Llevaba dos horas mirando vuelos en el portátil cuando decido darme por vencida. Cierro con un fuerte golpe y lo empujo a un lado del sofá. El problema no era el horario, los asientos o el itinerario, vuelos a Londres habían cientos al día, la cuestión era que yo no estabas segura de querer volver allí.
Tras varios días de pensarlo y debatirlo con Tyler habíamos llegado a la conclusión de que era la única opción que me quedaba. Él ya me había informado que se quedaría un tiempo en España, sobre todo para arrancar su pequeño proyecto con Lila y controlar que todo saliera bien. No se lo podía reprochar, era lo mínimo teniendo en cuenta la ilusión que le hacía y el dinero que estaban poniendo sus padres. Con todo, a mi solo me quedaba la alternativa de volver sola a Londres, quedarme allí esperándolo y no volverme loca durante el tiempo que tardara en regresar.
Lila no había dado señales de vida lo que me hacía ver que no tenía intención de retomar el contacto ni hacer las paces. En cuanto a Enzo, ya me sentía bastante culpable e iditoa con mi comportamiento como para poder volver a mirarlo a la cara.
Eso sí, el recuerdo de aquella noche, algo borroso y a trozos, era algo que me guardaría para mi y reproduciría en mi cabeza cada noche de cada día durante mucho tiempo.
Estoy a punto de dejarme llevar de nuevo por ese momento cuando el timbre me devuelve a mi realidad. Suspiro molesta, era la quinta vez desde que nos habíamos ido a vivir allí que Tyler se olvidaba las llaves. Era increíble como un apartamento que le costaba un dineral al mes podía importarle tan poco.
Tras lo ocurrido no había puesto muchas mas pegas en la búsqueda de una casa temporal para ambos, mas que nada porque sabía que tarde o temprano volvería y aquel lugar sería la residencia de mi amigo, no la mía. Eso sí, a pesar del lujo, el suelo de azulejo de primera, los acabados preciosos y los muebles de diseño el piso era acogedor y de un tamaño normal, sin exageraciones ni tanta ostentación como el del señorito Colloricchio.
El timbre vuelve a sonar y me levanto malhumorada, no tenía sentido que hubiera salido si pensaba permanecer fuera tan solo media hora, que era aproximadamente lo que calculaba que llevaba fuera.
Abro la puerta preparando las palabras para mi bronca cuando me quedo paralizada frente a un Enzo con un gesto serio y un atuendo muy elegante.
—¿Como has descubierto esta dirección? —es lo primero que sale por mi boca.
—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunta con una expresión que no logro descifrar.
Da un paso hacia adelante sin dejar de encararme y enmudezco de la impresión.
—¿Por qué no me lo dijiste Katherine? —repite mas nervioso — ¿Por qué narices no acudiste a mí?
Tardo unos segundos en entender perfectamente a que se refiere pero sigo en absoluto silencio.
Siento como si todo el peso del mundo cayera sobre mi en ese momento. No era capaz de reaccionar ni sabía como hacerlo así que mi cuerpo toma la decisión sacar toda esa frustración en modo de pequeñas lágrimas que caen por mi patéticos ojos.
—Si pudiera volver atrás lo haría—suelto al fin con la voz quebrada.
—¿Sabes como me sentí? ¿Sabes lo mucho que he intentado odiarte todos estos años? —exclama enfadado.
—¿Y te ha funcionado? —le cuestiono preparada para cualquier respuesta.
—Vamos a comprobarlo.
No tengo tiempo de reaccionar antes de que pegue su boca a la mía empujándome bruscamente hacía atrás. Agarro su cara rodeando su cuello con mis brazos con fuerza y determinación. Oigo como la puerta se cierra tras nosotros pero solo puedo concentrarme en saborear cada rincón de su boca, que tanto echaba en falta y que apenas había podido probar semanas atrás.
Sus manos se deslizan por mi cuello, hundiéndose en mi cabello que agarra con fuerza tirando mas de mi. El calor quema mi piel y juego con su dulce lengua que recuerda perfectamente como recorrer cada rincón mi boca. Llegamos hasta el sofá y se deja caer agarrando mis manos para volver a pegarme a él. Me siento a horcajadas encima suya y acaricio su pómulo deleitándome con esos ojos grises que al fin vuelven a mirarme con deseo, fuego y necesidad.
—Creo que ya has podido comprobar algo ¿no? —le provoco sentandome estratégicamente encima de un leve bulto que mi fino pantalón de pijama detecta sin problemas.
Sonríe ampliamente, con picardía y decido que aquella imagen sube directamente a mi top 3 de sonrisas favoritas que me dedica Enzo Colloricchio.
—Me gusta ser concienzudo —susurra recorriendo mi cuello con la boca.
Baja los tirantes de mi camiseta dejando mi sujetador a la vista, haciendo que ya empiece a sentirme mojada como hacía tiempo. Desabrocha con agilidad mi sujetador agarrando cada uno de mis pechos llevandose uno de ellos a la boca. Suelto un largo y ansioso gemido permitiendome disfrutar al fin de aquello.
—No sabes lo mucho que he echado de menos ese sonido Kate —farfulla dandole especial atención a mi endurecido pezón.
Necesitaba aquello mucho mas de lo que era capaz de expresar y no puedo controlar mis caderas que empiezan a moverse en círculo exigiendo sentir esa ya muy abultada erección dentro de mí
—Te noto ansiosa —murmura lamiendo con delicadeza el pecho que le quedaba.
—Te necesito
—Yo llevo cuatro años necesitando Katherine —responde y pega un leve mordisco a mi pezón haciendo que me retuerza entera —Necesitando tu cuerpo, tu sabor y cada uno de los miles de sonidos que puedo sacarte.
Sin dejar de prestarle atención a mi pecho baja su mano hasta la goma de mi pantalón, desliza sus manos por debajo de mi ropa interior y siento como si fuera a explotar cuando roza lentamente mi húmedo clítoris.
—SIempre tan mojada para mí —susurra complacido abriendose paso todavía mas en mi interior.
El cúmulo de sensaciones es apubullante cuando empieza a cariciar mi sexo a la vez que mordisquea mi pezón en un ritmo similar.
Editado: 08.09.2025