Nuestra Última Canción

El gran concierto

1 𝓭í𝓪 𝓪𝓷𝓽𝓮𝓼 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓽𝓻𝓪𝓰𝓮𝓭𝓲𝓪.

Hola, Diosito, soy yo otra vez... Prometo ser buena si haces que Abi termine de peinarse antes de que el reloj marque las ocho. Amén.

—¡Eleanor, deja de rezar y ayúdame con esto! —chilló Abi desde el vestidor, su voz ahogada por el sonido del secador.

El cielo azul estaba completamente despejado, el sol brillaba más que nunca reflejando su calidez en la naturaleza a mi alrededor. Los pajaritos cantaban escondidos entre los árboles, una escena perfecta... Si no fuera porque todo eso me causaba asco.

Romantizar nuestra vida será algo
complicado si sigues con esa actitud —dijo la voz en mi cabeza.

En realidad el cielo estaba nublado, grandes y grises nubes adornaban el cielo dándome el pequeño presentimiento de que la lluvia estaba a nada de llegar, quizás con una leve probabilidad de una tormenta. Y no, no había naturaleza a mi alrededor más que una pobre flor muerta.

El caos reinaba en la habitación: un vestido azul oscuro colgaba de una silla, una plancha para el cabello en el suelo y, en medio de todo, la flor muerta en su jarrón, como si protestara silenciosamente por el desastre.

—Abi, tu flor se rindió. ¿Quieres que recemos también por ella? —pregunté mientras levantaba un pétalo seco.

Nota mental: Nunca regalarle flores. Ahorrémonos más sacrificios.

—Abi deberías de darle un poco de agua a esa pobre flor —dije tocando a la pequeña sin embargo creo que era tarde para ella.

—Se la daré más tarde mujer —contestó Abi con desdén.

—Eso llevas diciendo hace dos semanas —puse los ojos en blanco—. ¿Por qué no le dices a tu novio que no te gustan las flores y ya? Así evitas su sufrimiento.

Abi salió de su vestidor con un hermoso vestido azul oscuro, este tenía un hermoso escote en forma de corazón y a la vez era ajustado a su cadera permitiendo resaltar su silueta. Ojalá tuviera la facilidad de tener una buena genética, uno humildemente debe de matarse en el gym día a día en un pequeño espacio, lleno de olor a pescado y señores malhumorados con su existencia.

—Me parece tierno el que siga dandomelas —dijo, encogiéndose de hombros.

Claro y las pobres sufren solo por "ternura", técnicamente describí mi situación amorosa.

—¿Se me ve bien el trasero con este vestido? —me preguntó mientras se acomodaba el pelo.

Acomodó su cabello rubio en su hombro mirándome mientras levantaba y bajaba sus espesas cejas rubias. Le di una seña para que esta girara en su propio eje para poder dar mi opinión a lo que ella obedeció.

—Se te ve bien, pero se te vería mejor con una chaqueta encima —aconsejé, tirándome en su cama.

—¡Voy a morir de calor, mujer! Además, estaré saltando

Me giré hacia ella levantando mis cejas de manera divertida.

—Abigail ¿De qué tipo de saltos estamos hablando?

Su piel pálida se tiñó de rosa ante mi comentario. Solté una carcajada mientras esta tomaba un peluche de su sofá y me lo lanzaba.

—Por eso no tienes novio Eleanor —escupió antes de meterse otra vez al vestidor con rabia.

«Touchdown para la rubia»

Para ser mi mejor amiga a veces escupe verdades crueles. Y si, esa rubia era mi mejor amiga, Abi, una chica espontánea, coqueta, famosa entre los chicos por su belleza, esos enormes ojos marrones llenos de dulzura simplemente Abi era la chica de ensueño de más de un chico.

La conocía desde la panza, su madre era amiga de la mía, ambas pasaron su embarazo juntas y crearon un lazo entre ambos polos opuestos ( esas éramos nosotras, obvio). Su madre lamentablemente murió hace siete años, desde ese entonces mi madre se dió en la tarea de cuidarla como una hija más.

«Aunque claro, la consentida soy yo»

Un almohadazo me sacó de mis pensamientos volviéndome a la realidad un tanto desorientada.

—¡Eleanor Elizabeth te estoy hablando! —chilló la rubia como si se hubiera pegado el dedito pequeño del pie.

—¡Abigail te estoy escuchando!—aseguré en la misma tonalidad.

La rubia me miró con una ceja arqueada, claramente desconfiada.

—¿Ah, sí? Entonces dime qué fue lo que te dije —me retó, cruzando los brazos.

—Me preguntaste si el vestido te sacaba más trasero...

Otra almohada voló hacia mi cara.

—¡Idiota! Te iba a decir que...

Se quedó en silencio, pensando. Y luego soltó:

—¡Por la rabia se me ha olvidado!

No pude evitar reírme al escucharla decir eso a lo que rápidamente su risa me acompañó. Mi estómago empezó a doler ante la risa así que sin aguantar más me detuve colocando mi brazo encima de mi rostro y echándole una rápida mirada al reloj.

¡MIERDAAA!

—¿Ahora que te pasa, por qué has puesto cara de que la hemos liado? —me miró con el ceño fruncido.

—¡Por qué lo hemos hecho mujer! —me levanté de la cama de golpe—. Nos agarrara tarde, bestia.

—¡Bestia tu! —gritó indignada— ¡Te iba a decir que ya estaba lista para irnos!

La miré de arriba a abajo deteniendo la vista a su melena rubia. Estaba esponjada de manera extraña, como si los dos mil de sus cepillos y ella hubieran tenido una pelea en su cabello, y creo que ambos perdieron.

—¿Piensas ir con el cabello así?

—Es la nueva moda Eleanor, actualízate —Dios, si eso es moda nunca me actualices.

Es tu mejor amiga recuerda, no seas odiosa o cruel.

Trate de dar mi mejor sonrisa, acercándome con ella y palmeando suavemente su hombro.

—Si te sientes bien así está bien, solo te pido una cosa —dije sonriendo.

—¿Qué? —preguntó enarcando una ceja

—Si te preguntan si nos conocemos, niegalo.

Sus ojos marrones se enchinaron antes de pellizcarme la mejilla.

—¡Suéltame que me duele! —chillé adolorida.

—Piérdete.

Soltó mi mejilla y se dispuso a irse de la habitación.

—Claro, como el peine en tu cabello después de eso a lo que le llamas peinado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.