Hay momentos en la vida de todo jugador en los que las dudas acechan, y no hay manera de esquivar esa realidad. Por más que uno quiera, por más que el amor por el fútbol esté arraigado en el alma, las presiones externas y las internas pueden llegar a ser abrumadoras. Las lesiones, que te dejan en el banco mientras ves a tus compañeros seguir adelante, son golpes difíciles de asimilar. La incertidumbre sobre el futuro, ese no saber si el cuerpo aguantará o si las oportunidades seguirán llegando, también pesa.
En más de una ocasión me he encontrado sentado solo, reflexionando sobre mi carrera, preguntándome si realmente vale la pena seguir sacrificando tanto por este deporte que, aunque amo con locura, también me ha llevado a enfrentar momentos de gran sacrificio.
No voy a mentir, ha habido días en los que me he sentido al borde del abismo, donde las dudas me rodeaban y la tentación de tirar la toalla era fuerte. Pensaba en lo que había dejado atrás, en las oportunidades que había perdido fuera del campo por seguir persiguiendo un sueño que, en esos momentos oscuros, parecía cada vez más inalcanzable. Me preguntaba si realmente tenía la fuerza para continuar, para seguir entrenando a pesar del dolor, para seguir compitiendo en un ambiente que a veces parece no perdonar ninguna debilidad.
Pero, de alguna manera, cada vez que me pongo la camiseta y piso el campo, algo dentro de mí se enciende. Es una llama que nunca se apaga del todo, por más que los vientos de la duda intenten apagarla. En el momento en que siento el césped bajo mis pies, todo cambia. Los nervios, las preocupaciones, las dudas, todo queda atrás, al menos por esos 90 minutos. En ese instante, recuerdo por qué elegí este camino, por qué, a pesar de todo, sigo apostando al fútbol. Es el amor por el juego lo que me impulsa, una pasión que es difícil de explicar con palabras, pero que cualquier jugador, cualquier hincha, puede entender.
La emoción de competir, de salir a la cancha y darlo todo, de sentir el latido de la pelota cuando la dominas con el pie, es algo que no tiene comparación. Es esa adrenalina, esa sensación de estar vivo, lo que me hace seguir adelante. En esos momentos, las dudas se disipan y lo único que importa es el juego, es el equipo, es el gol que podes marcar o evitar. Y cuando superas un desafío, cuando logras algo que parecía imposible, esa satisfacción te recuerda que todo el esfuerzo, todas las horas de entrenamiento, todo el sacrificio, valen la pena.
Sin embargo, no siempre es fácil llegar a esa claridad. A veces es necesario tomar un respiro, dar un paso atrás para poder avanzar dos adelante. He aprendido que hablar con quienes te rodean es fundamental. La familia, los amigos, los compañeros de equipo, todos cumplen un rol importante en esos momentos de duda. Escuchar sus palabras de aliento, sus consejos, o simplemente compartir un momento con ellos, puede ser la clave para recuperar la perspectiva. Es en esos momentos cuando te das cuenta de que no estás solo en esta lucha, que hay una red de apoyo que te sostiene incluso cuando sentís que te caes.
Y a veces, encontrar claridad en medio de la tormenta implica también un trabajo interno, un proceso de autoconocimiento y de aceptación de las propias limitaciones. Reconocer que no somos invencibles, que somos humanos y que las dudas forman parte de esa humanidad, es el primer paso para superarlas. Es en esos momentos de reflexión donde uno puede reconectar con la verdadera esencia de lo que significa ser futbolista. Porque el fútbol no es solo un trabajo, no es solo una manera de ganarse la vida. Es una pasión, es una parte integral de quien soy, de lo que soy.
El fútbol ha definido mi vida desde que tengo memoria, y aunque a veces el camino sea difícil, no puedo imaginarme haciendo otra cosa. Es un amor que, a pesar de los altibajos, siempre ha estado ahí. Y por eso, cada vez que las dudas aparecen, me detengo, respiro hondo, y recuerdo por qué sigo en esto. Recuerdo las veces que he superado obstáculos, las veces que me he levantado después de caer, y eso me da la fuerza para seguir adelante.
Sé que seguiré persiguiendo esta pasión con determinación y corazón, porque es lo que me hace sentir vivo, lo que me da sentido. Y al final del día, cuando las luces del estadio se apagan y el ruido de la hinchada se desvanece, lo que queda es esa llama interior, ese fuego que me impulsa a seguir luchando, a seguir soñando. Porque mientras esa llama siga ardiendo, seguiré en la cancha, dando todo por este deporte que es mi vida.