que vos, la pelota y el arquero. Es un duelo de voluntades, una batalla mental tanto como física. El árbitro da el pitido, y en cuestión de segundos, la decisión se toma. El pie impacta la pelota, y el destino queda en el aire, suspendido por un instante que parece eterno.

Y entonces ocurre. La pelota no va a la red como esperabas, no se convierte en ese grito de gol que soñabas. No. Se pierde en las manos del arquero, que adivina la dirección y detiene el disparo con una frialdad que parece sacada de una pesadilla. En un segundo, toda la ilusión, todo el esfuerzo, se desvanece. El estadio, que sigue en silencio, ahora parece respirar un suspiro colectivo de decepción.

Es un golpe duro, sin dudas. Sentís como si te hubieran arrancado algo de adentro, una sensación de vacío que es difícil de explicar. Sabés que fallaste, que dejaste escapar una oportunidad crucial, y esa realidad pesa, duele. Pero es en esos momentos cuando el fútbol te enseña sus lecciones más valiosas. Porque fallar un penal, aunque sea una de las experiencias más dolorosas en el deporte, también es una lección de humildad y resiliencia.

El fútbol, como la vida, está lleno de errores y aciertos. Cada fallo, cada traspié, es una oportunidad para crecer, para aprender y para mejorar. Acepto mi error con dignidad, sabiendo que es parte del juego, que incluso los más grandes han pasado por esto. La clave está en cómo respondés después de caer, en cómo te levantás, en la fortaleza que encontrás en medio del fracaso.

Saber que la próxima vez estaré mejor preparado es lo que me da fuerza. Volveré a enfrentar ese momento con la misma determinación, pero con más sabiduría, con la experiencia de haber fallado y aprendido de ello. Porque en el fútbol y en la vida, lo que realmente define a los verdaderos campeones no es cuántas veces caen, sino cuántas veces se levantan, más fuertes, más decididos. Nunca me voy a cansar de repetir esto.

Fallar un penal no es el fin, es simplemente un capítulo más en la historia de un jugador. Una historia que está llena de altibajos, de momentos gloriosos y otros no tanto. Pero cada uno de esos momentos, incluso los más duros, contribuyen a forjar el carácter, a definir quién sos como jugador y como persona. Y es esa capacidad de levantarse, de aprender y de seguir adelante lo que, al final del día, marca la diferencia entre los que solo juegan y los que realmente dejan una huella en este hermoso juego.




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