La oscuridad envolvía el laboratorio abandonado mientras una figura solitaria caminaba entre cables desconectados y luces parpadeantes. Sebastián Pullman, con la mirada decidida, se acercó al robot que contenía la conciencia digital de August Kreel.
—¿Estás seguro de que puedes despertar a Valentina? —gruñó Pullman.
—Como te dije, el sistema está en proceso de reinicio. Necesita al menos una semana para restaurarse completamente —respondió el androide con la voz electrónica de Kreel.
Pullman sacó su arma. —No tenemos una semana.
Un disparo.
El robot se desplomó, chispas brotando de su cabeza metálica. Pullman se agachó sobre el panel principal y comenzó a manipular manualmente los circuitos, acelerando el reinicio.
Mientras tanto, el equipo de Yelena descendía del avión. Bajo la tenue luz de la madrugada, Yelena se mantenía unos metros atrás, hablando por teléfono con el coronel de las Fuerzas Armadas.
—Tiene que entenderlo, coronel. Si Valentina despierta, no será solo una amenaza nacional. Será global. El poder que ella contiene… es incalculable. Como un millón de bombas nucleares estallando al mismo tiempo.
—Entendido, agente Hardy. Proceda con su equipo. Buena suerte.
El operativo se dividió en tres frentes:
Puerta principal: Yelena, Sophia y Ghost se abrieron paso disparando contra los primeros terroristas. Ghost atravesaba las paredes como humo mientras eliminaba objetivos con precisión. Yelena lideraba, imparable, derribando enemigos con movimientos tácticos y certeros.
Desde el techo: Frederick y Teresa descendieron en cuerdas. Se movían con sigilo, neutralizando enemigos con armas silenciosas. Teresa ejecutaba maniobras letales, Frederick disparaba sin fallar una sola bala.
Puerta trasera: Deadshoot irrumpió solo, con sus botas pesadas y su fusil cargado. Dentro, se topó con su peor enemigo: Jhonatan Hardy.
—Viejo amigo... ¿vienes a morir otra vez? —escupió Jhonatan.
La batalla fue brutal. Fuego cruzado, golpes, cuchillos. Al final, Deadshoot venció, dejando a Jhonatan inconsciente. Pero la victoria le costó. Exhausto, cayó de rodillas, respirando con dificultad.
Los otros grupos llegaron justo a tiempo para enfrentarse con Pullman. Este ya había iniciado el protocolo de activación, pero estaba herido tras manipular los sistemas eléctricos.
—¡No pueden detenerla! ¡Es el futuro de esta guerra! —gritó Sebastián antes de lanzar una granada.
Una pelea caótica estalló. Golpes, disparos, gritos. Finalmente, Ghost usó su habilidad para desarmar a Pullman, mientras Yelena lo noqueaba con un golpe al mentón. El equipo lo inmovilizó y lo llevó de regreso a prisión junto con Jhonatan.
Yelena se acercó a la consola donde una cuenta regresiva parpadeaba: 52% completado. Sin dudar, sacó una carga explosiva, la colocó y se alejó.
—Adiós, Valentina —susurró.
BOOM.
La computadora que activaba a Valentina fue destruida.
O al menos, eso creyeron.