Desde el momento en que Marco me propuso salir, supe que era mala idea. No es que el hecho de salir con mi primo me supusiera un problema, si no que dejarme llevar por sus locas ideas siempre acababan haciendo que me arrepintiera.
Llevábamos tan solo una hora en aquella discoteca y a pesar de la compañía de Ángela, no podía ignorar a la morena de ojos azules que tenía al otro lado del minúsculo espacio de aquella zona VIP. Ya no solo por ese vestido azul que llevaba que pondría a prueba al mismísimo pontífice si no por el hecho de que se había tirado toda la hora hablando animadamente con Marco mientras compartían algún que otro chupito de tequila de más. Habían pasado cuatro años, pero conocía a Katherine y sabía de sobra que su tolerancia al alcohol no era tan elevada.
Por si fuera poco, Lila no hacía más que ir por el mismo camino, dando la sensación de estar más sobria que su amiga, pero sin intención alguna de parar. Había pasado de salir con mi novia a volverme un padre controlando a sus dos inconscientes hijas.
—¿Nos vamos? —propone Angela recuperando de nuevo mi atención.
A decir verdad no había nada en el mundo que prefiriese en ese momento que irme de allí pero una vocecita en mi interior me lo impedía.
Vuelvo a mirar a la pareja de enfrente y veo como Marco apoya disimuladamente la mano en el muslo de Kate, quien o no se inmuta o no parece molestarle. Había salido las suficientes veces de fiesta con mi primo para saber de memoria sus tácticas, la forma en que ligaba y como terminaba al día siguiente desapareciendo del mapa. No le podía juzgar, yo era igual o peor pero viendo a quien se estaba acercando me costaba mucho mantenerme relajado.
—Enzo cielo ¿Me has oído? —vuelve a insistir la rubia.
En ese momento las dos amigas se levantan, con cierta inestabilidad confirmando mis sospechas. Espero a que se distancien un poco para levantarme.
—Dame un minuto —le pido a Ángela rápidamente.
Me siento al lado de Marco que me recibe con cierta sorpresa y bastante alegría.
—Venga primo, a la próxima invito yo —se ofrece apoyando la mano en mi hombro.
—Que contento te veo.
—No es para menos —responde con una sonrisa pícara —. ¿Tú la has visto?
Miro impasible a Marco, sé de sobra que una reacción de cualquier tipo no pasaría desapercibida para él.
—Creo que será mejor que las lleves a su casa, sobre todo a Lila —le pido ignorando lo demás.
—No te preocupes, la dejaré sana y salva en tu piso.
—A Katherine también Marco.
—A ella creo que la dejaré, pero mañana por la mañana —me guiña el ojo travieso.
Un amargo saber recorre mi boca y lucho por que esa reacción no se vea reflejada en mi gesto.
—No es buena idea, no parece que vayan muy bien —insisto algo más impaciente.
—No vengas en plan padre a joderme.
—Estoy evitándote una denuncia por acoso.
—Por quien me tomas primo —se defiende —. Sabe a la perfección lo que hace y te aseguro que no se arrepentirá.
Suspiro irritado y calculo los pocos minutos que me quedan hasta que vuelvan de la barra.
—Marco, Kate no es una buena opción para ti —murmuro en voz mas baja rezando para que Ángela no me oiga.
Me mira confuso mientras le sostengo la mirada con firmeza. En sus ojos puedo ver como su cabecita va atando algún que otro cabo.
—No me jodas Enzo, no puedes tenerlo todo en la vida.
Mi cuerpo se tensa todavía mas si cabe. No era la primera vez que ambos coincidíamos en gustos, algo que normalmente terminaba en un simple “esta vez tu, la siguiente yo”. Claro está que en el último año todo había cambiado y esas disputas ya no se daban, pero eso no quitaba que para mí aquella situación fuera totalmente distinta.
—Te estas confundiendo, estoy con Angela —le informo tras echar un rápido vistazo a mi novia que parece ocupada mirando el móvil.
—¿Entonces? ¿No quieres que tu primo sea feliz?
—Hay cientos de mujeres aquí, búscate la que te de la gana y sé feliz toda la noche si te apetece.
—¿Quién es? —pregunta de pronto —. Es muy amiga de Lila y está claro que os conocéis, aunque no os hayáis dirigido la palabra.
No le respondo y no solo porque no quiera, si no porque no tengo ni la menor idea de cómo explicar en aquel momento quien era Katherine Young para mí.
—No es nadie relevante, créeme —miento.
—Pero no me la puedo follar ¿no?
Sus palabras activan una parte nada agradable de mi cuerpo, haciendo que cierre los puños con fuerza mientras sentía como perdía el control por momentos.
—Ya las llevo yo a casa, no te preocupes —respondo tajante y me levanto.
Marco imita mi gesto y me encara como pocas veces le había visto hacer.
—Será mejor que decida ella ¿No crees? —propone un tanto chulesco.
La idea no sería mala si no fuera porque Kate estaba borracha y posiblemente enfadada porque hubiese llevado a Angela conmigo, haciendo que estuviera dispuesta a cualquier cosa con tal de sacarme de quicio. Ni quería ni pensaba arriesgarme.
—¿Os pasa algo? —salta de pronto Angela.
—No —corto rápidamente —. Marco te va a llevar a casa mientras yo acerco a Lila, no tardaré mucho te lo prometo.
—¿Ah sí? —pregunta Marco mirándome fijamente.
—Sí, me harás ese favor porque te lo pido yo y porque somo familia ¿recuerdas? —respondo esperando que él entienda a que me refiero.
—¿Y por qué la tienes que llevar tú? —se queja algo molesta Ángela.
Marco suspira frustrado pero permanece callado dando a entender que parece dispuesto a hacerme caso de una puñetera vez.
—Porqué Lila es mi responsabilidad.
—¿Y su amiga? —pregunta cruzando los brazos.
—Te veo luego —zanjo de raíz.
Me acerco a ella y le planto un beso en la mejilla, que no parece amainar su enfado y acto seguido me despido de mi primo.
—Me debes una buena explicación y te aseguro que me la vas a dar Enzo —susurra Marco con disimulo antes de dejarme ir.
De camino a la barra siento como si me hubiera quitado un enorme peso de encima. No debería preocuparme en absoluto con quien se acuesta o no Kate pero alguien tan cercano a mi como mi primo no lo iba a poder tolerar. Había suficiente gente en este planeta para que tuviera que meterse de nuevo en mi familia.
El alivio dura poco cuando la identifico en la barra hablando de nuevo muy animada con un desconocido mientras Lila se esfuerza por pedir a gritos otra copa. El susodicho parece estar a punto de apoyar su mano en la parte baja de su espalda cuando me dejo llevar por mis instintos apartándola bruscamente.
—Va a ser que no —suelto y el chico da un brinco asustado.
—¿Por fin has dejado a esa estirada? —pregunta Kate exageradamente feliz.
Rodea mi cuello con sus brazos haciendo ver que va bastante peor de lo que pensaba. Su repentina cercanía me inquieta hasta cierto punto, e incluso así de ebria seguía impecable. El desconocido desaparece en segundos y aprovecho para apartarle las manos con delicadeza
—Será mejor que os lleve a vuestra casa —murmuro cuando por fin vuelve Lila.
La rubia ya está a un nivel considerable de borrachera y antes de poder saludarme se tropieza con sus propios pies derramando una copa helada de un líquido transparente encima de mí.
Hago un esfuerzo titánico para no montarle un pollo allí mismo, mientras ella se lleva las manos a la boca para acto seguido partirse de risa con su amiga, haciendo que me arrepienta de mi estúpida decisión de llevarlas conmigo.
—Tenéis dos segundos para mover el puto culo hasta el coche —elevo la voz y la risa desaparece.
Parecen haber captado el mensaje, al menos Lila, quien enfila en dirección a la puerta. Kate en cambio me mira sin mover un dedo.
—No te recomiendo que me pongas a prueba —susurro amenazante.
Pone los ojos en blanco pero decide emprender el mismo camino que Lila. Llegamos al coche tras algún tropiezo más que ponen a prueba mí ya de por sí reducida paciencia. El camino de vuelta se vuelve mas tranquilo a medida que llegamos, se ríen y hablan distraídamente hasta que Lila, como de costumbre, empieza a caer rendida de sueño. Eso me permite darle alguna que otra vuelta a toda aquella situación.
No entendía que me había llevado a dejar plantada a Angela para ir, como siempre, al rescate de las dos. No me importaba hacerlo por Lila pero con Kate era distinto, cuanto más me acercaba a ella más se complicaban las cosas, pero mantenerme alejado estaba siendo muy difícil.
A todo ello se añadía otra problemática. No podía llevarla a su casa, primero porque no estaba en condiciones ideales y segunda porque no pensaba aguantar a su familia, quienes podrían interpretar aquello de forma errónea. La mejor y más rápida alternativa era que durmiera con Lila en el piso, de todas formas, yo pasaría la noche con Ángela y al día siguiente ya se encargaría ella de salir de allí pitando.
Subimos al apartamento, con cierta dificultad por el escaso sentido de equilibrio de ambas que no solo empeora mi cabreo, si no que hace que el conserje me mire como si fuera una especie de acosador que va a aprovecharse de dos amigas borrachas. Entramos por fin y lo primero que hago es llevar a Lila a su cuarto y acostarla como puedo imaginando al día siguiente la monumental bronca que iba a caerle por aquel comportamiento.
Antes de encargarme de Kate voy a mi cuarto para buscar una camisa seca y vuelvo a encontrarme con la señorita Young como pedro por su casa, frente a uno de mis cuadros favoritos observandolo con atención.
A pesar de la situación, mi humor de perros y la incomodidad que me producía aquella camisa mojada la escena me resulta un tanto hipnótica. Lo miraba con tanta atención que aparentaba estar totalmente despejada. Era como ver una obra de arte admirando a otra.
—Creo que te dejé bastante claro que no quería volver a verte aquí —espeto volviendo a mi estado de irritación.
Se sobresalta un segundo y me mira achinando los ojos demostrando su verdadero estado de embriaguez.
—¿Como puede alguien estar tan guapo enfadado? —pregunta con la voz algo pastosa por el alcohol.
A pesar de mi cabreo no puedo evitar sonreír. Puede que por su manera tan natural y sincera de decirlo, muy distinta a la terca y esquiva Katherine.
—Así ya ni te digo —murmura devolviéndome la sonrisa mientras se acerca peligrosamente a mí.
—No estoy para juegos —le aviso y apoya las manos en mi pecho, su calor frente a la humedad de mi ropa resulta en un choque térmico inesperado.
—Sigues mojado —suelta como si nada.
Acto seguido empieza a desabrochar el primer botón de mi camisa, con mucha dificultad debida su reducida coordinación en aquel momento. Su olor llega a mi mezclado con el alcohol que en ella no reduce lo más mínimo su efecto.
—Kate —le freno las manos clavando mis ojos intimidantes —. Estate quieta.
El problema es que en ese caso mi mirada no parece hacerle ningún efecto, solo suelta un suspiro exasperada y levanta las manos a la altura de su cabeza, dando un paso atrás.
—Puedes quedarte a dormir si quieres, en el sofá claro —le ofrezco de camino a mi armario.
—Cuanta generosidad —se burla —. Tendrás que dejarme algo para dormir, al menos.
La miro todo lo serio que puedo, pero su sonrisa traviesa es difícil de ignorar. Se lo estaba pasando realmente pipa, pero mucho más me lo pasaría yo al día siguiente viéndola roja de la vergüenza. Cojo una camisa parecida a la que llevaba y rebusco por los rincones hasta encontrar una sudadera antigua y algo grande, de color azul y muy poco favorecedora.
Se la lanzo a la distancia y como era de esperar cae al suelo ante su triste intento de sujetarla. Me quito la camisa rápidamente y ya me estoy desabrochando la otra cuando me doy la vuelta y la veo sin su precioso vestido, solo con un conjunto de lencería que poco daba a la imaginación.
—Te voy a matar —protesto dándome de inmediato la vuelta.
Esa imagen iba a ser algo que me torturaría durante muchísimos días en adelante, porque a pesar de todo, removiendo de modo automático algo debajo de mis pantalones.
Definitivamente los años solo habían hecho que enfatizar sus atributos dejándole un cuerpo demasiado tentador para cualquier ser vivo que respirara.
Cierro los ojos intentando controlar el cúmulo de sensaciones en tan solo unos minutos, porque desgraciadamente, allí estaba, el maldito tatuaje que incluso de lejos era perfectamente reconocible.
—Como si no me hubieras visto nunca desnuda —murmura a regañadientes —. Ya está exagerado.
Me doy la vuelta nuevamente y aunque está mas vestida, la sudadera le queda bastante corta, dejando unas tentadoras piernas demasiado al aire.
—¿Te importaría esperarte quietecita en el salón? —le pido forzándome a mirarle la cara.
Suspira de nuevo pero opta por marcharse, no sin antes regalarme una bella visión de su trasero dirigiéndose a la puerta que me obliga a morderme el labio con cierta frustración.
Termino de vestirme y salgo, Kate está sentada frente al televisor, con un bol de chocolatinas que si no recuerdo mal estaba bien guardadas en mi cocina y un gesto relajado, tarareando una canción inentendible. Parecía como si aquel fuera su sitio desde hacía años.
—¿No vas a dormir la mona en ningún momento? —me quejo recogiendo las llaves de la encimera.
—¿No te vas a quedar conmigo? —pregunta con inocencia —. Tengo chocolate.
Me río incrédulo, era como si para ella todo se hubiera borrado y fuéramos dos buenos amigos.
—No estas tan borracha como para no saber lo que te voy a contestar a eso —le digo en dirección a la puerta.
—Borracha o no siempre quiero que te quedes conmigo.
Me freno y la miro con atención, sigue igual de relajada desenrollando la tercera o cuarta chocolatina. Se la mete en la boca y me mira levantado los hombros, como si sus palabras fueran mas que obvias.
Me acerco a la puerta y agarro el pomo pero no lo giro. Me quedo mirando ese trozo de madera blanca sin reaccionar, como si mi cerebro no quisiera mandar la orden a mi cuerpo de salir de alli pitando, que es lo que debería hacer.
Suspiro, harto de toda aquella situación. Katherine estaba alcoholizada, lo que al parecer a ella le provocaba una sinceridad muy bienvenida y a mi me regalaba unas horas en las que no necesitaba fingir que no quería y necesitaba su compañía como realmente era, ya que probablemente no se acordaría de la mayor parte de aquello al día siguiente.
Apoyo la frente en la puerta, sabiendo con toda seguridad que me arrepentiría de aquello para acto seguido sacar el teléfono, avisar a Angela en un escueto mensaje que las cosas se me habían complicado y volver a dejar las llaves en la encimera.
—¿No te ibas? —me mira sorprendida ajena a mi debate interno.
Me dejo caer en el sofá intentando que mis ojos no se vuelvan a ir a sus esbeltas piernas.
—Me da miedo que acabes quemando la casa —miento.
—Young 1 Hernández 0 —grita eufórica y radiante levantando los brazos.
—Dime la verdad ¿No has bebido tanto y estas fingiendo no? —pregunto mirándola fijamente.
Deja caer la cabeza a un lado partiéndose de risa, con una mirada algo desenfocada. Si fingía lo hacía tremendamente bien.
—Me lo estaba pasando muy bien con Mateo tú me has sacado de allí.
—Se llama Marco y créeme que él tenía una intención muy clara de cómo acabar la noche —le aviso mientras cojo una chocolatina de su bol.
Era increíble como después de todo lo pasado podíamos estar allí como si nada.
—Cierro los ojos así y le pongo tu cara —imita el gesto levantando la cabeza —No sería la primera vez.
No puedo evitar reírme ante su nueva confesión, ojala fuera así las 24 horas del día.
—No conocía esta faceta graciosa tuya.
—Hay muchas que no conoces aún —avisa desenvolviendo otra chocolatina.
—¿Aún?
Me sonríe con malicia y deja el bol en la mesita, sentándose mucho mas cerca de mi de lo que me gustaría.
—Estate quieta —le advierto viendo su mirada de niña a punto de cometer una travesura.
Apoya la cabeza en su mano y me escanea con esos ojos azules que tanto me encantaban.
—¿Desde cuándo te gustan las aburridas estiradas con aire de superioridad? —pregunta sin ocultar su odio.
—No voy a hablar de ella contigo — zanjo mirando hacia adelante — Y es mucho más dulce de lo que te piensas.
Entre lo cerca que estaba y lo poco vestida que iba me estaba costando horrores mantener la concentración.
—¿Yo no soy dulce?
—No estamos hablando de ti.
En un movimiento rápido apoya su mano en mi nuca, provocándome un pequeño escalofrío mientras me acaricia con suavidad.
—¿Soy dulce o no Enzo? —pregunta acercándose a mi oído.
Sabía muy bien a que juego estaba jugando y también lo peligroso que era pero me resulta muy difícil apartarla de mi en aquel momento.
—Sinceramente no me acuerdo —le provoco dándome cuenta de lo extremadamente cerca que la tenía.
Sonríe, como si mi respuesta le hubiera confirmado todo lo que necesitaba saber.
—Quien sabe, siempre podemos ser amigos —me adelanto viendo claras sus intenciones.
Lo que en un momento le hubiera molestado ahora solo le provocaba otro pequeño ataque de risa. Definitivamente esa versión de Kate era de mis favoritas, a pesar de que en aquel momento eso jugara en mi contra.
La miro tan contenta y distraída, con esa sudadera que como todo le quedaba tan bien y las ganas de sentirla cerca de mí se agudizan.
Como si pudiera leerme la menta estira las piernas hacia el otro lado del sofá, apoyando su cabeza en mi regazo mientras su cabello negro caía por los lados. Pienso en quejarme pero era menos tentador tenerla allí que pegada a mi boca.
— Tú yo seremos muchas cosas pero amigos no —afirma rotunda.
Observo detenidamente su chata nariz, su lisa y delicada piel y esos carnosos y rosados labios. En todos esos años no había olvidado ni por un segundo ninguna de sus facciones, por mucho que lo hubiera intentado.
—¿Por qué?
—Porque me odias —explica sin abrir los ojos —. Y porque no suelo querer acostarme con mis amigos.
Soy yo quien se ríe ahora, dudando en si debo o no rebatirle la primera parte.
¿La odiaba por lo que me hizo? Sí pero allí estaba, dejando su cabeza apoyada en mis piernas y sin querer estar en ningún otro lugar del mundo.
Pienso en preguntarle el porqué de todo, que fue lo que le llevo a tomar la estúpida decisión de irse si lo que sentía por mí era real, estando en aquella situación puede que incluso recibiera una respuesta al fin por su parte pero no, digo en silencio porque ni siquiera yo estoy seguro de querer saber la verdad, de descubrir si había algo que justificara aquel comportamiento.
—¿Por qué te tatuaste mi nombre? —le cuestiono.
Sin duda esa era la segunda pregunta que mas ganas tenia de hacerle desde que lo descubrí.
Me mira esta vez algo asombrada sin perder su gesto divertido.
—Estaba borracha, triste y acababa de llegar a Londres. —se defiende.
—Podrías haberte tatuado cualquier cosa.
—¿Por qué se tatúa la gente un nombre? —lanza la pregunta al aire —. Porque no quiere olvidarlo nunca ¿no?
Suspiro con pesadez, cada nueva revelación suya era más confusa que la anterior.
—No sé que hacer contigo, de verdad te lo digo —confieso.
—¿Que te gustaría hacer Enzo? —pregunta con una inocencia que no sé si es real o fingida.
Recorro sus labios con mi pulgar sacándole una leve sonrisa de suficiencia.
—Hazlo entonces —reacciona y vuelve a incorporarse.
Esta vez no se lo piensa y se sienta a horcajadas encima de mi, acercando su cara a la mía haciendo que nuestras narices se rocen y que una zona muy concreta de mi anatomía decida despertarse.
—No creo que quieras que te bese justamente ahora —alego rezando para que decida alejarse por sí sola —. Teniendo en cuenta que probablemente mañana ni te acuerdes de esto.
—Ni con cuatro años y cien chupitos de tequila podría olvidar un beso tuyo —murmura con una voz especialmente sensual.
La miro y el brillo en ese profundo azul hacen que me de por vencido de una vez por todas.
—Mierda Katherine —gruño y pego su boca a la mía.
Su lengua se encuentra con la mía en un choque ansioso y brusco que hace que mi pulso pase de cero a cien en un segundo. El sabor de Kate, mucho mas dulce de lo que recordaba mezclado con motas de chocolate me obligan a admitir lo jodido que iba a estar a partir de aquel momento, porque ninguna otra boca podría igualarse a aquella.
Entrelazo mis dedos en su cabello levantándole un poco mas la cabeza, dándome un mejor acceso a su boca ralentizando el beso permitiéndome disfrutarla mucho mas. La necesitaba, necesitaba volver a besarla desde el segundo en que volví a verla en la discoteca y ahora que lo había hecho me costaría horrores no repetirlo.
Nos separamos y el calor que se genera entre ambos pasa a ser asfixiante. Pega su frente a la mía y me permito disfrutar unos segundos mas de su cercanía.
—Kate no podemos —la freno mirandole de nuevo a los ojos con el corazón desbocado.
Pone una mueca de desacuerdo dejando caer levemente la cabeza hacia atrás, ofreciéndome una vista de su cuello haciendo que luche internamente por no besarlo.
—Me has dado muy poco —reclama enfurruñada volviendo de nuevo a su sitio.
—Y tú me has jodido pero bien —rebato frotándome los ojos frustrado.
No había mujer en la faz de la tierra que pudiera sacarme de mis casillas como ella. No puedo ignorar el enorme sentimiento de culpa que empieza a crecer en mi interior. Yo no ponía los cuernos, no engañaba a mis parejas y no tendría cara alguna al día siguiente para mirar a Ángela después de aquello.
—Enzo, chocolate y tequila, definitivamente mi nuevo sabor favorito —murmura otra vez en su mundo y aún así logra sacarme otra sonrisa.
Apoya la cabeza en mi hombro, al parecer empezaba a caer rendida, me mantengo quieto, poco podía hacer que empeorara aquella situación.
En ese momento el odio y el rencor habían pasado a un segundo plano y ese fuego que solo ella sabía a revivir era lo único que quedaba.
—Buenas noches Katherine —farfullo recostandome un poco mas en el sofá recibiendo su calor como un bálsamo.
Gruñe algo ininteligible rodeando mi brazo con sus manos, como si intentará que no pudiera escaparme todavía de su lado.
Me siento confuso y bloqueado por todo el torrente de sentimientos que habían salido de pronto para arrollarme. Estaba claro que no la había olvidado, ni por asomo y ahora no sabía qué cojones iba a hacer con mi vida que parecía hecha un auténtico caos con nombre y apellidos. Y un sabor jodidamente adictivo.
Editado: 29.10.2024