Eran las 21:50 de la noche y frente a aquel lujoso edificio intentaba inclinar la balanza hacia un lado u otro.
Quería ver a Lila, darle mi apoyo y no separarme de su lado, de eso estaba segura. El problema residía en que no sabía hasta qué punto estaba arriesgándome con todo aquello. No había recibido noticias de Mateo y por más que buscara en recortes el patriarca de la familia Colloricchio había dejado de ser noticia hacía mucho tiempo. Al igual que su hijo, quien un día no paraba de ocupar portadas parecía haberse vuelto todo un angelito. Aquel silencio mediático me inquietaba sobremanera.
SI de verdad estaba frente a la casa de Enzo como creía, su padre acabaría sabiéndolo. Sin contar el profundo temor que tenía a encontrarme con Enzo.
Aún así había ido y la principal razón era la tremenda tristeza que vi marcada en el rostro de Lila en aquel tanatorio. La había dejado totalmente sola y si no estaba a su lado en un momento así posiblemente no querría saber nada mas de mi en la vida.
Entro al vestíbulo y un conserje sentado frente a la pantalla del ordenador parece no inmutarse.
—Hola —saludó y levanta la cabeza para mirarme — Vengo a ver a Lila Montgomery, apartamento 6B.
—Su carnet de identidad —me pide en modo automático.
Maldigo en mi interior no llevar alguna especie de carnet falso o algo por el estilo. Lo último que quería era que mi nombre quedara registrado en aquel lugar.
De mala gana le entrego mi identificación y al cabo de un minuto me la devuelve.
—Muy bien, puede pasar —confirma sin un ápice de alegría.
Subo por el lujoso ascensor y una pequeña bola de nervios empieza a crecer dentro de mi estómago. Confiaba en Lila y sabía que no me haría ninguna especie de encerrona de ningún tipo, pero el hecho de estar en aquel lugar no me relajaba en absoluto. Empezaba a echar de menos el frío, diminuto y solitario piso de Londres.
Recorro el largo pasillo hasta la puerta número B, que tiene incrustada una pequeña placa de metal con dos nombres.
“Enzo Colloricchio
Lila Montgomery”
Efectivamente era su casa. Esa confirmación solo hace que empeorar mi estado de ánimo y decido tocar el timbre antes de que el miedo acabe obligándome a pegar media vuelta y salir corriendo.
Unos segundos después Lila Montgomery abre la puerta y doy gracias a dios por ser ella la persona que tengo delante.
—Has venido —confirma con un toque de sorpresa en su voz.
—Sí, he venido.
—Pasa —ofrece, pero sigo sin moverme ni un centímetro —¿Kate?
—¿Estás sola? —la pregunta se escapa por mi boca de forma inesperada.
—No hombre, está Enzo. Espera que lo llamo —suelta y gira la cabeza hacia dentro del apartamento.
Doy un giro de 180 grados y antes de que mis pies empiecen a volar Lila me sujeta el brazo.
—¡Que es broma joder! —empieza a reírse mientras yo la fulmino con la mirada —. No me digas que esta no te la debía.
Inexplicablemente no puedo enfadarme con ella. Puede que la echara tanto de menos que ni siquiera una broma tan inapropiada podía hacerme efecto. Además, el hecho de que tuviera humor para hacer bromas con lo que estaba pasando me aliviaba un poco.
Cruzo la puerta y mis ojos se deleitan con un piso de ensueño.
Sin duda eso tenía el sello Montgomery por todos lados.
La estancia se divida en dos espacios, por un lado, un enorme salón con paredes de mármol blanco y beige, un sofá en tono café, un larguísimo plasma anclado a la pared y entre medias una mesita de cristal con las patas de madera encima de una elegante alfombra blanca. El resto del suelo era de un azulejo claro reluciente que bien costaría casi lo mismo que mi piso entero. Al otro lado una cocina de última generación, con una encimera preciosa de granito verde oscuro, unos electrométricos de color negro mate combinado con mas tonos verdosos, todo rodeado de grandes ventanales de cristal que iban del suelo al techo. Al fondo un pasillo que daría seguramente a mas habitaciones espectaculares.
—Es impresionante —alabo mientras mi cabeza procesa tanto lujo.
—Error de Enzo de dejarme en una tienda de decoración con su tarjeta.
La mención a su nombre me recuerda bien donde estoy y lo necesariamente corta que debía hacer esa visita.
—¿Puedo sentarme? —pregunto tímida.
Lila me escruta con sus felinos ojos verdes y vuelvo a sentir como puede leerme el pensamiento. En cuatro años eso no había cambiado ni un ápice.
Sin responderme se sienta en el pulcro sofá y la imito buscando la mejor manera de iniciar aquella charla.
Estamos relativamente cerca y las ganas de abrazarla y darle de nuevo mi apoyo se hacen más presentes. Estaba tan guapa como la recordaba, con la melenaza rubia algo más corta pero igual de perfecta y aún con todo, su rostro seguía destilando una tristeza que antes no tenía, además de unas ojeras mucho más pronunciadas y los ojos, rojos de tanto llorar, no destacaban con la misma fuerza.
—¿Cómo estás? —pregunto reprimiendo mis sentimientos.
—¿Por qué te fuiste? —va directa al grano.
Trago saliva y agacho la cabeza. Tyler ya me había avisado de que Lila quería respuestas y la conocía lo bastante como para saber que era así, pero muy a mi pesar todavía necesitaba confirmar el paradero de Mateo y si de verdad seguía en la vida de ellos de alguna forma.
—Tuve que irme, tuve que escoger entre mi familia o quedarme —intento darle la máxima información que puedo, pero por su gesto no parece bastante.
—Kate tu familia no se fue, ellos siguieron aquí ¿Quién te hizo escoger? No lo entiendo.
—Lila, sabes que si hice lo que hice fue por una buena razón y no tengo derecho a pedirte nada, pero te juro que cuando pueda, te lo contaré absolutamente todo.
Se frota la cara con cierta frustración. Era consciente de que eso era todo lo que iba a darle y estaba decidiendo si le era suficiente o no.
—¿Vas a quedarte? —me interroga.
Editado: 29.10.2024