Nuestra pequeña familia.

Capítulo 27: Comprometida.

El atardecer se dejaba sentir y ver entre las cortinas de la habitación. Sonreí encantada por las sensaciones que llenaban mi cuerpo de energía y de felicidad. 

Hacia horas había vuelto al apartamento. Hacía casi el mismo tiempo estaba tirada sobre la cama envuelta entre las sábanas y abrazada, protegida y amada entre los brazos de Michael. 

Mire el precioso anillo en mi dedo y mi sonrisa se ensancho al recordar quien lo puso allí, y como. 

Un beso en la curva de mi cuello me erizo la piel y me animo a girarme entre sus brazos para verle con la misma sonrisa que tenía dibujada en mi rostro. 

—Hola. —susurro antes de inclinarse y dejar un beso delicado y dulce en mis labios. 

—Hola. —susurre en el mismo tono. 

Continuo repartiendo besos por mi mandíbula antes de bajar nuevamente a mi cuello. 

—Me encanta tenerte aquí. —susurro contra mi piel— Así. 

Un jadeo se escapó de mis labios tras el rastro de besos humedos que repartió por mi cuello mandando un cosquilleo casi eléctrico por toda mi piel y en especial a un punto de mi cuerpo. 

Sonreí cuando esos ojos grises me observaron desde arriba y el no tardó en imitarme. 

—A mi también me gusta. —asegure y su sonrisa se ensachó. 

—¿Y sabes que es mejor aún? —preguntó. 

Ambos ya sabíamos la respuesta pero en ese momento no importaba hacerse el desatendido. 

—¿Qué? 

Se inclinó hacia mis labios y creí que me besaria, pero se detuvo solo a unos centímetros de mis labios. Podía sentir su aliento y sus ojos me decían el deseo que sentía por probarlos. Por probarme. 

Pero se contuvo. 

—Podré tenerte así para el resto de mi vida. —susurro y su aliento me hizo cosquillas en la piel sensible de mis labios antes de que se inclinase por completo y se robase mi aliento con sus labios. 

Quien me iba a decir a mi, esta mañana cuando desperté, que terminaría aquí, entre sus brazos una vez más y saboreado sus labios con su anillo en mi dedo y una promesa de por vida que pronto se cumpliría. 

Estaba comprometida y nada más y nada menos que con el padre de mis hijos. 

Con el amor de mi vida. 

Y ¿por qué no decirlo? 

Con mi futuro esposo. 

***
Unas horas antes 

Terry fue la primera en llegar al recibidor y me alarme un poquito al ver que la puerta estaba abierta. No sabía como explicarlo pero comencé a preocuparme mínima mente por ese detalle. 

—Estoy ansiosa por que terminen de remodelar la casa y poder organizar fiestas para mis sobrinos en el jardín, —Terry se escuchaba entusiasmada y no voy a negar que yo también me encontraba en esas circunstancias.— o quizás unas barbacoas de fin de semana junto a la piscina. —continuó mientras nos adentrabamos por completo en el recibidor y poníamos rumbo al salón. 

—Yo también estoy ansiosa. —confirme con una sonrisita que dejaba ver mis ganas de poner disfrutar de aquella casa— Y no hablemos de Noa, ella es la más emocionada de todos. —asegure— El otro día nos reunimos con la diseñadora de interiores y mi fantástica hija estuvo por toda una hora interrogando a la pobre mujer sobre su habitación. —le conté mientras nos acomodamos en un viejo sofá que quedaba en el salón, era una de las pocas cosas que había en toda la casa, y Terry se encaminaba hacia las cortinas y las abría dejando entrar un poco de luz— Lo peor es que cambiaba de idea cada 5 minutos y la mujer no sabía donde meterse. 

Que mi hija solo tenía cuatro años pero era vastante entrometida cuando se lo proponía o cuando estaba muy interesada o emocionada con algo. 

Y también un poco mandona o exigente. Todavía Michael y yo discutíamos de que parte de la familia lo había enredado. Yo decía que de su madre y el me miraba con mala cara para al final sonreír. 

Ambos sabíamos que era verdad. 

Terry soltó una carcajada y se acomodo junto a mi. 

—Mi sobrina es encantadora algunas veces pero se vuelve una perra cuando quiere. 

Le lance una mirada de reproche y la muy linda se limitó a sonreír. 

—Voy a hacer oídos sordos a tu comentario sobre mi hija e intentaré pensar en otras palabras para esa afirmación y así poder darte la razón. —le dije con los ojos entrecerrados. 

Terry continuo con su sonrisita de inocencia y decidió que era buena idea permanecer en silencio. No era tonta o más le valía no serlo si le convenía. 

Yo por otra parte continúe contándole todas las ideas que nos había dado la diseñadora que incluían los más mínimos detalles de toda la casa. También le comenté que esta chica nos había sugerido esperar a saber el sexo del bebé para comenzar con su propia habitación y así poder decorarla a sabiendas de quien la ocuparía. 

—Hemos venido aquí para que veas la casa y miranos aquí sentadas. —le recuerdo luego de un rato habalndo mientras me pongo de pie. 

Terry se pone de pie igualmente y se acerca tomando mis manos con una sonrisa cómplice. 

—En realidad no hemos venido a eso. —dice mientras me da un apretoncito. Miro sus manos en las mías y luego devuelvo mis ojos a los suyos. Azul. Como la señora Míriam. 

La primera vez que vi a mis suegros me di cuenta a quien se parecía más cada hijo. 

Sin duda Michael se parecía mucho a su padre, en casi todos los aspectos. Lo único que había reconocido de la señora Míriam era su decisión a la hora de llevar a cabo lo que se propone. Mientras que Terry había sacado la delicadeza y los ojos de la madre también heredó el carácter sencillo y amoroso del señor Thomas, Michael también había heredado algo de ello. 

—¿Y a qué henos venido sino? —pregunte confundido. 

Habíamos estado un rato hablando y me había distraído pero tenía claro que Terry quería explorar la casa, yo también lo deseaba por eso me había ofrecido cuando lo menciono. Que ahora me dijese que ese no era nuestro objetivo aquí claramente me confundía. 

—He querido darte una pequeña sorpresa. —anuncia dejándome más confusa que antes— Me pareció una excelente idea traerlo directamente a aquí ya que se cuanto deseas que todas las obras comiencen, y terminen, pronto para disfrutar de esta casa. —Llevo una mano a mi vientre que apenas se dejaba notar tras la camiseta. Mire su mano y volví a buscar sus ojos— Disfrutar de mis sobrinos como se debe. 

Vale en lo último si tenía razón.  

—¿Hablas en serio? —me vi en la disyuntiva de preguntar. 

Asintió. 

—Se cuanto te gustará y disfrutarás de mi regalo. —me mira de manera cómplice.— Te advierto de ante mano que he investigado para que nada le haga daño al bebé. También he comprado las que te gustas, se lo he preguntado a Thony y a Michael. —agrega. 

La observo intentado describir algo en su expresión. 

Claramente está feliz y parece satisfecha con lo que ha hecho pero no me dice nada más su rasgos. Debo agregar que sus ojos parecen faros de coches iluminado por la alegría que le causa darme un regalo. Eso no hace más que llevarme a preguntarme: ¿Qué me habrá comprado? 

—¿Y donde se encuentra esto que me has comprado? —preguntó después de desistir en mi intento por averiguar que es. 

Por algo será que no me gustan mucho las sorpresas. 

Terry ensancha su sonrisa y me arrastras fuera del salón. Pasamos de corrido por el recibidor y las escaleras hasta la cocina donde nos detenemos junto a las puertas correderas que dan acceso a la piscina y el jardín. 

Se detiene junto a estas y se gira para observarme. 

—Ahora saldrás por esa puerta y irás hasta la piscina. —dijo— Sabrás que es para ti. 

Me soltó y me dio un empujoncito hacia la puerta. La mire confusa durante unos segundos antes de girarme nuevamente y salir al exterior. 

Solo necesite algunos pasos para encontrarme junto a la piscina y allí, junto a ella, había un caballete con un lienzo en blanco junto a una mesa llena de acuarelas y colores. Pronto supuse que las pinturas no tenían químicos por el embarazo y supe que a eso se refería Terry cuando hablábamos hace unos segundos. 

Me acerque y tome la pequeña nota que había pegada en el lienzo y leí las líneas en ella. Pronto supe a quien pertenencia. 

Te imagino aquí, frente al lienzo, con tu cabello  rubio ondenado divertido con las travesuras del viento. 
Te imagino tomando el pincel con minucioso cuidado y dibujando, dibujando líneas de colores brillantes que reflejen tus sentimientos. 
Te imagino... y es la imagen más bonita que mi mente ha evocado en este jardín, regodendome en tu belleza y lo magistral de mi amor por ti. 

Una lágrima corrió por mi mejilla mientras despegaba la nota y le daba la vuelta para leer la corta frase que allí estaba. 

También te imagino en nuestra casa, en nuestra habitación... 

No demore mucho en salir corriendo hacia la casa y cuando entre en ella corrí, también, hacia las escaleras buscando la estancia que se convertiría en nuestra habitación. 

No tenían que decirme mucho más que aquella frase inconclusa. Claramente aquello era un juego en el que estaban participando todos y del cual me encantaría conocer el final. 

A sólo dos escalones del final de la escalera detuve mi carrera y decidí que debería dejar de correr tan agitadmaente o terminaría con el cuello roto y sin conocer el final del juego. Estaba tan distraída que no me di cuenta de la imagen frente a mi hasta que me fue imposible no verla. 

El pasillo que daba a las habitaciones estaba lleno de pétalos de rosa y pequeñas violetas se dejan ver junto a las velas que alumbraban el camino hasta la habitación. Los seguí detallando cada detalle, cada pétalo en el camino y ame cada detalle. 

La puerta de nuestra habitación estaba entre abierta cuando me acerque y mi instinto se cotilla y chismosa, además de los nervios que me cargaba en aquel momento, me hicieron llevar mi mano al pomo y abrir la puerta por completo. 

Si la imagen del caballete en la piscina, o incluso el del pasillo con velas y flores, me había impresionado y dejado sin habla, aquella no se comparo con la hermosa sensación, justo al lado de mi corazón, que sentí al ver la que sería nuestra habitación en un futuro cercano. 

Todo el techo estaba decorado con licencias diminutas y brillantes que parecían verdaderas estrellas. Había algunas, también, en las columnas del ventanal que daba al jardín. Ese que me había echo enamorarme un poco más de aquella casa y apropiarme de la habitación. 

Pero no solo el techo estaba iluminado. 

Había velas por todos lados junto a mis pies. Agrupadas en grupos o solitarias. Una duda se instalo en mi cabeza al imaginarme como se vería todo aquello en la noche, cuando la luz que entraba por el ventanal no opcase un poco la imagen y el brillo romántico que brindaba todo aquello. 

Lleve una mano a mi pecho cuando lo sentí acelerarse apresuradamente mientras una sonrisa me hacía curvar los labios un poco más. Si. Michael había preparado todo aquello para mí. Y aunque no tenía la menor idea de por qué lo había echo sentí que sería un día precioso para mi. 

Y pensar que hacía poco lo sentías raro contigo. ¿Una reunión? Si claro. 

Sentí un suave carraspeo a mi espalda y no tarde ni un según en girarme hacia allí. 

Como imaginé, mi precioso amor, me esperaba con una sonrisa nerviosa y ansiosa y yo no podía hacer más que preguntarme a donde nos llevaría todo esto. Algo se acercaba para nosotros. Algo grande. Su expresión me lo confirmaba. 

—Es precioso. —afirme con una sonrisa mientras una diminuta lágrima de pura felicidad dibujaba un curso en mi mejilla. 

—Tú eres preciosa. —aseguro mientras entraba un poco más en la habitación— Todo esto no se comparaba contigo. 

Me sonroje un poco tras sus palabras. 

Este hombre nos matará un día de estos como siga diciendo esas cosas. 

Vas a decirme a ¿qué viene todo esto? —pregunte mientras daba unos pasos cerrando la distancia entre ambos. 

Michael no perdió un segundo antes de tomar mis manos y embolverlas con las suyas en un acto reflejo que me llegó a la corazón. 

Solo unos meses atrás eramos unos totales desconocidos y ahora... ¿Quién nos viese ahora no nos reconocería? 

Michael sonrió débilmente mientras se inclinaba y dejaba un beso suave en el dorso de mis manos. 

—He estado pensado en algo últimamente. —susurro mientras me apartaba un mechón rebelde y lo colocaba tras mi oreja. 

—¿En que esaptamente? —le devolví la sonrisa y el acuno mi mejilla durante unos segundos sin perder de vista mis ojos. 

Yo me negaba a abandonar los suyos. 

—He estado pensado en la primera vez que te vía hace unos meses. —destacó lo último— En las bueltas que da la vida y en lo afortunado que fui después de ello. 

Si que se le notaba un poco pensativo y vastante nervioso. 

—Me gusto esa vuelta en particular. —intente disminuir sus nervios –a pesar de no conocer sus motivos– bromeando un poco. 

—A mi también. —Por lo menos sus hombros bajaron un poco la tensión— Sabías que Terry fue la que dio la idea para poder acercarnos a ti. Para acercarme a Noa. —dejo saber intentando seguir el curso de la conversación que yo había iniciado. 

Debo admitir que me sorprendí un poco. 

—¿A qué te refieres esaptamente? —pregunte. 

El sonrió cómplice antes de acercarse un poco más y envolver mi cintura con sus manos. Yo coloque mis manos en su pecho y le observe esperando una respuesta. 

—Cuando Terry te propuso lo del cuadro... 

—¿Esa era la escusa? 

Asintió y me reprocho con la mirada el echo de interrumpirle. 

—El caso es que Terry tuvo la idea. Pero para entonces yo ya sabía que tu eras esa chica y que Noa era mi hija. —soltó. 

Y yo le interrumpi antes de que comenzará nuevamente. 

—¿Cómo lo sabías? —tenía que preguntarlo.— ¿Qué era tuya? —agregue un segundo después al ver su expresión confundida. 

—Terry indago las fechas e hice los cálculos.—algo en mi expresión lo animo a continuar— El caso es que la escusa fue el cuadro de más vistas. Fue lo más rápido que se nos ocurrió y terminó resultando. Y cuando le pedí ayuda para prepararte esta sorpresa nos pareció buena idea lo del lienzo en blanco y todo lo de las pinturas. —sonrió— A fin de cuentas fue una de las cosas que nos unió y una de las cosas que amas. 

—Ame todo esto. —asegure— Y amaré utilizar las pinturas, dibujar los jardines y amaré esta habitación cuando esté terminada más de lo que la amo ahora. 


—La verdad es que espero que la ames un poquito más cuando te entregue tu regalo. 

—¿Hay más? —brome. 

Asintió con una sonrisa decidida y dio un paso atrás. 

—Cariño apenas nos estamos acercándome al por que de todo esto. —aseguro. 

Lo observe dar dos pasos atrás y sonreírme mientras comenzaba a rebuscar algo entre sus bolsillo. Cuando lo hubo localizado —sea lo que sea que buscase— soltó un corto suspiro de alivio y me sonrió. 

—Puede parecerte tedioso que te diga esto... pero te amo. —afirmo. 

—Yo también te amo. —asegure. 

El ensancho su sonrisa un poquito más nervioso. 

—Lo se cariño pero esperaba un poco ¿si? Quiero terminar con esto antes de despamayarme. —le sonreí divertida por sus nervios e intrigada mientras lo observa en silencio— Nunca en mi vida me pude haber imaginado que después de las locuras que he cometido en mi adolescencia e incluso a inicios de mi adultez tu seas una de las más bonitas. O haberte conocido. —específico— Tampoco espere que Dios me recompensará con tenerte de vuelta y que trajeses a ese ángel que es nuestra hija y mucho menos que me hicieras tan feliz al darme a otro hijo. 

>> Lo que menos esperaba es que fuese capaz de amarte tanto como lo hago en este momento o dentro de 40 años. Porque si, —hizo una pausa para enfatizar— Te seguiré amando de esta forma hasta el día de mi muerte y luego de eso lo seguiré haciendo.  —no me había dado cuenta en que momento había comenzado a llorar pero si supe en que momento me había quedado sin habla por completo. 

Fue justo después de que Michael dejase caer una rodilla frente a mi y sacará una cajita de su bolsillo y me mirase con esa expresión de total devoción. 

—También se que me harás el hombre más feliz del mundo dentro de esos 40 años cuando recordemos este momentos y me digas que me continuas amando de la misma forma. —abrió la cajita y un preciso anillo se dejó ver ante mis ojos que se demoraron en lágrimas una vez más— Y entonces sonreiremos y yo me quedare mirando este anillo y recordaré lo nervioso que estoy y tu te burlarse de mi con lo harás en nuestra boda si me das el honor de casarte conmigo. 

Lo observe con las lágrimas dibujando surcos en mis mejillas y llegué a pensar que me había quedado sin voz alguna durante lo que pareció una eternidad. 

Michael estaba de acuerdo con ello. A él también le pareció una eternidad en la que perdía cada vez más el color del rostro mientras yo no me movía de mi sitio y no apartaba la mirada más allá del anillo o de su rostro. 

Pero si se que no tarde mucho más de un minuto entero en ponerme a asentir como loco antes de lanzarme a su brazos y besarlo. El me estaba esperando con una sonrisa e incluso vi alguna lágrima. 

Solo sabía que no mucho tiempo después habíamos salido de aquella habitación después de muchos te amo y con el preciso anillo en mi dedo con una promesa clara de eternidad y amor. 

Amaba a Michael y lo amaría hasta mi muerte o incluso un poco más allá.




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