La puerta se cerró detrás de ella con un suspiro metálico.
Yelena Hardy caminó a oscuras por el salón de su apartamento, aún con los rasguños y magulladuras de la noche anterior. El silencio era espeso, apenas interrumpido por el leve zumbido del refrigerador y el tic del reloj en la pared.
Entró a la cocina y preparó café, como si la rutina pudiera devolverle la calma. Pero su mano temblaba al sostener la taza.
Abrió su tableta táctica y comenzó a investigar frenéticamente. Fotos granuladas, rumores, patrones de energía: buscaba cualquier información que la guiara hacia aquel ser cambiante. Spectrum no aparecía en ningún archivo oficial, ningún registro de superhumanos conocidos. Nada.
Solo silencio... hasta que la televisión se encendió sola.
> “Última hora: las autoridades han liberado por falta de pruebas a Sebastián Pullman y Jhonatan Hardy, antiguos acusados por crímenes relacionados con operaciones encubiertas. Se desconoce su paradero actual.”
Yelena dejó caer la taza. El café caliente manchó el suelo. No era solo el ataque en la feria. No era solo Spectrum. Ahora su pasado volvía por ella.
Tomó su teléfono, respiró hondo y marcó.
—Sophia, necesito reunión de emergencia. Llame a Frederick, Teresa, y localiza a Ghost. También quiero a Deadshoot aquí. Ya.
Minutos después, su equipo se reunió en la base subterránea. Deadshoot llegó último, revisando un informe con expresión seria.
—Tenemos un problema —dijo directo—. Me informaron que Jhonatan y Sebastián están tras una instalación abandonada. Intentan acceder a un módulo criogénico de alto nivel.
—¿El laboratorio del proyecto Mega? —preguntó Sophia, frunciendo el ceño.
—Exacto. Quieren despertar a Valentina.
Frederick y Teresa se miraron, tensos.
—¿La mujer de la cápsula? —dijo Teresa—. La vimos en nuestra última misión, esa con la energía inestable...
—Esa misma —afirmó Deadshoot—. Si la activan, será una fuerza imparable. Lo que hizo con Xadron fue solo el principio. El archivo 1865 la cataloga como el primer Mega-Humano funcional.
—¿Qué tan peligrosa es? —preguntó Ghost, con su tono habitual de calma sobrenatural.
—No tiene debilidades conocidas. Lo único que la mantiene bajo control es ese sistema criogénico y el protocolo de activación codificado por August Kreel —explicó Yelena.
—Entonces hay que ir ahora —concluyó Frederick—. Destruir la computadora. Toda. No pueden tener esa ventaja.
Yelena asintió. Su mirada era firme, pero sus pensamientos estaban rotos.
Su padre iba a despertarla para matarla.
—Vamos. No dejaré que la historia de 1865 se repita.