Nuestra versión juntos

4 AÑOS ATRÁS

Salgo por la majestuosa puerta del edificio y el aire que respiro me resulta embriagador. Quizá no fuera el aire, si no, que acababa de pasar la mejor noche de mi vida al lado del chico del que estaba enamorada. SI alguien me llega a decir hace tan solo un día que las cosas acabarían así hubiera creído que se reían de mi cara.

NI siquiera la estrecha amistad de Enzo y Lila parecía afectarme ya, por el contrario, era enternecedor la manera en que se cuidaban.

Sigo caminando absorta en mis bonitos pensamientos cuando de pronto un señor trajeado se posiciona prácticamente frente a mí. Doy un paso hacia atrás de la impresión y su sonrisa forzada me desagrada de inmediato. Miro detrás de él y el Audi negro con las ventanas tintadas no termina de relajarme.

Antes de que el susodicho pudiera abrir la boca la ventana del asiento trasero se baja y la estúpida cara de Mateo Colloricchio me confirma que aquello no iba a acabar bien.

—Querida Kate —murmura irónico —. ¿Serías tan amable de permitirme llevarte a tu casa?

Miro de nuevo al desconocido frente a mí y sopeso la idea de salir corriendo. No es que tuviera muchas posibilidades frente a ese joven, pero al menos eso llamaría un poco la atención a mi alrededor. También estaba la posibilidad de volver al edificio, pero hasta que el conserje volviera a abrirme ese hombrecillo ya me habría metido en el maletero del coche. Por otro lado, ese señor era el padre de Enzo y mi antiguo director, no un sicario de la mafia rusa.

—Creo que prefiero ir caminando —respondo buscando saber sus intenciones.

—Está muy lejos, no padezcas a lo tonto —fuerza todavía más la sonrisa.

—No es necesario, gracias.

La sonrisa se borra de inmediato de su fino rostro y parece por fin haber vuelto a ser Drácula.

—Creo que para alguien a quien la familia le importa tanto como a ti deberías entrar en el coche y escuchar lo que tengo que decirte. No tengo intención de secuestrarte, todas las decisiones que tomarás serán con total libertad.

Si intentaba que aquello me intimidara más, lo había conseguido.

Suspiro con cierta frustración y doy la vuelta para meterme en el maldito coche.

El guardaespaldas o sicario que esperaba fuera imita mi gesto y se sienta en el asiento del conductor. El señor Colloricchio le da unas breves instrucciones de cómo llegar a mi casa con total normalidad.

—¿Cómo sabe usted mi dirección? —pregunto inquisidora.

Mateo me escudriña con la mirada, pero me mantengo firme, buscando no demostrar un ápice de miedo o inquietud.

—Sé muchas cosas —respondo con una prepotencia que me recuerda un poco a la de su hijo —. Seré breve, no tengo intención de alargar esto más de lo necesario.

Junto mis manos intentando ocultar el temblor que había instaurado por todo mi cuerpo.

—No voy a dejar a su hijo, si es lo que pretende —me adelanto decidida.

Su carcajada breve pero sonora me enfurece bastante. Al menos ya estaba clara su intención.

—No, no lo vas a dejar pequeña —sigue riendo y vuelve a mirarme — Vas a abandonarlo, vas a destrozar su infantil corazón y dejarlo por los suelos.

Ahora soy yo la que inevitablemente ríe, era una idea tan tremendamente estúpida que ni siquiera podía contemplarla.

—Lo harás créeme —sigue hablando —. Mas que nada porque si no lo haces, meteré cincuenta kilos de cocaína en la tienda de tu querido padre, la cual por cierto mis chicos siguen reformando y llamaré un policía conocido quien milagrosamente descubrirá toda una trama de narcotráfico liderada claro está por tu padre. Y claro, un juez que es muy amigo mío también tomará la sabia decisión de meterlo en una celda hasta que se pudra y para cuando llegue a demostrar su inocencia, si es que lo consigue alguna vez, se habrá tirado suficientes años en la cárcel como para dejar de ser el cariñoso padre que un día fue.

Los oídos empiezan a pitarme y el corazón parece dispuesto a saltar de mi pecho. No podía procesar nada de lo que acababa de oír.

—Ya no eres nadie, Enzo te lo quitó todo — impasible.

— Oh Kate, Enzo me ha quitado mucho, no lo niego, pero el estúpido de mi hijo no tiene idea de todos los contactos que he ido forjando a lo largo de os años y lo lejos que puede llegar mi influencia todavía.

— No, no es verdad. NO voy a caer — balbuceo y mis manos chorrean de sudor.

Necesitaba salir de ese coche o acabaría asfixiándome.

— Juégatela entonces y veremos quien acaba perdiendo.

— ¿Que ganas con esto? — pregunto sin intentar ocultar ya mi desespero.

— Él me ha quitado algo que me importa, yo le quitaré lo único que le ha llegado a importar.

—No puedo dejarlo sin motivo, no se lo creerá —digo más para mí misma que para nadie.

—Oh no Kate, no es dejarlo solamente, acabarías cayendo como una niña patética, no soy imbécil. Tienes que marcharte, irte del país y que no tenga oportunidad de encontrarte.

Miro incrédula al hombre que tengo delante y su forma tan rotunda de hablar me deja claro que a totalmente en serio.

Cierro los ojos inconscientemente unos segundos esperando volver a estar en su cama, acurrucada en sus brazos lista para despertar de aquella macabra pesadilla.

Pero no despierto.

—Elije Katherine, no tienes mucho tiempo —avisa el señor Colloricchio.

Abro los ojos y dejo que las lágrimas recorran mis mejillas sin control.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.