Nuestra pequeña familia.

Capítulo 17: Fin de semana.

Llevábamos horas en el coche. La carretera se hacia inmensa y demasiado larga después de tantas horas observándola. 

Habíamos dejado la cuidad atrás hacia algunas horas o quizás solo fuese mi imaginación y en verdad solo una hora como decía Michael. El paisaje urbano que nos vibraba la cuidad había desaparecido junto a los edificios al instante, mientras que las casas había demorado más en hacerlo. Ahora era la llanura lo que nos rodeaba. 

Pasaba volando junto a nosotros o nosotros junto a ella. Me hubiese encantado sentarme a pintar en esos prados rodeados de flores y en completo silencio. Había comenzado a extrañar el silencio y la paz que me brindaba un lienzo. 

Era apenas viernes en la tarde y Michael se empeñó en cumplir su promesa de unas vacaciones en familia, alejados de todos. Aunque siertamente creí que si que tomaríamos el avión. 

—Aun me preguntó ¿que por qué no hemos tomado el avión? —me gire hacia el dejando los paisajes que me ofrecían mi ventanilla de lado. 

El sonreía cuando sus ojos impactaron con los míos. 

Se le veía tan relajado. Feliz. 

Amaba esa expresión. 

—Se me ha ocurrido una idea mejor. —fue lo único que dijo. 

—¿Y esa idea es...? —no había querido decirme. No desde que salimos de casa. 

Ayer en la tarde me había ordenado hacer las maletas para un viaje de fin de semana y cuando le pregunte que metía en dichas maletas o a donde íbamos su respuesta fue que sería sorpresa pero que estaríamos al aire libre. 

Aún no tenía ni idea de a donde íbamos. 

Michael me sonrió encantado y permaneció en silencio. 

No me diría a donde nos dirigíamos. 

Le eche un vistazo al espejo retrovisor para comprobar cómo estaba Noa. Llevaba dormida poco después de salir de la cuidad y parecía cómoda en aquella sillita que Michael había mandado a poner para ella. 

Normalmente iba en mis piernas a todos lados. Eso fue antes de que Michael fuese el que nos llevase a todos lados, desde entonces iba en su silla pero nunca en este coche. 

Michael había echo aparecer una camioneta todo terreno de la nada para este viaje y déjeme decir que era enorme. 

Devolví la vista a la ventanilla y continúe observando un rato más los prados. Eran preciosos y de ves en cuando podía divisar alguna casa o granja a lo lejos junto a las montañas o por encima de las colinas. 

Me encantaba el campo, no voy a mentir, pero había disfrutado muy poco de él. 

Antes, en mi juventud, tenía una buena amiga que me invitaba a la casa de campo de sus padres. Hacíamos pillamadas y dábamos largos paseos por las tierras. 

Ahora ella se había marchado. Estudio en otro país y había cumplido su sueño. Nos habíamos distanciado con el tiempo y no había ido más al campo. 

Ni siquiera me di cuenta cuando caí dormida. Últimamente me pasaba con mucha frecuencia. 

*** 

Mía continuaba dormida cuando me adentre en el pequeño bosque que rodeaba la antigua cabaña de mis abuelos. 

Cuando le comenté a Terry sobre mis intenciones con el viaje me sugirió que fuésemos a la cabaña de los abuelos. Era mucho más tranquila que un hotel o cualquier viaje que pudiese planear. Además estaba respectivamente cerca de casa si sucedía algo y sabía que a Mía le encantaría. 

No tenía mucho planeado además de dar paseos por el pequeño bosque, bañarnos en el lago y pasar el rato juntos. Era sencillo y tranquilo justo lo que necesitábamos ahora. 

Noa había despertado y ahora observaba el paisaje a través de las ventanillas como hubieses echo su madre un rato antes. Antes de caer rendida en el asiento del copiloto. 

Se le notaba cansada y sabía que no era solo físicamente. Los problemas con los periodistas habían cesado un poco pero aún aparecían por el edificio o la abordaban fuera de la universidad. 

Le estaba dando vacaciones a sus preocupaciones mientras le daba el mismo tiempo a Félix para deshacerse de ellos antes de regresar. 

Cumpliría la promesa que hice al decir que todo volvería a la normalidad y estaríamos  bien. Se lo debía a Mía y debía proteger a Noa. Eran mi familia y las amaba demasiado como para volver a arriesgarme tanto como con la entrevista, que sin lugar a dudas no había salido nada bien o al menos como lo esperábamos. 

Noa soltaba risitas casa vez que terminábamos alguna canción que ponían en la radio en ese canal infantil que había sincronizado para ella. Mía dormía con unos auriculares que le había puesto antes para que no despertará. 

Aún faltaba para llegar a nuestro destino pero ya prometía vastante. 

*** 

Desperté sobresaltada cuando mientras algo o alguien sacudía mi brazo. 

—Cariño ya hemos llegado. —dijo Michael mientras volvía a sarandearme con tal delicadeza que me sorprendía haber despertado con eso. 

Abrí los ojos lentamente y comprendí su palabras al verlo junto a la puerta de mi lado del coche mientras llevaba a Noa dormida en brazos. Estaba segura de que ya había bajado las maletas y que solo había esperado hasta el último momento para despertarme. 

Asentí suavemente para indicarle que le había oído y me apresure a bajar de aquel monstruoso coche. 

El estuvo ahí para ayudarme como siempre y ame el detalle como cada vez que lo hacía. Ya se había vuelto una costumbre tenerlo siempre a mi lado y solo llevábamos unos meses en esto. Pero amaba esa costumbre. 

Cuando estuve apoyada en mis dos pies y aún sosteniendo su mano decidí que era buen momento para descubrí a donde nos había llevado. 

De antemano descubrí que era un lugar precioso y que me encantaría poder dibujarlo alguna vez. 

Una cabaña o más bien una casa, se dejaba ver frente a nosotros en medio de un bosque, ahora oscuro por la noche que se nos cernía en sima, estaba toda iluminada y podía ver terrazas y balcones por todos lados. Estuve segura de que en el interior sería aún más hermosa y acogedora. 

Observe sus alrededores y me perdí en los límites que imponía el bosque y en el precisos reflejo de la luna en el lago. Parecía un lugar de ensueño o sacado de un libro fantástico. Me asustó pensar que aún estaba dormida o que en realidad era todo una ilusión. 

—Esto es hermoso. —me escuche diciendo mientras continuaba observando. 

Pronto me di cuenta de que amaría aquel lugar. Pero también amaría el silencio del bosque lleno de ruidos y la tranquilidad que solo podría brindar la naturaleza. 

Cuando devolví mis ojos a Michael el me observaba encantado mi sonrisa embobada o el brillo que tendría en mis ojos. 

—Tienes razón. 

Y supe que no se refería al bosque, a la cabaña o al lago. Estaba segura de que el ya había visto este paisaje y que lo conocía bien. 

Me acerque a él y me perdí en sus labios cuando tocaron los míos. Sabía que seria un viaje fantástico. Pero no me imaginaba cuanto. 

*** 

Desperté con el sol acariciando me el rostro y el silencio que solo sabía profesar  un bosque acompañándolo. Michael me abrazaba contra su pecho mientras nuestras piernas se entrelazadas bajo las sabanas. 

Anoche caímos agotados después de acomodar todo en la habitación y preparar la de Noa para que pudiese dormir tranquila. 

La cabaña era preciosa como había supuesto aunque mucho más grande de lo que imaginaba. Contaba con tres habitaciones gigantescas y dos más pequeñas. Además tenía una biblioteca en el piso de abajo que aunque pequeña tenía gran cantidad de libros. 

Michael me explico que pertenecía a sus abuelos y que su padre eran quien la conservaba ahora. Está de más decir que a ambos le encantaba leer un buen libro y que amaban aquel lugar. 

La cocina era un sueño y el salón parecía de película con todo y su chimenea. 

Tenía una terraza exterior que daba al bosque y el porche gigante que habíamos pisado al entrar. Nuestra habitación era las más grande pues era la principal mientra que Noa dormía en una más pequeña comparada con esta justo al lado. 

La pobre estaba muerta cuando toco la almohada  a pesar de haber dormido en el coche. Lo mismo me pasaba a mí. 

Había recorrido muy poco de la cabaña y estaba segura de no haber grabado cada detalle de la misma y ya estaba enamorada de lo poco que había visto. 

Me removí entre los fuertes brazos que me sostenían intentado volver a dormir pero sabía que ya era imposible. 

—Ya has despertado. —dijo un Michael con una voz aún gruesa por el largo sueño. 

—Buenos días. —fue mi respuesta al igual que acurrucarme aún más contra su pecho. 

—Si que son buenos. 

Y volvimos al silencio de estar abrazados y en paz. 

Amaba aquella sensación aunque no duro mucho. No con una pequeña de 4 años que no se estaba quieta ni recién levantada. 

Entro como torbellino a la habitación como si se supiera cada puerta de esta lugar nuevo, como cuando lo hacía en casa, justo antes de saltar sobre nuestra cama y sobre nuestros cuerpos. 

Michael la recibió y la acurruco entre nosotros. Fue imposible contenerla mucho tiempo antes de que se aburrirse de nosotros y volviese a desaparecer de la habitación. 

No quedo más remedio que levantarnos y comenzar el día. Pero aquel tenía una sintonia diferente a los de la última semana, era mucho más familiar y mucho más tranquilo. 

Estaba segura de que amaría esas vacaciones de fin de semana. 

*** 

El sábado había termiando. La noche caía en la cabaña mientras me enteraba cada vez más profundo en aquel sofá frente a la chimenea mientras ojeaba un libro que me había pedido prestado de la biblioteca. 

Era muy acogedor y tranquilizante aquel silencio mientras la historia de mi libro apenas comenzaba. 

El día había sido agotador pero exitante. Habíamos desayunado todos juntos en la mañana y dado un largo paseo en el bosque. Después de comer todos juntos de nuevo había intentado tomar el sol junto al lago mientras Michael intentaba enseñale a nadar a Noa. 

Por qué no contar que había terminado sambullida dentro del lago mientras Noa —que se encontraba sobre los hombros de su padre— y Michael se reían de su travesura. 

Había sido un día perfecto eso sí y lo repetiría mil veces si fuese necesario. 

Pronto Michael entró en mi campo de visión. 

—Hola. —susurro. 

—Hola. —correspondi a su sonrisa mientras dejaba el libro de lado y le permitía acurrucarse junto a mi.— ¿Ya se ha dormido? 

Me abrazo fuertemente y me beso antes de apartarse y responder. 

—Hace solo un momento. —lo dijo tan bajo y con un tono de preocupación que me hizo soltar una corta carcajada. 

—Ha dado guerra. —asegure mirándole divertida. 

—Ni te imaginas. —hubiese pagado por ver esa expresión de horror mezclada con diversión— Me ha echo leerle dos cuentos y el último tuve que repetirlo. 

Solté otra carcajada. 

—Eso te pasa por hacerle cosquillas después de cenar. —le reproche— Que coste que te lo advertí. 

Noa era una niña muy activa y eso lo había demostrado hoy que a pesar de no dormir ni un minuto durante toda la tarde estuvo despierta y jugando hasta estas horas. Pero es que solo a Michael se le ocurría hacer una ronda de cosquillas y persecuciones en el salón después de cenar. 

Era cuestión de tiempo que el cansancio le pasase factura a mi pequeña pero era tan testaruda y despierta como ninguna. Hacerle leer cuentos a Michael sin cesar era su forma de venganza por las cosquillas que el muy pillo no paro de acerle a pesar de sus súplicas. 

Ya sabría que mejor dejar las cosquillas para otro momento. 

—Tienes razón. —dijo.— Eso quiere decir que tendré que acerté más caso a partir de ahora. 

—Oh simplemente no caer ante los ojos de cordero se tu hija. 

—Si eso también. —acepto con un suspiro de resignación.— Es inagotable. 

Y volvimos al silencio reconfortante. 

Durante todo el día me había dado cuenta de que me gustaba ese silencio que nos rodeaba. Era muy cómodo y tranquilo. Nos decía que a pesar de tenernos mucho que decir no tenía que ser precisamente ahora, no cuando ya sabíamos muchas de esas cosas. 

El echo de que la cabaña y el bosque estuviesen en sintonia con nosotros era un punto a favor. 

—Me encanta este lugar. 

—Podremos volver siempre que quieras. —prometió. 

—Quizás lo convirtamos en una tradición. —sugerir— Venir algunos días en verano y disfrutar del silencio. Me encantaría poder sentirme a pintar durante horas rodeada de esto. 

No necesitaba explicarme para que el supiera a lo que me refería. 

—A mi también me gusta. —acepto— Cuando era un niño amaba venir a visitar a los abuelos a este sitio y poder meterme en el lago. Tengo muchos recuerdos felices aquí junto a mi familia. —se detuvo para mirarme un momento— Pero eh amado poder hacer algunos nuevos con vosotras. Hacia años que no venía. 

—Es muy triste que nos tengamos que ir mañana. 

Y volvimos al silencio porque ambos sabíamos que si que era triste pero también que volveríamos tantas veces como quisiesemos. 
 




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