Nuestra pequeña familia.

Capítulo 18: De vuelta a casa.

El fin de semana había sido maravilloso, cada paseo, cada risa y cada momento con Michael serían inolvidables. Y a pesar de haber llegado a su fin me sentía mucho más feliz que en mucho tiempo. 

Me sentía revitalizada y preparada para lo que viniese. 

La semana había empezado tranquila y los periodistas habían desaparecido junto a mi estrés. La calma en casa y en mi vida me hacía sonreír y al fin había logrado logrado que mis alumnos dejasen el tema. 

Durante esa semana Michael y yo mantuvimos muchas conversaciones tanto triviales y alegres como más serias e importante. 

Ambos habíamos decidido que ya era hora de que Noa fuese a una guardería para que conviviese con niños de su edad y que no se sintiese extraña cuando, el próximo curso, tuviese que ir a la escuela. 

El primer día llore al verla alejarse y a pesar de ser la segunda ocasión —pues ya habíamos visitado el recinto junto a nuestra pequeña— mi hija se perdió entre el mar de niños de todas las edades, tan pequeños o casi de edad escolar, para llegar a junto a la que sería su maestra. 

Ese día estuve muy sensible a todo y hasta que no la abrace en la tarde no logre tranquilizarme. Terry se burlaba de mi cuando llamaba a la maestra a cada hora para saber de mí bebé mientras que Michael me sonrió al recogerme en la universidad y llevarme con mi hija. Comprendí después que el también se sentía extraño al dejar a nuestra princesita con alguien a quien no conocíamos y en un ambiente totalmente diferente para ella. 

Pero Noa nos sorprendió y llegó a nosotros con una gran sonrisa y se pasó el viaje anunciando sus ansias por volver para encontrarse con sus recién estrenadas amigas. Era una monada verla así y supe que tendría que acostumbrarme pronto a su ausencia. 

La semana se pasó volando en un abrir y cerrar de ojos y me vi recordando nuestra estancia en la cabaña junto antes de volver a la rutina —ya creada— de la semana. Me impresionó lo rápido que era el ser humano en adaptarse a las sircustancias que le propiciaba la vida. 

Aquella tarde, justo en medio de la semana, mi gran amigo y al que quería con locura excepto en momentos como aquellos, se había empeñado en hacer una cena de amigos después del trabajo para pasar más tiempo juntos, pues según el hacia mucho que no nos veíamos. Que tontería no, cuando en realidad nos veamos casi que a diario para almorzar o en sus visitas al apartamento. 

El caso es que ahora nos encontrábamos allí, en el gran salón de su apartamento mientras el y Terry, que hanbia sido invitada de sorpresa, me abanicaban después del repentino mareo. 

Pronto lo asocie con la copa de vino que había tomado antes y solté lo más rápido que pude la que traía ahora en la mano. 

Mis amigos no parecían nada preocupados y atine a pensar que ellos también lo asociaron. 

—¿Te sientes mejor cariño? —preguntó Terry pasándome un café recién echo para despertarme un poco del letargo que me había provocado el mateo. 

Supe que me encontraba muy cansada y como la mayoría de las veces durante aquella última semana y la anterior solo pensé que era simple cansancio. 

—Si. —atine a decir recibiendo el café y viendo como Thony paraba con el abanico y se sentaba a mi lado.— Creo que no fue buena idea lo del vino. 

Terry sonrió y Thony se quedó en silencio, yo mientras tanto lleve el café a mis labios e incluso antes de probarlo lo retire nuevamente. Aquel café olía horrible y me pregunté si Terry lo había echo justo ahora o simplemente lo había metido en el microondas. 

Lo deje en la mesita más cercana y volví la atención a mis amigos nuevamente. Lo cierto es que se miraban con una complicidad un poco preocupante antes de devolver su mirada a mi y observarme detalladamente como si quisieran captar cada detalle. 

—¿Qué sucede? —pregunte preocupada por sus expresiones donde se mezclaba la felicidad y la expectación. 

Daban miedo. 

—¿Cariño, —Terry fue la primera en hablar mientras tomaba una de mis manos entre las suyas— estas segura de qué estas bien? 

La observe preocupada y luego a Thony que parecía preguntarse lo mismo. 

Y permanecí en silencio sin saber que decir ante sus expresiones de suspicacia. 

—¿Qué pasa? —pregunte preocupada. Pero ninguno respondió. 

Y me dio miedo la expectación de sus miradas, como si supieran algo de lo que yo no tenía mi idea. 

—Mía creo que hay algo que deberías saber. —dijo Thony mientras compartía una mirada con Terry— O mejor dicho que te dieras cuenta de algo. 

Y me aterrorizo pensar en lo ocultaban sus miradas y mi cuerpo tembló como si ya supiese la respuesta a mi pregunta silenciosa. 

Ni siquiera tuve que preguntar realmente, ellos continuaron hablando. 

—Hemos observado algunas cosas estas últimas semanas. —fue Terry esta vez quien habló— Y  creemos seriamente de que... 

—No. —exclame mientras me ponía de pie de súbito.— No, no lo digas. 

—Mía cariño, —me llamo Thony— es evidente que algo sucede. Y ya hemos vivido esto antes. 

Y entonces empecé a recordarlo todo, las horas de sueño y la pereza que me daba salir de la cama cundo yo era de lo más inquieta después de despertar, lo sensible que me ponía con cualquier cosa, el mareo de hacia un rato y los que había intentado disfrazar antes en cosas sin importancia. Sabía que el café ya no me satisfacía como antes y hacia nada lo había rechazado solo por olerlo. 

También hice memoria y cuentas y lo inevitable comenzó a hacerse real. 

Después vinieron recuerdos mucho más antiguos y tan parecidos a aquellos que me asustaron. 

Thony tenía toda la razón esto ya lo habíamos vivido. Incluso, tan inesperado como ahora pero mucho menos terrorífico. 

Me gire para observarlos y comprendí que no había margen de error hasta entonces y que solo algo concreto podía negar sus sospechas y ahora las mías o incluso llegar a afirmarlas del todo.




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