Nuestra pequeña familia.

Capítulo 8: La cena.

Aún enganchada al brazo de Michael le sigo fuera de la pequeña alfombra con Terry a unos pasos por delante de nosotros. 

Puedo asegurar que aún estoy sonrojada hasta las orejas por la exclusiva que a soltado Michael frente a los fotógrafos dándome a conocer públicamente como su novia. Eso sí, aún después de la belleza del gesto, noto también que es un gesto de posesividad como si me estuviese marcando y arruinando para los demás hombres que quisieran intentar algo. 

Dudo mucho de que alguno quiera algo después de semejante declaración. 

Mi sonrojo pasa de la vergüenza a la furia con solo dar un par de pasos fuera de la vista de los periodistas que ya centran su atención en el próximo invitado. 

Se que en algún momento tendré que detenerme a observar todos los lujos que ahora nos rodean y tomar un minuto para hacerme a la idea, pero ahora mismo estoy centrada en pararle los pies a Michael y pedirle un corta explicación por dejarme en evidencia ante los periódicos. 

No se confundan ame el gesto de que me presentase como su novia demostrando que no tiene ningún tipo de reservas con nuestra relación y que le importa bien poco lo que piensen los demás. Lo que me molesta en realidad es que lo hiciese tan pronto y sin un aviso previo para hacerme a la idea. 

—Michael. —lo llamo antes de parar mis pasos y obligándole a hacer lo mismo. 

Terry se detiene un poco más adelante y se voltea para regalarle una sonrisa de pena a su hermano. 

—Suerte hermanito. —dice antes de girarse y reanudar su marcha— Nos vemos dentro. —es lo último que logro escuchar antes de que desaparezca de nuestra vista y pueda concentrarme en el hombre que amo y que ahora me mira con un gesto de disculpa. 

Pero sus ojos no me engañan, se que no se arrepiente para nada de lo que ha echo. 

—Lo siento. —susurra hacercandose un poco a mi. 

No me apartó pero tampoco me relajo ante la muda petición de su cuerpo. 

—No tienes que disculparte. —le aclaro— Solo esperaba que me avisarás un tiempo antes de hacer lo que has echo y así hacerme a la idea. 

Michael sonríe antes de inclinarse y depositar un beso en mi frente. 

—No pienses que amo esto de exponerte a todos. —aclara— Mucho menos si después de esto descubren la existencia de Noa o si piensan algo en relación a vosotras que no es. —me tenso solo de pensar en lo que pueda suceder si esos buitres descubren todo— Pero era mejor que fuésemos nosotros quien nos presentaremos a que los descubriesen ellos por casualidad. 

Se que tiene razón pero me aterra entrar en ese mundo en el que los paparatsis te persiguen sin parar e inventan historias sin conocer todos los echos. 

—Se que esto forma parte de tu vida. Pero no quita que tema lo que pueda pasar. —aclaro. 

—Nunca permitiría que algo así sucediese. —asegura— Vosotras son lo más importante que tengo. Nunca permitiría algo así. —se inclina para besarme, esta vez en los labios, de forma rápida pero no menos intensa y significativa— Aprenderemos a manejar a los periodistas. Nada pasará. —Asiento en su dirección y el sonrió— Ahora vamos. Tenemos que asistir a una fiesta y mis padres nos deben estar esperando. 

Intento devolverle la sonrisa lo más emocionada que puedo fingir estar por encontrarme con sus padres. 

No me malinterpreten, el señor Thomas me caer genial, el problema es que aún no se solucionan del todo los problemas con la señora Míriam, aunque según Michael es uno de los objetivos de está cena. 

Enganchada del brazo de Michael, nos adentramos en la gran carpa —que acabo de notar— que la madre de Michael ha preparado para la fiesta. Justo en la entrada dedico algo más de un segundo en analizar de captar cada detalle que nos rodea. 

La carpa, y no es de circo, está repleta de lujos en cada detalle y a cada dos centímetros. Desde los flamantes vestidos hasta los caros trajes que portan los invitados, o los bellísimos y costosos diamantes que decoran los cuellos, o el oro y platino de los más caros relojes de la sociedad están presente ante nuestros ojos. 

No hay que dejarse ningún detalle, eso está claro. Mis observaciones dejan atrás los invitados para detallar la carpa en si. 

Las copas de champán, los músicos sobre el escenario e incluso los pequeños detalles en la mesas están repletos de belleza y riqueza, por no dejar de micionar nada. 

Esta vastante claro que mi suegra si que sabe organizar una buena fiesta para ricachones. Eso no quita que algo dentro de mí me diga que solo es un cachito de toda las riquezas que puedan exigir estas personas o lo que un decorador puede hacer con más tiempo. 

Ya me empieza a doler la cabeza cuando intento calcular cuanto ha costado todo esto. 

—¿Para qué dices que es la cena? —preguntó mientras Michael busca a alguien entre la gente. 

Se que hace. Busca a Terry o a sus padres, incluso a algún invitado que deba saludar o que reconozca como intimo. 

—Para una asociación venefica. —aclara— A mi madre le encanta derrochar dinero y siempre busca alguna escusa para planear una cena. —añade poco antes de ponernos a caminar— A contribuido con muchas asociaciones a lo largo de los años por lo que no pierde la costumbre. 

—Siempre es bueno si es por una buena causa. —añadí. 

Intentaba verle la parte buena a tanto derroche de lujo y riqueza. 

Michael sonrió. 

—Tienes toda la razón cariño. 

En todo el trascurso que hicimos para llegar a la otra punta de la carpa, junto al escenario y las primeras mesas, fuimos detenidos más veces de las que pude recordar. Casi todas las personas allí presentes conocían a Michael, ya fuese porque aquella era la fiestas de sus padres o por sus propios méritos en relación a su empresa. 

Se oía preposiciones de todo tipo. De alguna clase nueva de negocio o inversión, invitaciones a cenar de parte de las esposas e incluso a bailar de parte de las mujeres más jóvenes. 

No vean lo que me molesto esto último y más cuando tenían la desfachatez de pedírselo frente a mis narices. 

Intente controlar el enojo y los celos que me poseía mientras convencía a mi cerebro de que Michael no tenía la culpa de ser tan guapo o de recibir las propuestas. En todo caso era culpa de las mujercitas que lo miraban con ganas de deborarselo hasta los huesos. 

Al final de cada conversación, mi querido acompañante, lograba sacarme una sonrisa cada vez que dejaba clarito que ya venía acompañado y con todos los bailes ocupados. No se imaginan lo bien que sentaba verles las caras de fastidio que ponían las muy zo... 

¡Uii! Perdón. 

Cuando ví a Terry a lo lejos sonreí cayendo en cuenta a donde se dirigía Michael. 

Terry nos recibió con una sonrisa pícara en el rostro mientras buscaba cualquier indicio de enfado en nuestras caras. Al no encontrarlo soltó una pequeña carcajada antes de acercase. 

—Hay hermanito si te ha domesticado. —se burló. 

Michael no se amileno ante la burla sino que sonrió. 

—Y no sabes lo encantado que estoy con ello. —aseguro antes de arrastrarme más cerca de su cuerpo y capturar mis labios en un beso apasionado que duro vastante poco. 

Alguien soltó un silbido llamando nuestra atención hasta el recién llegado Sam que se acercaba desde la derecha en dirección a nosotros. 

En cuanto Terry lo vio puso los ojos en blanco y ni siquiera le devolvió la sonrisa que él aludido dio a todos nosotros. 

Me aleje un poco de Michael regresando a la posición anterior —enganchada a su brazo— para devolverle la sonrisa a Sam y echar una ojeada a mi amiga. 

Aquellos dos se traían algo raro y pensaba averiguar que pasaba entre ellos. En nuestra salida a almorzar, el día que conocí a Sam, había notado una chispa entre ellos. Los pobres intentaban ocultarla o enmascararla con chistes malos y muchas, pero muchas, pullas entre ellos. 

—Hola Sam. 

—Te ves bien. —fue la respuesta de Sam al saludo que mi amado novio le había echo. Sam detuvo su mirada en mi y su sonrisa se ensancho— Pero si esta aquí mi chica favorita. ¿Donde está la peque? Tengo que ir a verla un día de estos. Tengo que hacerme notar para ser el tío favorito. 

Le devolví la sonrisa encantada con su personalidad y la forma en que hablaba de mi hija. 

Por raro que parezca, Noa se ganó El corazón de aquel hombreton en el poco tiempo que habían convivido durante nuestro almuerzo. Sam había caído enamorado ante los encantos de nuestra pequeña y parecía dispuesto a ser un tío ejemplar. 

Mi hija ya tenía un tío ejemplar y un padre maravilloso pero no me molestaba que más personas la quisiesen, en realidad amaba que tantas personas se preocupasen por ella y la protegiesen. 

—También me alegro de verte, Sam. 

La sonrisa no se berro de su rostro mientras me dedicaba una última mirada. La alegría de sus ojos desapareció en cuanto su vista se cruzó con Terry. Eso sí, la sonrisa aún permanecía en sus labios pero sin el mismo brillo. 

—Terry. —fue lo único que dijo. 

—Sam. —Aquello comenzaba a ponerse interesante. Terry se aclaro la garganta antes de volver a sonreír.— Creo que eh visto a una vieja amiga. Será mejor que valla a saludar. 

Y con eso se alejo de nosotros perdiéndose entre la gente. 

Sam también balbuceo unas palabras antes de alejarse de nosotros en la dirección opuesta que Terry dejándome aún más intrigada que antes. 

—Esos dos se traen algo. —le comenté a Michael. 

—No se de lo que hablas. —fue lo único que dijo pero no pase por alto su sonrisita. 

—Claro. Haré como que te creo Lewis. —me miró sorprendido ante el uso de su apellido— Tú si que sabes algo y me lo vas a contar. Quizás no sea ahora pero me lo vas a contar. 

Michael solo sonrió antes de asentir. 

—Busquemos a mis padres. —Sugirió— Será mejor que saludemos a los anfitriones.




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