Notas de un futbolista

Nota 88: Convocatoria a la Selección Argentina

Recibir la convocatoria a la selección es uno de esos momentos que te cambian la vida. Es como si todo lo que hiciste desde que eras un niño que corría detrás de la pelota en el barrio, se viera reflejado en esa llamada, en esas palabras que te dicen que sos parte de algo mucho más grande. Es un sueño hecho realidad, algo que uno siempre imagina cuando empieza a patear la pelota con amigos en la plaza, pero que cuando finalmente sucede, te golpea con una mezcla de emoción, orgullo y responsabilidad que es difícil de describir.

Cuando me enteré de que había sido convocado, lo primero que sentí fue una alegría inmensa, una explosión de emociones que me recorrió de pies a cabeza. Lo segundo que hice fue llamar a mi familia. Ellos fueron los que estuvieron conmigo en cada paso de este camino, los que me apoyaron incondicionalmente, los que hicieron sacrificios para que yo pudiera perseguir este sueño. Escuchar la voz emocionada de mi viejo, que siempre creyó en mí, de mi vieja, que nunca dejó de darme fuerzas, y de mis hermanos, que siempre estuvieron ahí, fue algo que me llenó el alma. Compartir ese momento con ellos fue lo más lindo que me pasó, porque sin ellos, nada de esto habría sido posible.

Representar a mi país en la cancha más grande del mundo es un honor que llevo con orgullo en el pecho. No es solo ponerte la camiseta y salir a jugar, es mucho más que eso. Es llevar en el corazón a toda una nación, a millones de personas que te miran con esperanza, con pasión, que sienten cada gol, cada pase, cada atajada como si fueran ellos los que estuvieran ahí. Es saber que detrás de cada pelota que toco, hay un país entero que sueña, que vibra, que sufre y celebra con cada movimiento.

Desde el primer día en el campo de entrenamiento con la selección, sentí la intensidad y el compromiso de mis compañeros y del cuerpo técnico. No es cualquier equipo, no es cualquier grupo de jugadores. Estar acá significa que sos uno de los mejores, pero también que tenés que demostrarlo cada día, en cada entrenamiento, en cada partido. No hay margen para relajarse, para bajar la guardia. Todos están ahí para dar lo mejor de sí mismos, para dejar todo en la cancha, porque saben lo que significa estar acá, lo que significa defender estos colores.

Cada partido es una oportunidad para demostrar por qué merezco estar acá. No importa si es un amistoso o una final del mundo, cada vez que me pongo la camiseta de la selección, siento la responsabilidad de dejar todo en la cancha. Es un compromiso con mi país, con mi familia, con los hinchas, con todos los que sueñan con ver a la albiceleste levantar la copa. Y es también un compromiso conmigo mismo, con ese niño que soñaba con jugar en la selección, que soñaba con escuchar el himno en un estadio lleno, que soñaba con hacer historia.

La selección es más que un equipo, es un símbolo de la unidad nacional, del amor por el fútbol. Es un espacio donde las diferencias se dejan de lado, donde todos tiramos para el mismo lado, donde todos somos parte de un mismo sueño. Cuando estás ahí, en el vestuario, escuchando las palabras del técnico, mirando a tus compañeros a los ojos, te das cuenta de que no hay nada más importante en ese momento que salir a la cancha y dejar todo. No hay nada más grande que representar a tu país, que defender estos colores con pasión y determinación.

Estar acá es un privilegio que nunca daré por sentado. No importa cuántos partidos juegue, cuántos goles haga o cuántos títulos gane, cada vez que me llamen para la selección, lo viviré como la primera vez. Siempre buscaré elevar mi juego, mejorar, aprender, porque sé que este es el lugar donde los sueños se hacen realidad, pero también donde los sueños se pueden romper si no das el 100%. Y yo quiero estar acá, quiero seguir siendo parte de este equipo, quiero contribuir al legado de la albiceleste, a ese legado que escribieron los grandes de nuestra historia, y que hoy, nosotros, tenemos la responsabilidad de continuar.

No puedo evitar pensar en los que estuvieron antes que yo, en esos jugadores que marcaron una época, que dejaron su huella en la historia del fútbol argentino. Esos ídolos que, cuando era chico, miraba en la tele y soñaba con ser como ellos. Y ahora, estar en su lugar, ser parte de esa historia, es algo que me llena de orgullo, pero también de humildad. Porque sé que esto es efímero, que el fútbol es así, que hoy estás arriba y mañana no sabés. Por eso, cada día en la selección lo vivo con la máxima intensidad, con la conciencia de que tengo la oportunidad de hacer algo grande, de dejar mi marca, de hacer que mi nombre quede grabado junto a los de esos ídolos que tanto admiré.

Y cuando salgo a la cancha, cuando escucho el himno y veo la bandera, sé que todo valió la pena. Cada sacrificio, cada lágrima, cada esfuerzo, todo se justifica en ese instante. Porque no hay nada más grande que representar a tu país, que llevar en el pecho esos colores que tanto significan, que hacer que millones de personas sueñen contigo. Y mientras siga teniendo la oportunidad de vestir esta camiseta, seguiré dando todo de mí, porque no hay nada que me haga más feliz que ser parte de la selección, que ser parte de este sueño que es el fútbol argentino.




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