Notas de un futbolista

Nota 47: Superando las críticas

Cuando intento cambiar y buscar ser mejor, es casi inevitable que enfrente críticas. Parece que, al decidir dar un paso adelante, al querer salir de la zona de confort y elevar mis estándares, se genera una reacción en los demás que no siempre es positiva. Muchos interpretan mi deseo de mejorar como un ataque personal, como si mi esfuerzo por superarme cuestionara, de alguna manera, su propia forma de vida. Es una reacción natural, supongo, porque cuando alguien alrededor nuestro decide cambiar y avanzar, nos obliga, aunque sea inconscientemente, a reflexionar sobre dónde estamos parados y qué estamos haciendo con nuestras propias vidas.

Queremos vivir como los futbolistas exitosos, con sus autos de lujo, sus casas impresionantes y la admiración de miles. Es fácil deslumbrarse con la gloria y la fama, con los goles y las ovaciones, pero lo que la mayoría ignora son los sacrificios enormes que se esconden detrás de esos logros. Nadie ve las horas interminables de entrenamiento, los dolores musculares que se soportan día tras día, los viajes constantes que te alejan de tu familia y amigos, o la presión constante de tener que rendir al máximo cada vez que salís a la cancha. También están las veces que tenés que decir “no” a las salidas con amigos, a las fiestas, a esos momentos de ocio que tanto disfrutamos, todo porque estás enfocado en un objetivo más grande.

A veces, al mirar el cuerpo o las habilidades de otro jugador, me viene ese sentimiento de envidia. ¿Cómo no hacerlo? Ves a alguien que parece tener todo lo que vos soñás y te preguntás por qué él y no vos. Pero en esos momentos, trato de recordar que ese jugador probablemente pagó un precio altísimo para estar donde está. Nada es gratis, todo tiene un costo, y esos músculos, esa velocidad, esa precisión en cada toque de balón, son el resultado de horas y horas de dedicación, de sacrificios que la mayoría no está dispuesto a hacer. La pregunta que me hago entonces es: ¿estoy dispuesto a pagar ese precio? ¿Estoy realmente comprometido a poner el mismo esfuerzo, a renunciar a las mismas cosas, a soportar el mismo dolor y la misma presión para alcanzar lo que deseo?

Si la respuesta es sí, entonces no tiene sentido envidiar. La envidia es una energía mal gastada, que en vez de impulsarte, te frena. Lo que hago en lugar de envidiar es ponerme a trabajar. Porque sé que el éxito no llega solo, no cae del cielo. Cada paso hacia mi meta requiere determinación y compromiso, incluso cuando enfrento resistencia externa. Y la verdad es que siempre va a haber resistencia. Siempre va a haber alguien que te diga que no podés, que no deberías, que estás perdiendo el tiempo. Pero he aprendido a convertir esas críticas en motivación. En vez de dejar que me hundan, las uso como combustible para demostrar que están equivocados, que sí puedo, que soy capaz de superarme y de alcanzar mis sueños, sin importar lo que digan los demás.

Entiendo que no es fácil. Las palabras pueden doler, sobre todo cuando vienen de personas cercanas, de gente que supuestamente debería apoyarte. Pero también sé que la única opinión que realmente importa es la mía. Soy yo quien decide qué camino seguir, soy yo quien sabe lo que quiere y lo que está dispuesto a hacer para conseguirlo. No puedo permitir que las opiniones de los demás determinen mi destino. Si alguien no entiende mi deseo de mejorar, si piensa que es una locura, es problema suyo, no mío.

He llegado a un punto donde las críticas, lejos de desmotivarme, me fortalecen. Es como si cada comentario negativo se convirtiera en una prueba más que debo superar. Y cada vez que lo hago, me siento más fuerte, más seguro de mí mismo y de lo que quiero lograr. Porque sé que el camino no es fácil, que habrá obstáculos, que habrá días en los que querré tirar la toalla. Pero también sé que cada vez que sigo adelante, a pesar de todo, me acerco un poco más a mis metas.

En el fútbol, la clave está en la perseverancia. No es solo tener talento o habilidades, es tener la capacidad de levantarte cada vez que caés, de seguir empujando cuando todo parece estar en tu contra. Y eso es algo que no se aprende de la noche a la mañana, se construye día a día, con cada pequeño esfuerzo, con cada decisión de no rendirse. Por eso, en lugar de lamentarme por las críticas o las dificultades, elijo usarlas como impulso. Porque sé que al final, cuando mire hacia atrás, no me voy a arrepentir de haber intentado, de haber luchado por lo que quería.

Así que sigo adelante, con la convicción de que cada sacrificio, cada esfuerzo, valdrá la pena. Porque sé que estoy construyendo algo más grande, algo que va más allá de las palabras de los demás. Estoy construyendo mi propio camino hacia el éxito, y eso es lo que realmente importa.




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