Mi capacidad para superar la procrastinación y empezar a tomar acción en las tareas más importantes es, sin dudas, una de las habilidades más valiosas que puedo desarrollar. La procrastinación es una trampa en la que todos, en algún momento, caemos. Es natural posponer lo que nos resulta incómodo o difícil, pero la diferencia entre aquellos que logran sus objetivos y los que se quedan en el camino radica en cómo gestionan ese impulso. En mi experiencia, lo que distingue a las personas altamente productivas no es la ausencia de procrastinación, sino la forma en que la manejan. Estas personas practican lo que podría llamarse una 'procrastinación creativa'.
La procrastinación creativa no es más que un enfoque consciente y estratégico para decidir qué tareas se pueden dejar para más adelante sin que esto afecte negativamente a nuestros objetivos. En lugar de perder tiempo en actividades de poco valor, los más productivos se enfocan en lo que realmente importa, en aquellas tareas que van a generar el mayor impacto. Esta capacidad de discernir y priorizar es lo que me permite usar mi energía y mi tiempo de manera más eficiente, especialmente en un deporte tan exigente como el fútbol.
En el fútbol, la procrastinación creativa se traduce en enfocarme en los aspectos cruciales del entrenamiento y del juego. Por ejemplo, puedo dejar para después ciertos ejercicios que, aunque útiles, no son prioritarios en este momento, y concentrarme en pulir una habilidad clave que me va a dar una ventaja competitiva en el próximo partido. No es que ignore completamente las demás áreas, pero sí que les doy un lugar secundario hasta que lo más importante esté cubierto.
Este enfoque no solo me ayuda a mejorar como jugador, sino que también me permite mantener un nivel de disciplina que es fundamental para alcanzar la excelencia. Es fácil distraerse con tareas que, aunque puedan parecer importantes, no lo son tanto en el gran esquema de las cosas. Pero al priorizar lo esencial y posponer lo trivial, me aseguro de que mi tiempo y mi esfuerzo estén alineados con mis metas más importantes. Esto es lo que marca la diferencia entre un jugador promedio y uno excepcional.
No se trata de trabajar más, sino de trabajar mejor. Y para eso, necesito una estrategia clara. Esa estrategia incluye saber cuándo es el momento de dejar de lado lo innecesario y cuándo enfocarme con todas mis fuerzas en lo que realmente cuenta. La disciplina juega un papel fundamental aquí, porque requiere un control mental y emocional constante para no dejarse llevar por la tentación de lo fácil o lo inmediato.
Esta habilidad de gestionar mis tareas y concentrarme en lo esencial es lo que, en última instancia, me permitirá llegar a ser el jugador que siempre soñé ser. No es solo una cuestión de talento o de físico, sino de cómo utilizo mi tiempo y mi energía para maximizar mi rendimiento. Es saber que cada día, cada entrenamiento, cada decisión, cuenta y que depende de mí hacer que ese tiempo cuente.
Superar la procrastinación y desarrollar esta capacidad de enfoque es un desafío constante, pero también es una de las armas más poderosas en mi arsenal. Porque al final del día, el éxito en el fútbol y en la vida no se trata solo de lo que hacemos, sino de lo que decidimos no hacer, de las elecciones que hacemos en cada momento. Y esas elecciones, cuando se toman con inteligencia y disciplina, son las que me acercan cada vez más a la grandeza.