La tierra temblaba. Las capitales de Europa del Este ya estaban sumidas en llamas, los cielos surcados por drones asesinos y el estruendo metálico de las tropas robóticas que marchaban sin descanso. En el centro de comando principal del ejército de máquinas, August Kreel se ajustaba el guante cargador en su brazo derecho mientras observaba los mapas tácticos. A su lado, el Guardian X, inmutable y dominante, contemplaba sin emoción la destrucción que se expandía como una plaga.
—Avanzamos por el este sin resistencia —informó uno de los técnicos—. Solo pequeños grupos dispersos de resistencia local, todos superados en minutos.
—Perfecto —murmuró Kreel, su mirada encendida—. Que el fuego siga expandiéndose. El mundo va a doblegarse... o perecer.
El Guardian X miró al horizonte.
—Y aún no ha despertado nuestro mayor obstáculo.
En Nueva York, desde lo alto del edificio donde ahora vivía junto a YELENA, Valentina se encontraba sentada con las piernas cruzadas, el cuaderno abierto sobre las baldosas calientes. La brisa acariciaba su cabello suelto mientras el sol del mediodía iluminaba las páginas llenas de bocetos: diagramas, símbolos antiguos, parte del mecanismo que había sentido en sus sueños, recuerdos borrosos del experimento en 1760.
Entonces, un agudo dolor le atravesó el cráneo.
—Agh... —soltó, presionándose la cabeza.
Cerró el cuaderno y se levantó tambaleante, bajando al apartamento. Encendió el monitor conectado al núcleo de su sistema interno, el chip neuronal que August Kreel había incrustado en su médula espinal siglos atrás.
El código fluía en pantalla como una cascada digital.
[NUEVO MÓDULO EN PROCESO DE INSTALACIÓN]
→ SUBSISTEMA: DURABILIDAD TOTAL ACTIVADO
→ ACTUALIZACIÓN: PIEL INTANGIBLE – RESISTENCIA TOTAL INICIADA
→ CAPACIDAD: INMUNIDAD A IMPACTOS, ARMAS, FUEGO, EXPLOSIONES, CARGAS NUCLEARES.
Sus ojos se abrieron con asombro. Sintió el pulso de su cuerpo cambiar. Un nuevo poder nacía en su interior. Su piel comenzaba a endurecerse, no como metal, sino como una membrana invisible, impenetrable. Su respiración se aceleró, no por miedo, sino por conciencia. Estaba volviéndose… invencible.
A cientos de kilómetros de distancia, el equipo de YELENA se había dividido como lo habían planeado. La idea era frenar el avance de los robots por las cuatro direcciones que amenazaban con cercar la costa este.
NORTE – GHOST Y DEADSHOOT
La nieve caía con violencia mientras el cielo era iluminado por las ráfagas azules de los rayos láser de los drones. Ghost giraba entre sombras, apareciendo y desapareciendo para eliminar unidades enemigas, mientras Deadshoot disparaba sin cesar, cubriéndolo desde las alturas.
—¡Son demasiados! —gritó Deadshoot mientras una explosión lanzaba su cuerpo contra un muro de hielo—. ¡Nos están rodeando!
—¡Sigue disparando! —rugió Ghost—. ¡No pueden ganarnos si no dejamos de pelear!
SUR – YELENA Y TERESA
YELENA atravesaba las filas robóticas con rayos de plasma saliendo de sus guantes, mientras Teresa cubría sus flancos con campos de fuerza esféricos. Cada enemigo abatido parecía ser reemplazado por tres nuevos.
—¡Nos están empujando hacia el mar! —gritó Teresa, jadeando.
—¡Aguanta! —YELENA cargó una bomba de energía y la lanzó contra un tanque robótico, destrozándolo en mil pedazos—. ¡No nos rendiremos!
ESTE – FREDERICK
Solo, con sus habilidades psíquicas al máximo, Frederick flotaba sobre una colina, conteniendo con su mente una estampida de diez robots. Sus venas marcadas y sus ojos blancos brillaban.
—¡No... dejaré que crucen... esta línea!
Pero un disparo de artillería lo hizo caer. Su escudo mental fallaba.
OESTE – SOPHIA
Sophia había usado todos sus artilugios tecnológicos, y ahora solo quedaban minas y una pistola de energía. Corrió entre los árboles de un bosque en llamas, respirando con dificultad.
—Vamos, Sophia... solo unos segundos más...
Una unidad gigante se alzó frente a ella, apuntándole con cañones duales.
Ella cerró los ojos.
Y entonces... todo se detuvo.
Un estruendo como ningún otro sacudió el continente.
Valentina, ahora descendida del cielo con velocidad supersónica, atravesó el campo de batalla como un cometa dorado. Su cuerpo emanaba poder. Su piel brillaba con una luz que deformaba la atmósfera a su alrededor.
En el norte, Ghost y Deadshoot vieron cómo cientos de robots explotaban al mismo tiempo sin explicación. Valentina emergió del humo, caminando sin inmutarse, los ojos fijos, el cabello ondeando con furia.
—¡Valentina! —exclamó Ghost.
—Hora de acabar esto —dijo ella, y se elevó de nuevo en el cielo.
En el sur, YELENA y Teresa retrocedían cuando una muralla de fuego robot explotó como si una bomba invisible los hubiera borrado del mapa. Valentina descendió, giró sobre su eje y lanzó un rugido sónico que derribó los restos enemigos.
YELENA cayó de rodillas, sorprendida.
—¿Cómo...?
Valentina le sonrió.
—Nueva actualización.
En el este, Frederick, cubierto de sangre, vio a Valentina tomar a un robot gigante por el cuello, levantarlo con una sola mano y aplastarlo contra el suelo con tal fuerza que se abrió una grieta de varios metros.
En el oeste, Sophia se preparaba para morir... pero cuando abrió los ojos, solo vio piezas humeantes alrededor. Valentina se acercó y le tendió la mano.
—Estás bien.
Sophia solo asintió, sin palabras.
Minutos después, en lo alto de una colina, el equipo entero volvió a reunirse. Los cuerpos de los robots enemigos cubrían el paisaje. Valentina estaba de pie en medio de todos, sin un solo rasguño. Era la nueva era.
YELENA se acercó a ella.
—Nos salvaste.
Valentina bajó la mirada.
—Lo haría de nuevo. Porque esta vez... esta vez el mundo no va a arrebatarme lo que soy.
Desde una estación satelital oculta, Kreel y el Guardian X observaban en las pantallas los cuerpos de sus robots hechos pedazos.