Entre en dirección cuando habían pasado solamente 5 minutos de mi clase de la mañanas. Tenía un plan a seguir y para ello debía hablar con el director Marques.
Mientras la su recepcionista me anunciaba, recordé la primera vez que estuve en este sitio. No había pasado tanto tiempo pero para mi parecían años. Después de pisar este pasillo, ese despacho, habían cambiado tantas cosas. Había conocido a Terry y luego llegó Michael y ahora vivíamos juntos y eramos algo muy parecido a una familia y solo habían pasado unos meses.
—El director le espera. —anuncio la recepcionista justo después de colgar el teléfono que iba directo a dirección.
—Gracias. —susurre regalándole una pequeña sonrisa antes de girarme y dirigirme hacia la puerta.
Justo después de dar dos toques llegó a mis oídos la palabra "pase".
Entre sigilosamente en la estancia y me encontré con el director observando me por encima de sus gafas mientras me acercaba a su mesa.
—Buenas tardes señorita Montés. —dijo dejando los documentos de lado y preparándome toda la atención.
—Buenas tardes.
—Creo que tiene algo que decirme.
—Si sobre eso. —dude durante un momento. Luego recordé a mi pequeña y a su padre y todo lo que habíamos conseguidos juntos en esta última semana en la que habíamos vivido juntos.— Quiero hablarle sobre mis clases.
—Claro. ¿Qué sucede?
—Eh estado pensando mucho sobre un tema de mi vida personal y profesional últimamente. —espere algún comentario pero al ver que se quedaba en silencio continúe— Quiero aclararles que no pienso dejar de dar clases. Más bien espero que pueda eliminar una de mis frecuencias del día.
—¿Por que necesita que haga eso? —preguntó y vi que estaba claramente confundido.
—Eh pensado en volver a estudiar. —le deje saber— Quiero terminar mi curso de arte y diseño así como el de restauración. Para ello necesito un poco de tiempo libre y no puedo tener este sin renunciar a uno de mis turnos.
El señor Marques se quedó en silencio procesando mi petición. Sabía que era un poco arriesgado y que podría perder mi empleo si el no aceptaba mi oferta, pero la decisión estaba tomada. Volvería a estudiar así perdiese mi empleo.
—Entiendo lo que me pide señorita. —asegura— Y me alegra que mis empleados siempre estén buscando la superación.
Salí de allí con una sonrisa radiante en el rostro.
***
—Cariño recuerda que debemos permanecer en silencio si queremos sorprender a papá. —le recordé a Noa mientras colocaba su cabello detrás de su oreja pues el viento hacia estragos y se lo metía en sus preciosos ojitos grises iguales a los de su padre.
—Shi mami. Noa cadadita y ben pota. —dijo con una sonrisa que me lleno de ternura.
—Así mismo bebé. —me puse de pie y la tomé de la mano mientras nos dirigíamos a las puertas giratorias del edificio donde Michael tenía su empresa.
Recientemente me había enterado de que el edificio también era suyo y digamos que me sorprendí vastante.
Después de reunirme con el director, Terry me había sugerido darle una sorpresa a Michael para contarle la noticia. Yo me había vuelto loca en el instante y decidí llevarme a mi como sorpresa directamente hasta su oficina.
Terry amo la idea y comenzó a preparar todo al instante.
Asi que ahora nos encontrábamos allí recorriendo el vestíbulo junto a su pequeña con un almuerzo preparado para nosotros y la ilusión de poder sorprenderle y contarle la reciente noticia.
—Buenos días. —salude a la recepción que me dedico una corta mirada.
—Buenos días. ¿En qué puedo ayudarla? —preguntó secamente.
Yo mantuve mi sonrisa intentado que la frialdad de la recepcionista no me afectase. Recordé los consejos de Terry para que permitiesen mi entrada.
—Vengo en nombre de la señorita Terry Lewis, —hice una corta pausa buscando la atención de la recepcionista. No la obtuve.— me ha pedido que le de un mensaje urgente al señor Lewis. Así que me preguntó ¿si me permitiría subir a dejárselo?
La recepcionista me miró al fin y vi un gran desdén en su mirada aunque también hacía algún tipo de desinterés.
Suspiro agotada y busco algo en al otro lado del ordenador. Después de unos minutos alargo la mano entregándome una Identificación.
—Es el piso 23. Del todo hasta arriba. —me dejo saber una información que ya poseía.
—Gracias. —susurre logrando una pequeña victoria y decidida a continuar.
Mi pequeña y yo retomamos el camino hacia el ascensor con mi anterior alegría aún latente y sobrecogida por esta aventura que había empezado.
Cuando el ascensor se abrió me sorprendí al encontrar a un hombre dentro. Debía de venir del estacionamiento. Era más o menos de la misma edad de Michael y podía decir que de la misma estatura. Aunque este era rubio y tenía unos ojos azules preciosos. Ojazos que ahora me miraban así como a Noa que se mantenía en silencio junto a mi.
Estuve a punto de felicitar a mi hija por no romper su promesa de permanecer en silencio y portarse bien.
Me incline para marcar el piso al que subiría y volví a sorprenderme al ver que ya estaba marcado. Volví a presionarlo antes de volver a mi sitio y permanecer en mi esquina del ascensor mientras observaba las puertas cerrarse y como comenzaba subir planta a planta.
—Es una niña encantadora. —me gire sorprendida hacia el hombre del que procedía el alago.
Intente recuperarme del impacto que me había causado la sorpresa para responder al comentario. Pero alguien se me adelanto.
—Gachias. Uste tamben guapo. —aseguro Noa con una sonrisita pícara en el rostro que me instó a sonreír también.
El desconocido soltó una carcajada estruendosa y nego débilmente.
—Siempre es bueno tener uno que otro alago. —aseguro devolviéndole la so risa pícara a mi hija a la que se le enrojecieron las mejillas.— Debo añadir que tienes unos ojos preciosos y que me recuerdan a alguien, pero no estoy muy seguro de que a quien.
—Nos pasa seguido. —dije.
Quizás el desconocido conocía a Michael.
Asintió volviendo al silencio que perfeccionarlo entre nosotros hasta que las puertas volvieron a abrirse.
El ascensor quedó vacío tras salir hacia un precioso vestíbulo donde se encontraba otra recepcionista. Era vastante moderno y estaba muy bien decorado.
—Señorita Montés.
Me gire buscando a la persona que me llamaba y me encontré con el asistente de Michael. Félix y yo nos habíamos conocido y visto en unas escasas ocasiones en las que el había estado por el apartamento por razones de trabajo. Me sorprendió mucho que aún recordase mi apellido.
—Señor Félix. —susurre. Félix dedico una miradita a Noa.— Hemos venido...
—Félix, ¿donde está Michael? —preguntó el desconocido dándome la razón sobre mi sospecha de que conocía a Michael.
—El señor se encontraba en una reunión fuera pero ya debe estar en el edificio o subiendo por el ascensor. —Explicó Félix.
—Puedes decirle que necesito verle. —ordenó el desconocido.
—Mami, papi no vene. —dijo Noa llamando mi atención y la de los demás presentes.
Dedique una corta mirada a Félix quien permaneció en silencio y luego a aquel desconocido que la miraba extrañado y confundido. Volví a Noa y le sonreí.
—Ya está en camino amor. Venimos a darle una sorpresa después de todo.
Mi niña suelta una risita encantadora y yo sonrió en consecuencia.
En eso se escucha la companita del ascensor anunciando su llegada y todos nos giramos hacia dicho lugar. Observo embelzada como mi hombre entra en el precioso vestíbulo tan bien decorado con su traje oscuro de tres piezas y con su corbata gris que está mañana le ayude a colocarse. Se veía espectacular y venía distraído. Su sorpresa fue clara cuando nos vio allí reunidos aunque aumento un poco al verme a Noa y a mi justo en el centro del vestíbulo de su empresa.
—Papii. —el gritito de Noa llena la estancia que se había sumido en un silencio justo después de que Michael detubiese su andar.
Escuche también el suspiro sorprendido de alguien a mi espalda así como vi la sonrisa encantadora del padre de mi hija al recibir a esta en brazos.
—Hola princesa. —deja besos en toda su carita y mi hija se retuerce. Michael se acerca a mi con nuestra hija en brazos y me sorprende al tomarme de la cintura y plantearme un beso frente a su asistente y el desconocido de hace un rato.— Hola preciosa.
—Sorpresa. —susurre contra sus labios antes de sentir como sonreía.
—Si que me debes esas copas. —dijo una a voz a mi espalda y al girarme me encontré con el desconocido observandonos— Urgentemente diría yo.
Editado: 31.05.2024