Nuestra historia

Mei Ring

¿Por qué no le gustaba a los chicos? Muchos me dijeron que era porque no soy lo suficientemente rosa, que es lo que más les gusta a ellos. Pero, aún tratando de ser la chica más rosa, a nadie le gustaba.

 

Pero, me quedé traumada con ser rosa que tuve un problema con mi departamento, y mis dos amigos me tratatan de ayudar, mi amiga trata de que todo el departamento sea rosa, pero, está empezando a pintar de blanco, y mi amigo va por mi comida, ya no puedo salir, porque estoy tan acostumbrada a solo ver rosa, que si en algún momento salgo, no podré, con los colores tan grises que hay en la calle, casas y todo eso.

 

—Ya llegué— gritó mi mejor amigo al entrar a la casa. —Ah.... creí que estaban en la habitación—.

—No— dijo Sara, sonriendo y me señaló en el sillón.

—¿Malteada de fresa, pan de fresa pintado con colorante vegetal, chocolate rosa, y el vaso rosa?— pregunté para verificar que lo que trajera fuera lo correcto.

—Si, si, si y si, y ya que yo y Sara no hemos desayunado, también traje para nosotros—.

—¿Todo es rosa verdad?— preguntó Sara y Johnny asintió.

—Sabes como se pone si las cosas no son de ese color— esas palabras si me hicieron sentir mal, pero, no podía hacer nada, realmente actuaba de esa manera y era lo más ridículo que puedo hacer en mi vida.

 

La pantalla tenía una mica rosa, literal, todo era rosa en está casa, y ya me empezaba a doler la cabeza, pero, en algún momento tenía que salir de éste trance, o, ¿Iba a vivir toda mi vida así? Espero que no. Pero me fui a dormir con ese pensamiento.

 

—Me siento rara— dijo Lu abrazando mi brazo. —Jamas había venido a esté lugar—.

—Calmate Lu Alondra Brown, solo venimos a ver cómo bailan ellas dos— dije señalando a las chicas que parecen gemelas. —Son buenas ¿No?— dije mirándola.

—Si... mucho— llegaron otras chicas y un chico en diferentes momentos. —Pero, yo soy mejor—.

—No— dije divertida y negando. —Ellas son mejores Lu—.

—Me dices eso siendo yo tu mejor amiga— dijo indignada—.

—¿Y por qué no bailas?— dijo la chica que vino con el chico.

—Porque me da pena— contestó Lu.

—Ya... deja de poner en ridículo a los demás— dijo el chico.

—Yo no he dicho nada— dijo la chica inocentemente.

—¿Puedo bailar?— preguntó una chica de cabello morado.

—Si, claro— contesto una gemela de cabello azul.

—Uh... yo también— todas las chicas que habían llegado dijeron que querían bailar.

—¿Bailamos? ¿Lu?— pregunté entusiasmada.

—Bueno...— dijo casi a regañadientes.

 

Ese día fue el mejor de ese año, Lu y yo empezamos a conocer a las chicas con las que bailamos y nos empya caer bien, tenían diferentes gustos, y en algún momento las siete se volvieron mis mejores amigas, y aprendí el nombre de todas y jamás los pude olvidar.

—Lu... ¿Dónde estás cuando te necesito?— me dije a mi misma y giré en mi cama. —¿Dónde estás maldita Alondra?— dije apunto de llorar.

 

Las siguientes semanas Sara, Johnny y yo pasamos pintando el departamento y mi habitación de diferentes colores y ya no más rosa, y Sara me prestó ropa de otro color cuando quité la mica de la pantalla, y Johnny por fin me pinto el cabello de rojo sangre, me encantó, y seguí cambiando, todo lo que me rodeaba, pero, al terminar todo, todo cambió para mí.

 

—¿Te gusta?— preguntó Sara.

—No... no lo sé...—. dije viendo las paredes.

 

—¿Te gusta?— preguntó Lu mientras veíamos las pinturas en el museo.

—No... no lo sé le respondí y ella me miró. —Es que no lo sé, no me gustan esos colores y es raro—.

—Bueno, vámonos—.

 

—¿Qué tienes?— preguntó Johnny. —¿Mei Ring?—.

—Es que... no tiene color— dije mirando a toda la habitación. —Es muy triste—.

 

Los chicos se empezaron a preocupar por mi, jamás me había puesto tan alterada. Y eso lo sabían, saben muy bien, como son mis ataques de ansiedad, y este, era, como un, 6 o 7. No le pongo atención a nadie y miró a todos lados mientras digo que algo está mal, luego, si ninguno me hace nada, me hago bolita en el suelo, mientras me balanceó y grito en busca de ayuda.

 

—¿Qué número es?— preguntó Sara.

—Es un seis o sie...— no lo pude dejar terminar, porque ya había empezado a gritar. —Mei Ring...—.

—Abrazala, yo voy por su manta—.

 

Johnny me abrazó y me acorraló contra su pecho, para que no se escucharan mis gritos y trató de calmar. Hasta que llegó Sara y cubrió mi cabeza con la manta y Johnny me soltó. Y dejé de gritar.



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En el texto hay: drogas, suicidio, homoseualidad

Editado: 17.02.2021

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