A veces, no estar a la altura del equipo es un golpe duro para el ego. Sentir la presión de rendir al máximo y saber que no cumplí con las expectativas. Es una lección humilde que el fútbol me enseña una y otra vez. Pero también es una oportunidad para reflexionar, aprender de mis errores y volver más fuerte. Porque la grandeza no se mide solo en victorias, sino en la capacidad de superar obstáculos y perseverar en la búsqueda de la excelencia. Hoy más que nunca, estoy decidido a trabajar más duro y demostrar mi valía en cada entrenamiento y cada partido. Porque ser parte de este equipo es un honor que me motiva a mejorar día tras día.