Novia desafortunada

Extra: Un destino que no es nuestro 4

Giorgio

No fue fácil conseguir esta flor, ha viajado en avión por varios kilómetros, pero estoy seguro de que si Sofia lo ve me dará una oportunidad. Le demostraré que mis sentimientos hacia ella son reales, que no estoy jugando.

La contemplé en silencio mientras comenzaba a llover. Sofía solo me miró a lo lejos antes de besar a ese hombre. En ese momento sentí que mi corazón se rompió en pedazos, que mi vida entera caía a un foso oscuro.

La lluvia comenzó a caer con mayor fuerza y no sé en que momento la caja que sostenía en manos se resbaló de mis manos. Pero mis ojos no pueden despegarse de lo que ve, verla abrazar y besar a otro hombre.

En eso un paraguas cubrió la lluvia que caía sobre mi cabeza y sin mirar de quien se trataba el chofer me habló.

—Señor esta lloviendo, se va a enfermar si sigue ahí —señaló con seriedad.

Moví la cabeza sin decir nada y recogí la caja del suelo secándola con mi chaqueta para girar lentamente y volver al auto.

—¿A casa? —me preguntó al subir.

—Sí… —musité sin mirarlo.

La lluvia golpeteaba el vidrio con fuerzas, siento un dolor horrible en el pecho, pero la entiendo. No podría amar al mismo tipo que le hizo tanto daño a su amiga, lo entiendo. Sonrio desanimado antes de llevarme la mano a la cara y llorar.

Lloro con dolor, arrepentimiento sintiendo como me ahogo sin poder sacarme esta tristeza del pecho. Las lágrimas calientes ruedan por mi rostro y quisiera dejar escapar los quejidos de desamor que contengo a la fuerza.

Si hubiera sabido que dolía tanto amar nunca hubiera amado, si hubiera sabido que más que alegrías solo sentiría como si estuviera agonizando en vida nunca hubiese aceptado esos sentimientos.

La lluvia sigue cayendo con fuerzas, pero en ese momento vi a una mujer parada cerca de la carretera con un paraguas de tono rosa, tal como el que usaba mi hermana. Y cuando alzó su rostro y me sonrió con tristeza me di cuenta de que es ella, no puedo estar soñando. Estaba a punto de decirle al chófer que se detuviera, pero un ruido ensordecedor acalló mi voz.

Sofia

Me quité el abrigo mientras afuera no deja de llover con fuerzas. El calor del interior del hogar de Rafaela es agradable, más con el suave aroma dulce que inunda el lugar. Me indica que está intentando preparar unas galletas, aunque las ha quemado en el primer intento.

—Leonardo es un excelente cocinero, pero me gustaría también poner de mi parte —señala con gesto divertido mientras mete una bandeja al horno.

Se quita sus guantes antes de saludarme.

—Qué raro día de verano, estamos a días de la navidad y hoy llueve como si fuese invierno —exclamó mirando hacia la ventana.

—Es bonito que llueva así —indiqué notando como arrugaba el ceño.

—No me gusta el frio.

Es una quisquillosa. En esos se escuchó el llanto de un bebé y Rafaela se dirigió de inmediato hacia la habitación.

Observó como la lluvia cae en el jardín y aunque no quisiera no puedo evitar recordar a Giorgio parado bajó la lluvia mientras besaba a mi cita de ese día. Su mirada triste y decepcionada, pero espero con eso que deje de seguirme que entienda que con él no quiero nada. De mal humor me alejó de la ventana.

—¿Estás bien? —me preguntó Rafaela que viene con su bebé en sus brazos.

—Bien, solo un poco molesta, mi cita era un idiota, lo besé y quería que nos acostáramos, hasta quiso llevarme a un hotel, pero le di una buena patada en la entrepierna. Que fastidio con estos hombres —reclamé mientras ella me miraba preocupada.

—No lo sé, me asusta esas aplicaciones de citas —agregó.

Crucé los brazos antes de sonreírle y luego palpar su hombro.

—Nada pasara, soy muy fuerte. Además, me gustan las emociones fuertes, no soy una mujer que busca una vida típica, de novio, matrimonio e hijos, y no te ofendas, pero eso no es lo mío —le dije con un tono jovial.

—O sea debo olvidarme de ser tu dama de honor en tu matrimonio —reclamó de inmediato.

Bufé ante la expresión divertida de Rafaela que alzaba a su bebé en brazos.

—No es la vida que quiero, soy libre —señalé con gesto divertido—, no soy de casarme, quedarme con un solo hombre ni menos tener un hijo… líbreme, Dios de todo eso.

Rafaela alzó sus cejas sonriendo.

—¿Ni siquiera con Giorgio Santoro? —le preguntó con cierta complicidad.

—¿Estás loca? ¿Cómo podría involucrarme con ese tipo después de todo lo que te hizo? —respondí de mala gana.

Rafaela me miró con una suave sonrisa acunando a su bebé y se sentó en el sofá antes de bajarle volumen a la televisión.

—La verdad, es que sí, no es algo fácil de perdonar, pero no me molestaría que ustedes estuvieran juntos. Si sus sentimientos son sinceros y te hiciera feliz lo perdonaría. Al fin de cuenta nos ayudó también a descubrir los planes de la madre de Leonardo —agregó con sinceridad.

Se reporta que hubo un accidente en la ruta 54 norte, varios vehículos resbalaron y chocaron y se reportan tres personas fallecidas…

Suspiré dejando caer a su lado con gesto de fastidio, en todo caso luego de besar a ese hombre a ojos de Giorgio es muy difícil que vuelva a buscarme, los hombres son orgullosos y caprichosos.

Aunque no puedo evitar, al saber que Rafaela no se molestaría, como serían las cosas si le diera una oportunidad. Parecía sincero cuando se declaró, entrecerré los ojos, resoplando inquieta. No debería siquiera pensar en eso, y más cuando mi corazón se agita sin que pueda evitarlo.

Entre los muertos se encuentra el importante empresario Giorgio Santoro, lo que ha provocado un gran impacto en el mundo empresarial y político…

¿Qué acabo de escuchar? Giré mi atención al televisor y luego miré a Rafaela quien con la mano temblando subió el volumen, en la pantalla del televisor hay una fotografía de Giorgio.

Un joven empresario que estuvo hace poco involucrado en un caso de secuestro, pero del cual no se pudo demostrar nada, también se desempeñó en el área de la hostelería y…




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