Notas de un futbolista

Nota 60: La Felicidad de un Buen Gesto para los Niños

Experimentar la alegría de hacer un buen gesto para los niños es una de esas experiencias que te llenan el corazón de una manera que pocas cosas pueden igualar. En un mundo donde el fútbol se vive con tanta pasión, donde los chicos sueñan con ser como sus ídolos, tener la oportunidad de hacerlos felices, aunque sea por un momento, es algo realmente único. Desde firmar un autógrafo, tomarse una foto, hasta simplemente dedicarles unas palabras de aliento, son acciones que pueden parecer pequeñas, pero que para un niño significan el mundo.

Recuerdo la primera vez que me pidieron un autógrafo. Era apenas un chico que recién empezaba a destacarse en las inferiores, y un nene me acercó su cuaderno con una sonrisa gigante. Ese momento fue un antes y un después. No solo porque fue la primera vez que alguien me veía como alguien digno de admiración, sino porque me hizo dar cuenta del impacto que podía tener en los demás, especialmente en los más chicos. Desde entonces, cada vez que tengo la oportunidad de compartir un momento con ellos, lo hago con la misma emoción y compromiso que ese primer autógrafo.

Hay algo mágico en la conexión que se establece con los niños. Cuando ves la alegría en sus rostros, cuando sentís su emoción al conocer a alguien que ellos ven como un ídolo, entendés que el fútbol es mucho más que un deporte. Es una herramienta poderosa que tiene el potencial de inspirar, de educar, de cambiar vidas. Y ser parte de eso, de alguna manera, es una responsabilidad que tomo con orgullo.

Firmar un autógrafo, por ejemplo, es un gesto que lleva solo unos segundos, pero para el chico que lo recibe, es un recuerdo que probablemente atesorará para siempre. Es increíble pensar cómo algo tan simple puede tener un impacto tan duradero. Pero no se trata solo de los autógrafos o las fotos. Lo realmente importante es el mensaje que transmitimos a través de estos gestos. Es mostrarles a los niños que los sueños se pueden alcanzar, que con esfuerzo y dedicación, ellos también pueden lograr lo que se propongan.

Compartir experiencias inspiradoras con ellos también es algo que disfruto mucho. Contarles sobre mis inicios, sobre los sacrificios que hice, las veces que caí y me levanté, es una manera de acercarlos a la realidad del fútbol, pero también de mostrarles que detrás de cada éxito hay mucho trabajo y perseverancia. Me gusta que sepan que no todo es fácil, pero que cada obstáculo superado te hace más fuerte. Y cuando veo que sus ojos brillan mientras escuchan, me doy cuenta de que esos momentos valen oro.

Además, estos encuentros me nutren a mí también. Alimentan el alma, porque te conectan con la esencia pura del fútbol, con esa pasión genuina que los chicos sienten por el juego. Ellos te ven como un héroe, pero la realidad es que son ellos quienes, con su entusiasmo y su alegría, te dan una energía increíble. Es un recordatorio constante de por qué hacemos lo que hacemos, de por qué jugamos al fútbol con tanto amor.

Ser consciente del poder que tengo como modelo a seguir es algo que me impulsa a seguir siendo un ejemplo positivo dentro y fuera de la cancha. No se trata solo de lo que hago con la pelota en los pies, sino de cómo me comporto, de los valores que transmito. Los chicos observan todo, y es fundamental que quienes estamos en una posición de influencia actuemos con responsabilidad. Saber que puedo marcar una diferencia en sus vidas es algo que me motiva a seguir mejorando, a ser cada día una mejor versión de mí mismo.

Es un compromiso que va más allá de los logros deportivos. Porque, al final del día, las medallas, los trofeos, los títulos, son cosas que quedan en el pasado. Pero el impacto que dejamos en las personas, especialmente en los niños, es algo que perdura. Construir un legado no es solo ganar partidos, sino también dejar una huella positiva en la comunidad, ser recordado no solo por lo que lograste en la cancha, sino también por cómo hiciste sentir a los demás.

Ver a esos chicos con una camiseta de tu equipo, con tu nombre en la espalda, es un orgullo indescriptible. Y cuando te agradecen por algo tan simple como haberles dedicado unos minutos, entendés que esos pequeños gestos tienen un valor inmenso. Ellos son el futuro, los que mantendrán viva la pasión por el fútbol, y si podemos contribuir a que sigan creyendo en sus sueños, entonces estamos haciendo bien nuestro trabajo.

En definitiva, la alegría de hacer un buen gesto para los niños no se compara con nada. Es una de esas cosas que te recuerda que, más allá de la competencia, de los resultados, lo que realmente importa es cómo impactás en la vida de los demás. Y si ese impacto es positivo, si lográs inspirar a alguien a seguir sus sueños, entonces todo el esfuerzo vale la pena. Porque al final, más allá del fútbol, se trata de construir un mundo mejor, uno donde los chicos crezcan con la convicción de que todo es posible si lo hacen con pasión y dedicación.




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