El eco de pasos resonaba en los corredores fríos del Laboratorio Omega, oculto bajo un complejo militar olvidado. Spectrum, al frente, avanzaba con decisión. Tras él lo seguían los renacidos Spirit y Spectro, junto a la poderosa Louise Greece, activada recientemente con una sed de sangre marcada en sus ojos.
Al llegar a la cámara principal, decenas de cápsulas criogénicas se alineaban como tumbas verticales. Dentro: Mega Humanos aún sin despertar, cada uno portando un potencial incalculable.
—Estos… no están con nosotros —murmuró Spectrum con desprecio—. Si no son aliados, son amenazas.
Se giró hacia Louise.
—Haz lo que sabes hacer.
Louise avanzó sin dudar. De sus manos, energía psicoeléctrica chisporroteó, mezclándose con un aura roja generada por la energía oscura implantada durante su activación. En cuestión de segundos, descargó su poder, reventando las cápsulas una a una. Los cuerpos fueron incinerados, gritos apagados jamás oídos.
Cincuenta y ocho Mega Humanos perecieron antes de despertar.
En otro rincón del mundo, Yelena disfrutaba una salida tranquila con Zara y Lucia. Después de cenar en un local urbano, caminaban por las calles de Nueva York riendo como si el pasado no doliera.
En una esquina, un joven era atacado por otros tres.
—¿Deberíamos…? —preguntó Lucia.
—No esta vez —respondió Yelena con la mirada fija, pero el corazón apretado—. No hoy.
Su celular vibró. El coronel.
—Yelena… hay un problema grave.
Alguien ha asesinado a todos los Mega Humanos en una base en Las Vegas. Cincuenta y ocho. Y esta mañana, otros veinticinco murieron en Washington.
—¿Cómo? ¿Quién haría eso?
—No sabemos. Pero esto no es obra de ningún humano.
Yelena apretó el teléfono contra su oreja.
—Entonces… es una advertencia.
Esa advertencia se materializó en el cielo.
El Guardian X, imponente, descendió frente a Spectrum y su equipo. Su voz, profunda, era casi tectónica.
—Has cometido un crimen contra el equilibrio de vida en este planeta. El castigo… es muerte.
Spectrum dio un paso atrás.
—Louise. Ve.
Louise se lanzó al ataque. Su velocidad era brutal, sus golpes más rápidos de lo que el ojo humano podía seguir. Pero el Guardian X no era humano. Desvió cada ataque con calma inhumana.
En menos de un minuto, el cuerpo de Louise fue lanzado contra una pared con una fuerza letal. El crujido de sus huesos y su respiración detenida confirmaron lo inevitable:
había muerto.
Spirit y Spectro no esperaron órdenes. Usaron un detonador oculto para liberar una nube de escape y desaparecieron junto a Spectrum entre el humo y los escombros.
Desde su escondite, August Kreel, en un cuerpo robótico diferente, observaba el fracaso con ojos digitales. No quedaban cartas por jugar.
Activó una última medida.
> PROTOCOLO DE AUTODESTRUCCIÓN INICIADO
Tiempo estimado: 15 minutos
Las luces del Laboratorio Omega en Nueva York comenzaron a parpadear.