Washington D.C. – Departamento Federal de Inteligencia – 10:02 a.m.
Los ventanales del edificio del FBI reflejaban un cielo sin nubes. Desde una sala de reuniones en el piso 38, Yelena Hardy, sin máscara ni armamento, observaba la ciudad con una taza de café en la mano. Vestía informalmente, con jeans oscuros y una chaqueta de cuero desgastada. A su lado, una carpeta marcada con la palabra ULTRACLASE reposaba sobre la mesa metálica.
—¿Sabes lo que estás diciendo, Hardy? —dijo el director Marlowe, un veterano de rostro endurecido por décadas de secretos.
Yelena asintió con calma.
—Sebastián Pullman no está muerto. Sobrevivió al ataque en Viena y se ha reactivado. Él es DARKSHOOT. El líder original del Proyecto U. El origen de todo.
Los agentes del FBI intercambiaron miradas. Marlowe se inclinó hacia adelante.
—¿Tienes pruebas?
Yelena abrió la carpeta. Fotografías tomadas por Cuervo en la Aguja Rota, capturas de código P-07, y una imagen borrosa de Pullman en la base del Himalaya.
—Esto es lo que tengo. Y créanme… esto no es lo peor.
Se levantó y conectó una memoria USB a la pantalla del salón. Mostró imágenes de las cápsulas criogénicas.
—Hay 300 sujetos genéticamente modificados dormidos en estaciones ocultas alrededor del mundo. Uno de ellos… Valentina Rodríguez, también conocida como UltraGirl. Si Pullman los despierta, no estamos hablando de guerra. Estamos hablando del fin del equilibrio global.
Silencio.
—Y tú, ¿quién eres en todo esto? —preguntó una agente joven.
Yelena respiró hondo.
—Soy Nova-19. El último archivo del Proyecto U. No fui creada para ser un arma. Fui creada para elegir. Elegir si la humanidad sobrevive… o evoluciona.
Las luces del salón parecieron atenuarse ante sus palabras.
—Si no me creen, no importa. Pero si no me ayudan, cuando Pullman active a uno solo… será tarde.
Marlowe cerró la carpeta y asintió con lentitud.
—Iniciaremos un rastreo satelital sobre las coordenadas del Himalaya. Pero si esto se filtra, el pánico será global. No podemos permitirlo.
Yelena se dirigió hacia la salida.
—Entonces empecemos a movernos. En silencio… pero rápido.
Base Fantasma – Cordillera del Himalaya – 17:11 p.m.
Una tormenta de nieve arremetía contra la cúpula negra semienterrada en el hielo. En el interior, Pullman caminaba por un pasillo iluminado por luces rojas. Su brazo izquierdo, cibernético, chasqueó al abrir una compuerta de seguridad.
Entró en una cámara circular, donde una gigantesca máquina central latía como un corazón metálico. A su alrededor, cápsulas vacías comenzaban a activarse… no con cuerpos humanos, sino con drones biomiméticos: criaturas de carne y metal diseñadas para proteger el despertar de los Mega Humanos.
—Los drones sombra están listos para desplegarse —informó su asistente virtual—. El código de control mental para los sujetos prioritarios 001 a 010 está cargado.
Pullman acarició un núcleo de energía flotante.
—No los despertaremos aún… pero deben soñar con el nuevo mundo.
Se dirigió a una pantalla donde aparecía la cara de Yelena, tomada de la cámara del FBI.
—Ella se está moviendo. Quiere detenerme.
Su mirada se endureció.
—Pero Nova-19 fue hecha para ser un dilema... y yo, para ser la única opción real.
Washington – Departamento de Inteligencia – 19:22 p.m.
De vuelta en su refugio temporal, Yelena miraba por la ventana mientras la ciudad seguía su curso. Nadie sabía lo que se avecinaba. Nadie sentía el peso de la elección que cargaba en sus manos.
En su muñeca, el panel de Cuervo vibró.
> “Tengo una pista. Hay un transmisor oculto en las Montañas Rocosas. Usado por el Proyecto U en los años 90. Puede que esté vinculado al código P-07.”
Yelena cerró el panel y recogió su equipo.
—Hora de seguir las sombras —susurró—. Antes de que se conviertan en el mundo.