Nuestra pequeña familia.

Capítulo 6: Mami princesa.

—Este es perfecto. —aseguro Terry desde mi espalda observando mi reflejo en el espejo. 

—No se. —me gire para ver el gran escote en mi espalda y mi rostro no hizo más que decaer en la decepción.— No estoy muy segura de que sea lo que busco. 

En realidad no soportaba en vestido. Era muy descarado para mí gusto o incluso demasiado ajustado. 

Yo no era de ese tipo de chicas que amaban estos vestidos o que amaban enseñar más piel de la necesaria. 

—Mía no te ha gustado ninguna de los tres que te has probado. —acuso Terry en voz fastidiada. 

—Es que no me veo en este vestido o en una fiesta con el. —asegure volviendo a mi posición inicial en la que intentaba subir el escote en forma de corazón— Y mucho menos en una fiesta de tu madre. 

Si Míriam ya me consideraba una aprovechada caza fortunas, si aparecía por su casa con ese vestido terminaría creyendo que era una puta en toda regla. 

No. 

Difinitivemnte ese no era el adecuado. 

—Vale, buscaremos otra cosa. —dijo Terry antes de voltearse y hacer una seña a la dependienta que nos atendía para buscar más vestidos.— ¿Alguna idea de lo que deseas? —preguntó. 

Di un poco de vueltas a una idea que había estado en mi cabeza desde el primer vestido cuando recordé mi última incursión de compras con Terry. 

—En realidad... 

—¿Si? —Busco mi mirada en el espejo. 

—Eh estado pensando en algo más sencillo pero elegante. —propuse— Como aquel vestido que compramos la última vez. —Terry me miro confundida como si no recordase los echos que expongo.— Ya sabes el precioso vestido violeta que me regalaste hace unos meses. Aún lo tengo en el armario sin estrenar. 

—¿Me estas diciendo que tienes un vestido en el armario que te gusta y nos hemos pasado una hora provando vestidos que no soportas? —asiento— Pues vamos a buscar ese vestido. 

Me arrastra hasta el vestidor sin darme tiempo de opinar y sin escuchar mis protestas. 

—Terry detente. Espera. —se detiene frente a la puerta del vestidor— No se si el vestido es adecuado para la fiesta. 

Terry me mira con una ceja enmarcada antes de cruzar los brazos bajo el pecho y juzgarme con la mirada como su quisiera cogerme por los hombros y sarandearme por un rato. 

—Si mal no recuerdo el vestido era precioso y te quedaba espectacular. —asegura— Y si es lo que te preocupa, si que es apropiado para una situación como esta. Es perfecto debería decir. 

Sonrió la fin después de una hora de disgustos y muecas y me lanzó a sus brazos para abrazarla. 

—Eres la mejor amiga que eh podido desear. —aseguro— Aunque no se lo digas a Thony que deja de hablarme y es muy caro su perdón. —Terry suelta una carcajada y no puedo evitar seguirla— Aunque tengo que probarme el vestido. Creo que eh subido de peso en estos meses. 

Terry se calla al instante y me observa. 

—¿En serio? —asiento— ¿Desde cuando piensas eso? Yo te veo muy bien. 

Sonrió ante su cumplido. 

—Desde que vivo con tu hermano no hago tanto ejercicio como antes. Creo que comienza a pasarme factura las comodidades. —bromeo un poco aunque Terry permanecer en silencio y me indica que entre en el vestidor. 

*** 

Noa llevaba toda la tarde en el salón. Solita mientras dibujaba o corría por aquí o por allí. 

Su tita Terry había llegado después de la cena y le había traído galletas de sus favoritas. Esas con trocitos de chocolate que tanto le encantaban. 

Su tita Terry se había llevado a su mami a hacer cosas de chicas grandes, como ellas les llamaban. Noa se había quedado con la Martha, para que ella la cuidase. 

A Noa le caía bien Martha, era muy amigable y siempre le hacía sus platos preferidos o le hacía dulces y se los daba a escondidas. Noa quería a Martha tanto como a su recién enterada abuela Míriam. Aunque quizás un poquito más. 

La abuela Míriam solo le traía vestidos y algunos juguetes o la llevaba de paseo a lugares aburridos llenos de otras mujeres que no hacían más que pelliscarles sus mejillas. Nunca le traía galletas o la llevaba al parque. 

El abuelo Thomas era más agradable. Siempre le leía cuentos a Noa o le contaba historias interesantes. También le hacía cosquillas, muchas cosquillas. 

Durante toda la tarde Noa se entretuvo dibujando para su mami. A su mami siempre le gustaban sus dibujos y a Noa le encantaba ver sonreír a su mami cuando les enseñaba sus dibujos. También práctico las notas que papá le había enseñado en el piano. 

A Noa le encantaba el piano y practicar con papi. 

Su papi no lo sabía pero Noa ya había pensado, antes de que su mami le dijese que en realidad su papi era su papi, en preguntarle si podía ser su hija. Ella lo quería mucho y quería que él también la quisiese. 

Ahora todos era felices. Noa al fin tenía papá y su mami sonría aún sin darle sus dibujos. Eso hacia muy feliz a Noa. 

Cuando su mami volvió en la tarde Noa aún estaba correteando en el salón y también había pedido a Martha que le pusiese caricaturas por lo que siguió divirtiéndose mientras su mami sabía a su habitación con su tita. Pero cuando su papi llegó un rato más tarde no dudo en dejar las caricaturas para ir junto a él. 

Michael la recibió con los brazos abiertos y lleno su rostro de besos. Noa amaba que su papi la abrazase y le diese besitos. 

—Hola princesa. 

—Papi toca comigo. 

Michael sonrió. Estaba seguro que el amor que tenía Noa por el piano había sido heredada de él y amaba esa parte de su hija como amaba todo lo demás pero era sin duda le tocaba algo especial en el corazón. 

—Claro pequeña. —la dejo en el suelo y la tomo de la mano— Venga, vamos. 

Ambos se dirigieron de nuevo al salón que estaba lleno de juguetes y de los dibujos de Noa. El televisor aún estaba encendido por lo que Michael no dudo en desconectarlo antes de sentarse con Noa frente al piano. 

Noa, feliz por que su papi aceptase tocar con ella, no hizo más que sonreír durante el rato que estuvieron juntos. Ambos sonreían y de vez en cuando Micheal corregía alguna nota de Noa o le enseñaba alguna nueva para que ella siguiese la melodía. 

Aquello momentos con sus hija eran muy especiales y siempre intentaba aprovecharlos al máximo. 

—Shii. —grito Noa justo después de que su papi y ella termiancen la melodía. 

Michael sonrió a gusto con la felicidad de su princesita y volteado hacia la entrada busco la presencia de Mia en el salón que siempre acudía a ellos poco después de iniciar las notas. Le extraño mucho no encontrarla allí. 

—Cariño, ¿donde está mamá? —le pregunto a Noa. 

La niña que estaba ta junto al sofá dando brinquitos de alegría, se detuvo en seco y volvió a sonreírle a su padre. 

—Mami eta aliba con tita Terry. —indico antes de salir corriendo del salón. 

Michael pestaño extrañado pues Terry no te había comentado nada de su visita y se dio cuenta de que Mia tampoco. 

Decidió seguir a Noa y buscar a Mía. Pronto, al salir del salón, siguió el sonido de las risitas de Noa que venía de las escaleras y al llegar al segundo piso se detuvo junto a su habitación. 

—Mami, pleciosa. —decía Noa observando a su mami que parecía toda una princesa. 

Terry asintió ante las palabras de la niña y observo a su amiga. 

—Mi sobrina tiene toda la razón. —aseguro— Estas bellísima Mía. Tanto mi hermano como todos los invitados se quedarán embobados al verte. 

Michael entendió que se habían ido de compras y que estaban haciendo los preparativos para la cena. Le encantó que su hermana apoyase a Mía de esa forma y decidió, que antes de ser descubierto o ver la sorpresa que había preparado para él, irse del pasillo y bajar al primer piso. Ya esperaría allí a sus chicas. 

—¿Estas segura? —preguntó Mía viéndose al espejo. Es verdad que el vestido estaba muy bien, pero ella había engordado un poco y no estaba segura del todo. 

—Puedo asegurar que lo que has  engordado no ha echo más que mejorar tu figura. Incluso creo que ahora el vestido te queda mucho mejor. 

Mía sonrió un poco más colmada mientras intentaba creerse las palabras de Terry. 

—De todas maneras no tengo más ningún vestido. Aunque este es preciso. —se admiro ante el espejo. 

—Mami pincesa. —aseguro Noa— ¿Cielto tita? 

—Tienes razón cariño. Mami parece una princesa. 

Y Mía sonrió ante las palabras de su hija. La verdad si que se sentía como una princesa y más ahora que tenía a su propio príncipe azul.




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