Nuestra pequeña familia.

Capítulo 26: Naranjas y semáforos.

—¿Una naranja? —es la pregunta en tono contrariado que me hace Terry luego de contarle como me ha ido con la doctora. 

Ella había venido a recogerme porque a Michael se le había presentado un asunto de último minuto que me evitaría su presencia en la consulta. En parte lo agradecía un poco pues lograba volverme verdaderamente loca en algunas ocasiones. Pero por otra parte me hubiese gustado que no se perdiera estos momentos. 

Asiento con una gran sonrisa antes de que regrese su atención a la carretera. 

—Ha dicho que he superado mi primer trimestre, que mi bebé pesa unos 70 gramos y que ahora mide de 9 a 10 centímetros. —volví a relatar.— O el tamaño promedio de una naranja. Sus palabras no las mías. —recalcó. 

Terry sonríe de medio lado no muy convencida mientras tomaba el desvío hacia la nueva mansión, la misma que antes me negaba a comprar y que ahora me encantaba. 

Las últimas semanas habían pasado en un pestañaso y he de contar que han sido las más felices de mi vida. 

Las obras de decoración para la mansión empezarían dentro de algunos días y estaba verdaderamente ansiosa por ver los resultados. No era la única pues mi pequeña princesa estaba ansiosa por conocer su nueva habitación o la casa en general.

Teníamos la esperanza de que pudiésemos mudarnos antes de que mi tripa creciera demasiado para poder acomodarnos mejor que cuando yo estuviese muy casada por cargar con ella a todos lados. 

No se confundan amó a mi naranja en crecimiento pero aún así seguía sabiendo lo agotador que resultaba. 

¿Has hablado con Michael? —preguntó después de algunos segundos en silencio. 

—Le he marcado al salir de la consulta pero no contesto. —respondí— Debe estar en alguna reunión. 

Michael había sido mi principal apoyo en estas semanas pues a pesar de pensar que sería un embarazo tranquilo existieron días que me costaba salir de la cama por la somnolencia o que no soportaba probar algún alimento. Esos sin duda fueron los peores. 

Y Michael había estado allí, justo a mi lado. 

Y ame cada segundo. 

—Deberías hablar con el y reñirle por dejarte sola en un día como hoy. —sugirió con toda la intención. 

Sabía que ella sí era capaz de reclamarle a su hermano por esto pero yo no me veía capaz. No cuando el no se había separado de mí en las últimas semanas y había dejado descuidado su trabajo. En realidad entendía por qué estaba un poco ocupado ahora que me encontraba mejor. 

—No haré nada de eso. —refute.— No se ha separado de mi por semanas y ahora no pienso reclamarle. —asegure de forma  infranqueable— Por sierto, ¿por qué es que no dirigimos a la mansión? —inquiri— No recuerdo tener nada que hacer allí. 

Terry pareció tensarse por un segundo antes de contestar. 

—Me prometiste enseñarme la casa y decirme tus ideas para la decoración. —Creíble. Pensé— Además he ido una o dos veces nada más quiero ver la casa y saber donde vivirá mi ahijado favorito. 

Vale eso sí que era creíble desde el puto de vista Terry. Pero seguía existiendo algo sospechoso en aquello. 

Además tenía razón. La habíamos elegido como madrina de nuestro bebé y como tía-madrina tenia el doble de responsabilidad estaba bien que se preocupase por esos detalles. 

—Es el único ahijado que tienes. —le recordé. 

—Y el único favorito. —se burló. 

Antes de quererlo ya lo había soltado. 

—Sam esta igualito que tú con esto de que será su ahijado. —No me vi venir el frenazo que le siguió a eso.— Terry. —chille cuando escuche las llantas rechinar por el esfuerzo repentino— Te has vuelto loca. —acuse. 

Por suerte tenia el cinturón puesto sino me hubiese ido de bruces contra el parabrisas. 

—Lo siento. —volvió a ponerse en marcha cuando los otros coches comenzaron a protestar.— Pensé que había cambiado el semáforo. —en realidad no me lo creí ni un pelo. 

—Esta bien. —concedí. 

El auto continuo marchando de lo más normal y sin ningún agravio como el de hace unos segundos. 

—¿De verdad el será el padrino? —sabía que no demoraría mucho en preguntar. 

Hay mi querida Terry, cuando aceptaras que estás locas por ese hombre. 

—Michael se lo ha pedido. —me límite a decir. 

Ella asintió y se consumió en el silencio que empezó a crecer dentro del coche. 

Busque mi teléfono dentro del bolso y me propuse enviarle un mensaje a Michael. 

Yo: Tu hermana esta loca por Sam y sigue sin reconocerlo. Es agotador. 

Este era un tema poco tratado entre ambos pero si que se había ganado sus charlas a cada tanto cuando esos dos imbéciles que teníamos por amigos se negaban entre sí. 

No esperaba recibir una respuesta tan rápido se su parte pero hay que admitir que mi hizo sonreír. 

Amore: Sabemos que son idiotas no hay que juszgarlos. 

Eso era vastante cierto pero no quitaba lo exasperante que era verles a los dos ignorarse ante sus ojos y buscarse al voltear el rostro. 

Estaba pensando en hablar con alguno de ellos y preguntarles sobre su situación cuando mi teléfono volvió a vibrar entre mis manos. 

Amore: ¿Cómo te fue con la doctora? ¿Todo bien? Lo siento mucho por no poder acompañarte. 

Que tierno. Pensé. 

Sonreí. 

Yo: Todo perfecto. Nuestro hijo ahora es del tamaño de una naranja. ¿Lo puedes creer? 

Respondí encantada con la nueva noticia de mi pequeño. Estaba sano y crecía fuerte dentro de mi. Eran buenas noticias. 

Amore: Es una buena noticia. Nos vemos en un rato. TE AMO. 

Sonreí embobada con el reciente mensaje del hombre que amo y decidí dar por finalizada la conversación y hacer lo que sugería en su mensaje. 

Guarde el teléfono y devolví mi vista a Terry. Sabía que seria mala idea pero pensaba soltarlo igualmente. 

—¿Cuándo vas a contarme que pasa entre Sam y tú? —pregunte esforzándome por ocultar el entusiasmó que me sobrellevaba ante la expectación. 

Terry se tenso por un largo minuto y luego cambio su expresión a una más contrariada. 

—No se de que hablas. —aseguro— No existe nada entre nosotros ni lo existirá. Sólo somos amigos. 

Analicé sus palabras durante un minuto mientras la observaba conducir. 

—¿Por qué tu no quieres o por qué no quiere el? 

Y volvió la tensión en sus músculos. 

—Porque no y ya. 

—Claro. —irronise con todo el sarcasmo que pude buscar en mi interior. 

Y yo soy estúpida. 

—Las personas cambian tan rápido como los semáforos Mía. —comento Terry sin quitar sus ojos del frente— Que no se te olvide. No todo es lo que parece. 

—Solo tienes que preguntarlo. —agregue a pesar de mi confusión— Siempre hay una respuesta si haces la pregunta adecuada. —le recordé. 

—No se si quiero saber esa respuesta. —y esas fueron sus palabras antes de adentrarnos en la próxima mansión de la familia Lewis-Montés y el próximo hogar de mis hijos. 

Todo estaba tal como lo recordaba la verdad. Los jardines impolutos y extensos que se perdían a los laterales de la mansión. La fachada llena de cristales y balcones que reflejaban la luz del sol a esta hora de la tarde. 

Terry había venido una sola vez, y en compañía de Michael, aunque según ella no había podido disfrutar de la mansión. Por lo que ahora me tocaba a mi ayudarla a hacerlo. 

Pero a quien engañamos a mi también me encanta disfrutarla incluso sin amueblar o en completo silencio. La habíamos comprado porque me había enamorado de esa casa y a pesar de tener toda la vida por delante para disfrutarla estaba tan ansiosa que quería hacerlo ahora mismo y con mi mejor amiga además. 

La observe bajar del auto y sonreírme mientras contemplaba la mansión. 

—Quedará preciosa ¿verdad? —preguntó tras acercarse a mi. 

—No lo dudes. Y amaré cada detalle de ella. —afirme— Será nuestro hogar. —lleve las manos a mi vientre y acaricié la pequeña casita que mi hijo ocupaba ahora.— Entremos. —sugerí. 

Terry ensanchó su sonrisa y me acompaño hacia el umbral de la mansión vacía hasta el momento. 

Nunca me hubiese imaginado lo que me esperaba dentro.




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