Nuestra Estación

Reina. 5.

5

Reina

Vanesa🌸

Viernes 10 de marzo del 2023.

Parpadeo intentando despertar, abro los ojos y despierto. Suspiro y me siento, agarro mi celular miro la hora: son las nueve de la mañana.
—Ay no. Es tardísimo.
Me levanto rápidamente y me meto al baño. Me doy una ducha muy rápida y salgo del baño con una bata de toalla y otra toalla enrollada en la cabeza. Me cambio de ropa y me lavo los dientes. Coloco unas argollas dobles y anchas en las orejas, y un cintillo de fantasía. Al salir de mi habitación, veo a mamá tomando café y a papá agarrando su guitarra, que está en su funda. Él me mira y sonreímos.
—Buenos días, muñequita. Ya me voy a trabajar —me informa. Bajo la mirada y suspiro. Él revisa su bolcillo y saca unos billetes verdes con un dibujo de un yaguareté—. Toma, cómprate algo en el colegio —me dice, me ofrece los billetes.
Me acerco a él, agarro los billetes y los guardo en el bolcillo de mi jean. Luego, lo abrazo.
—¿A qué hora vas a venir? —pregunto.
—No sé, pero no te preocupes ¿sí? Vos concéntrate en el secundario.
—Bueno... —él me abraza y me da un beso en la cabeza.
—Nos vemos, muñequita. Chau, amor —se despide de nosotras.
Me suelta y se acerca a mamá y le da un beso en el cachete.
—Chau cariño, cuídate.

Después de desayunar, voy a mi habitación, agarro mi celular que estaba en la mesita de luz al lado de mi cama, lo enciendo y veo un mensaje de Mia. Mia me mandó un mensaje:

Mia me mandó un mensaje:

Suspiro y grabo un mensaje de voz:
—No puedo un día de semana, sabes que mamá no me deja faltar al colegio. Voy a ver si me deja, pero no creo que lo haga —digo, despego el pulgar de la pantalla y envío el mensaje de voz.

Voy a ver si me deja, pero no creo que lo haga —digo, despego el pulgar de la pantalla y envío el mensaje de voz

Odio que me haga esto, lo hace a propósito. Sabe cómo es mi mamá, ¿por qué es así? Encima me dejarán sola en el secundario.
Salgo de mi habitación. Entro al comedor y veo a mamá revisando unos papeles en la mesa. Me acerco a ella y me siento enfrente, notando el aroma a café que desprende de su taza. Ella es adicta a él.
—Mamá.
Ella no despega los ojos de unos papeles que parecen muy importantes. Y quizás sí son más importantes que yo. La mesa está llena de documentos, una taza de café a medio beber y una lapicera azul.
—Dame un segundo —dice.
Suspiro y reboleo los ojos.
Pongo el codo en la mesa y apoyo mi cabeza en la palma de mi mano mientras espero. Moro alrededor, observando los cuadros en las paredes, recuerdo cuando era más chicas y la vida era más sencilla con mis papás.
—¿Qué querías decirme? —pregunta finalmente, levantando la vista hacia mí.
—Mia me invitó a pasar el día en su casa y a la noche van a hacer una pijamada con las chicas —informo.
—Ajá, ¿o sea que vos me pedís faltar al cole para ver a tus amigas un día más? No, no vas a faltar por algo que no es importante. Esperá hasta las vacaciones de invierno o el fin de semana —dice, volviendo a concentrarse en sus tontos papeles.
«Ah, sí, como si yo fuera super paciente», pienso mientras me desinflo en la mesa y uso mis brazos como almohada.
—No seas dramática, hija. Vas a ser abogada, no actriz —dice, sin levantar la vista.
—Pero voy a estar sola en el secundario —me quejo, sintiendo un nudo en la garganta.
—Al secundario vas a estudiar, no a charlar con tus amigas —obvio, eso iba a responder.
—¿Puedo ir a la pijamada? —digo, con una pizca de esperanza.
—No.
—¿Por qué no? —pregunto, algo que siempre pregunto, y ella siempre me da la misma respuesta.
—Porque no, Vanesa. No insistas. En las vacaciones de verano fuiste muchas veces a su casa; es suficiente. Esperá a las de invierno; el tiempo pasa rápido.
Escucho cómo ella se levanta de la silla y se acerca a mí, y pone la mano en mi hombro.
—Vas a ser una gran mujer, hija —dice. Escucho sus pasos alejarse de mí—. Nos vemos a la tarde, Vane.
—Chau.

Mamá no me dio otra opción. Voy directo al secundario; nunca fue una opción realista faltar, menos el primer mes. Ahí es cuando debo tener una reputación de chica estudiosa y responsable, según mi mamá. En realidad, ¿no está tan mal? Además, jamás desobedecí a mis papás, y hoy no será la primera vez, menos por Mia.
Bajo las escaleras, pongo mi tarjeta SUBE en la pantallita del molinete. La acepta, saco la tarjeta y la guardo en el bolsillo de mi jean. Paso por el molinete y ahí lo veo.
Veo a ese chico. Él está con sus auriculares y tiene los ojos cerrados. Está apoyado en la pared de la estación, con una expresión de dolor que me llama la atención. Llega el subte, y él no se mueve; es como si estuviera en otro lugar y no escuchara los ruidos de los subtes ni el bullicio de las personas que van y vienen. La estación está llena de gente apurada, pero él parece ajeno a todo.
Él abre los ojos, vuelve al mundo real y se acerca a las vías. Camina tranquilo con las manos en los bolsillos de su campera negra. El subte llega, nos acercamos a la puerta. Él no me mira, solo observa la puerta. Esta se abre frente a nosotros, entramos. Me siento al lado de la puerta porque hay dos asientos desocupados allí, y él se sienta a mi derecha. No me mira, saca su celular del bolsillo de su campera y lo enciende. Miro de reojo la pantalla de ese aparato; él está en Spotify y pone la letra de la canción que está escuchando. La canción se llama "Reina", y la letra dice:




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