Nuestro amor es eterno

Prólogo

2010

Los Ángeles, California

Lilith

—¡Sander! —sigo gritando mientras corro detrás de él—. ¡Eres un tramposo!

Siempre hace lo mismo.

Estoy harta de él, nunca podemos jugar bien. No entendía cómo es que lo hacía, pensé que era un mago o algo así, solo parpadeaba un segundo y ya me había encontrado.

Solemos jugar casi siempre a las escondidas, pero apenas empezando el juego me encuentra y hoy descubrí que el muy tramposo nunca cierra bien los ojos.

En verdad creí que era un mago.

—¡Sander! —me detengo a recoger la espada de goma que usare para golpearlo.

Lo veo escondido entre los arbolitos que hay en el jardín. Me acerco con cuidado, sin hacer ruido para que no me descubra.

—¡Te encontré!

—¡Ahhh! —sale corriendo...de nuevo.

¿Qué le pasa? casi me deja sorda el muy tonto. Alcanzó a tomarlo del brazo para golpearlo con mi espadita.

—¡Déjame! ¡Ya déjame! —empieza a jalar mi espada para quitármela.

No sé cómo pasó, pero tropezamos. Cayendo, ensuciándonos de lodo y tierra.

—Eres un tonto, me he ensuciado mi vestido —trato de limpiar las manchas, pero solo las embarró más.

—¿Yo soy el tonto? —me voltea a ver—. Tú me empezaste a golpear con esa arma peligrosa. Además, se ve mejor con lodo que con esas fresas que tiene por todos lados.

Ups, creo que está enojado.

—Pero si sólo es una espadita, y son cerezas no fresas.

Sé queda mirando mi pierna como si fuera lo más horrible del mundo, sé que tal vez mis piernas no son tan bonitas, pero no es para que se ponga blanco como un fantasma.

—Estás sangrando.

—¿Qué?—miro mi rodilla que está llena de sangre. Oh, por eso la miraba, no porque fuera fea.

—¿¡Te duele!? ¿¡Puedes caminar!? —se tapa la cara con las manos—. ¿¡Quieres que llame a mi mamá!?

—Estoy bien, tranquilo —me acerco a él cuando noto que empieza a llorar.

Sé que no le gusta la sangre, se pone demasiado mal cuando la ve. La última vez que la vio fue cuando estábamos robando sandia de la cocina y se corto con el cuchillo. Casi se desmaya, él decía que se quedaría sin dedo.

—Perdóname, fue mi culpa habernos caído.

Pone su mano en mi pierna lastimada, sobando mi raspón.

—Estoy bien, casi no me duele —le sonrió y tomo su mano para que no llore más.

—¿En serio?

—Sí, no te preocu...

—¡¡Lilith!!

Me levanto de inmediato del césped cuando escucho a mami llamarme, Sander se queda quieto y jalo de su mano para que reaccione.

—Lilith, te he estado gritando desde hace rato y no haces caso —dice enojada, mirándome solo a mí.

De repente su mirada se desvía a Sander, haciendo que se enoje mucho más.

—¿Qué haces con él? —lo mira con asco—. Te he dicho que no me gusta que estes con este niño.

¿Por qué lo mira así? Sander no da asco.

Mami me ha dicho muchas veces que no me acerque a él. No entiendo muy bien porque, ella dice que no estamos al mismo nivel, que tengo que tratar a Sander cómo lo que es; un muerto de hambre, inferior a mí.

—Solo estábamos jugando —le contesto, bajando la mirada a mis zapatos.

—No me importa lo que estén o no haciendo. Solo no te acerques a él ¿Me entiendes?

—Si.

Miro a Sander que sigue tirado en el césped, con la mirada perdida. Parece triste, es como si todo lo que ha dicho mami lo lastimara.

—Sube a bañarte y cámbiate de ropa, que estas asquerosa —dice señalándome con el dedo—. Dile a Carolina que te cure la pierna.

Sigo mirándolo de reojo. No entiendo como mami puede hablar así de él, como si no estuviera aquí.

—Y tú, ¿¡Qué esperas para largarte!?

Sander reacciona al escuchar el grito, levantándose y entrando a la casa sin decir nada.

֎֍֎

—¿Te duele? —me pregunta Caro, pasando un algodón por mi pierna con cuidado.

—Poquito.

La verdad es que me duele mucho, y más cuando me pone el líquido de la botella transparente. No se lo digo porque no quiero que se preocupe, aunque sienta que se me va a caer la pierna.

—Caro... ¿Te puedo hacer una pregunta?

—Por supuesto, mi niña —contesta, mientras sigue curando mi herida.

—¿Por qué a mami le cae mal, Sander?

Levanta la vista poniendo toda su atención en mí.

—No le cae mal —se sienta a mi lado dejando todo lo que estaba haciendo.

—Claro que sí. Nunca me deja estar con él.

Caro se levanta del sofá empezando a guardar las cosas con las que me estaba curando. Se acerco a la puerta, pero antes de irse se volteo y me miro de una manera distinta a como siempre lo hacía. No de una manera mala, más bien fue como si quisiera decirme algo, pero no pudiera.

—Después hablamos, mi niña —me sonríe—. Tengo que seguir trabajando.

—Está bien.

Después de que se fue, aproveche para ir a buscar a Sander. Sé que mami me regañara si se da cuenta que estoy de nuevo con él, pero en serio me gusta mucho cuando estamos los dos juntos. Es de las pocas personas que me hace caso de verdad y creo que a él también le gusta estar conmigo.

No es como si no tuviera más amigos, porque los tengo, pero él es especial. No es un simple amigo, es mi mejor amigo.

Camino por el largo pasillo hasta llegar a las escaleras, cuando ya estoy en el piso de abajo me dirijo a la parte trasera del patio, ahí es donde casi siempre está, pero no lo veo por ningún lado.

—Sander, ¿Me escuchas? —le pregunto a través del walkie-talkie de princesas que usamos para poder hablar.

—Sí, te escucho rosita fresita —volteo lo ojos cuando escucho el tonto apodo que me puso.

—Te dije que no me llames así.

—Como digas...rosita fresita —escucho como se ríe—. ¿Paso algo?

—¿Recuerdas cuando dijiste que querías nadar en la piscina, pero que no querías que mi mami te viera?




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