Nuestra pequeña familia.

Capítulo 21: Probocado.

Para cuando el doctor vino Noa ya se había dormido en mis brazos. 

Le había insistido a mi madre y a Terry para que se marcharán a casa y se llevasen a Noa. Pero las dos se negaban a abandonar el hospital hasta saber que sucedía con Mía. 

Eso sí que me sacó una sonrisa. 

Quien lo diría no. Mi madre que hasta hace poco le tenía la guerra declarada a Mía, ahora se negaba a abandonar el hospital hasta saber resultados. 

Cuando el doctor aprecio por entre las puertas de la sala todos nos pusimos de pie esperando que fuesen buenas noticias. 

Tenían que ser buenas noticias. 

La familia de Mia Montés. —nos miró detenidamente. 

Era vastante obvio que se trataba de nosotros. 

—Somos nosotros. —aseguro Thony. 

El doctor nos miró detenidamente y comenzó a hablar. 

—La señorita Montés ha sufrido una confusión cerebral leve, por eso estaba inconsciente al ingresar en emergencias. —observo— Eso no eliminaba los peligros que pudiese provocar dicha contusión por lo que tendrá que permanecer algunos días en observación. 

—Ya ha despertado. —preguntó Terry. 

No me veía capaz de hablar. No hasta que sepa que este bien. 

—Aún esta inconsciente. —respondió el doctor— Es cuestión de tiempo que despierte, quizás esta noche o mañana.  Pero por ahora está fuera de peligro, teniendo en cuenta su estado ha tenido vastante suerte. 

—¿Como están...? —Dios no sabía como preguntarlo. 

Aunque el doctor pareció entender mi interrogante. 

—El embarazo está en perfecto estado. —aseguro quitándome el aliento— En cuanto despierte podrán contactar con su ginecólogo de confianza y seguir los pasos necesarios. 

Silencio. 

—¿Podemos verla? —preguntó mi padre. 

El doctor asintió. 

—Enseguida mando a una enfermera para que la lleven con ella. Pero solo puede entrar una persona a la vez. 

Y se fue. 

Y continuo el silencio. 

No sabía como debería sentirme o que sentimiento debería expresar en este momento. 

Sabía que me hallaba más calmado al saber que Mía se hallaba respectivamente fuera de peligro. Sentía que un peso se había ido de mis hombros al saber que estaba a unos segundos de volver a verla y comprobar que esta bien. Viva. 

Pero también estaba confundido, abatido y eufórico. 

Mía estaba embarazada. Ya estaba confirmado. Tendríamos otro hijo. Un bebé. 

Pero estaba completamente aterrado. 

La expectativa de lo que pudiese pasar de ahora en adelante. Sabía que el accidente no era todo lo que parecía, esa llamada me hacía sospechar. 

La llamada. 

Lilibeth tenía algo que ver o quería hacérmelo creer. 

Tenía que poner a mi familia a salvo. 

*** 

—¿Hijo? 

Me incorpore confundido al escuchar la voz de mi padre. 

Estaba parado frente a mi y me miraba interrogante. 

Deje atrás sus ojos, tan parecido a los míos, y recorrí la habitación a nuestro alrededor. Aún estaba en el hospital. 

Al parecer me había quedado dormido en el sofá de la habitación de Mia. 

Mía. 

La busque por toda la habitación para encontrarmela  aún dormida en la cama de hospital a unos metros de mí. 

—¿Estas bien? 

Asentí ante la pregunta de mi padre y pronto me di cuenta de que era vastante mala idea. El cuello me dolía horrores. 

Mi madre y Terry se habían marchado, la moche anterior, luego de ver a Mía y comprobar que estaba bien. 

Dormida en realidad. 

Thony no se había ido a hasta bien entrada la noche mientras que mi padre se había marchado con mi madre para ayudarle con Noa durante la noche. 

Dios, había sido una noche larga. 

—Estoy bien. —asegure aunque mi padre no pareció creérselo. 

—¿Cuanto has dormido? —No respondí.— No mucho ¿verdad? —asentí y volví a observar a Mía. 

No había dormido mucho no. En realidad me había pasado gran parte de la noche vigilandola y esperando a que despertase. 

No lo había echo. 

—¿Te han dicho algo? —pregunte. Asintió suavemente. 

La noche anterior, mientras mi madre y Terry visitaban a Mía, le había pedido que hablará con las autoridades que atendieron el llamado del accidente. 

Buscaba la opinión de los expertos para confirmar mis sospechas. 

—Mi abogado a movido sus contactos. —me informó.— Creen que podría ser provocado. —Cerré los ojos un segundo asimilando las palabras de mi padre.— Pero creo que ya te lo imaginabas. 

—Si ya me lo imaginaba. 

Me puse de pie y me acerque a Mía. No me había cambiado de ropa desde anoche y sabía que, aunque me doliese, tenía que dejarla. Tenía que dejarla para buscar al responsable. Después volvería con ella. 

Antes de abandonar la sala, dejando mi número a la enfermera de turno, le di un beso de despedida en los labios y otro mucho más parecido a una promesa en la frente. 

Volvería pronto. Pero primero tenía que resolverlo todo. 

—Vamos. —le dije a mi padre. 

El solo asintió y me siguió.




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