Note

Día Doce

18 𝓓𝓮 𝓕𝓮𝓫𝓻𝓮𝓻𝓸.
 


𝒬𝓊𝑒𝓇𝒾𝒹𝑜 𝒹𝒾𝒶𝓇𝒾𝑜:

Sabes, pocas veces me tomo el tiempo de salir de casa, hace mucho que perdí el interés de tener amigos, de salir con alguien o siquiera sonreír.

Pero hablar con Teo despertó recuerdos de mi pasado, recuerdos que me hacían querer ir al cementerio un domingo por la mañana. Pocas veces iba porque solía ver los fantasmas de las personas enterradas en él, algunas eran malas, querían que supieras que si ellos no fueron felices en vida tampoco lo serías tú, pero otros más eran buenos, solo se preguntaban porque sus familias los habían olvidado.

Salí de casa agitando mi mano en dirección de Fiora.
Había pedido un taxi, un taxi que tenía que esperar en la puerta de la calle, porque en su mayoría eran tomados por algún vecino.

Pase mi mano por mi cabello, lo había trenzado ese día.

—¡Sophie!

Mire a mi izquierda, la mano de Rafael salió por la ventana del conductor y la sacudió.

Levante la mía.

Se estacionó frente a la casa de Gabriel, bajó, pero abrió la puerta de atrás.

—¿Te han dicho que te pareces a Ariana Grande?

—¿Qué?

—Claro, solo que tú eres mucho más alta, mucho más pálida y eres pelirroja.

Deje salir una pequeña risotada, lo cual me sorprendió.

—Lo que dice que soy totalmente diferente a ella.

Me acerqué para ayudarlo, tome tres cajas de pizza tamaño familiar de su mano, me agradeció y se inclinó para tomar gaseosas y dos cajas de alitas picantes.

Arqueo una ceja.

—Es domingo de fútbol, día de comer grasa para el cuerpo.

—Claro.

—¿Quieres acompañarnos?, solo estaremos Gabriel, Martha y yo.

—¿Martha?

Cerro la puerta de su auto y activó los seguros, juntos caminamos a la puerta de Gabriel.

—Sí, al parecer se están poniendo serios, lo cual me sorprende porque pensé que sentía atracción por... —se quedó en silencio después sacudiendo su cabeza —. No importa, ¿Entonces?

—¿Entonces qué?

—Quieres acompañarnos.

Gabriel abrió la puerta en ese momento, pensé que quizá escuchó el auto estacionar o Rafael le envió un texto de su llegada, pero él nos miraba con una ceja arqueada, sus manos cruzadas frente a su pecho.

Tenía tres días que no lo había visto y ciertamente dos de esos días los había pasado dormida.

Él no se quedó a cuidarme y tampoco supo que mis días sin dormir estaban aumentando.

—¡Amigo!, qué gusto verte —se abrazaron rápidamente antes de que se alejaran—, estaba invitando a nuestra chica favorita, a pasar el día con nosotros.

Gabriel me miró.

—¿Quieres acompañarnos?

Estaba por responder mi negativa, pero un claxon nos interrumpió.

Los tres miramos cuando un taxi se detuvo más adelante del auto de Rafael, le entregué las cajas de pizza a Gabriel.

—No, tengo que ir al cementerio, quizá en otra ocasión —cuando me acepto las cajas me di cuenta de que la pulsera que yo le regale, ya no estaba—, Rafael fue bueno verte, gracias por invitarme.

Jale mi gorro color marrón claro y las mangas de mi sudadera blanca.

De nuevo, mire la muñeca de Gabriel, pero en lugar de preguntar, simplemente me despide de ellos.

Subí al taxi y le di la dirección.

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Me pare frente a la lápida, detrás de ella había una cruz con el nombre del pequeño humano debajo de la tierra, en la parte de enfrente estaban marcadas sus pequeñas manos en el yeso, sabía que eran de él, esas pequeñas siluetas eran realmente de las manos del pequeño.

El nudo en mi garganta aumentó y la culpa me golpeó.

—Antes que me dijera mamá que estaba embarazada, yo lo sabía, pero podía ver una especie de niebla en su vientre, sabía que el bebé iba a morir.

—Creí que habías dicho que no podías ver la muerte.

Mire a Teo, tenía en su cabeza un gorro gris, me gustaba como se veía, sus manos escondidas en las profundidades de su chamarra de mezclilla. Debajo de esta una camisa simple color blanca.

—No sabía que era la muerte —mire de nuevo la lápida —. La primera vez que la vi fue hace menos de cuatro años, sucedió con una tía de mi madre. No nos conocíamos y ella quería conocerme, después de que le dijeran que yo soy el vivo retrato de mi madre cuando tenía mi misma edad. No quería ir, pero mamá me rogó que fuera. Su tía tenía cáncer, aparentemente estaba mejorando, pero aun así querían cumplir todos sus deseos —aún recordaba su cuerpo débil, era delgado, sus manos estaban tan libres de grasa que podía ver los contornos de los huesos de sus dedos, su cara estaba amarillenta, tan afilada que por segundos pensé que tenía también hepatitis—, la abrace y ella a mí, podía sentir sus huesos, la debilidad que las quimioterapias le habían causado a su cuerpo. No podía comprender como es que decían que estaba mejor, pero aun así, como todos, decidí tener esperanzas.

—Pero...

—Pero entonces entro esta cosa, estaba de pie, pero no era más que una niebla, entro y la cubrió por completo, en ese momento solo estábamos ella y yo, la tía de mamá se pudo dar cuenta que yo la podía ver y me dijo «No te asustes, solo me está abrazando», podía ver como en un segundo su piel era pálida para después estar ruborizada. Recordé lo que nos dijo la maestra de enfermería cuando estábamos por hacer muestro primer servicio, nos dijo «Recuerden chicos, que nunca tienen que darle esperanzas falsas a los familiares de nuestros pacientes, ellos mejoran cuando están por morir, mejoran cuando la muerte los abraza», supe entonces que la tía de mamá, iba a morir.

Teo frotó sus manos por su rostro.

—Ángel, cielos, no deberías haber descubierto estas cosas tu sola, me imagino como de confusa debiste estar.

—Quizá tienes razón, pero de alguna manera eso me hizo más fuerte, solo me arrepiento de no haber dicho algo —señale de nuevo la lápida—, la muerte, no fue la única vez que se dejó ver, hace dos años un primo tuvo un accidente de moto, ayude con su cuidado en el hospital, ahí fui testigo de como de nuevo la muerte abrazaba a dos personas, las mismas que dos semanas después supe habían muerto. Cuando fui testigo de nuevo unos meses atrás, como la muerte abrazaba el vientre de la amiga de mamá, debí de haber abierto la boca.




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