0.2 Introducción

Tras varios minutos de luchar con mi propia mente, pude poner en práctica las sosas técnicas relajantes con las que conseguí la calma y recliné la cabeza en el borde del banco, cerré los ojos apenas un momento.

Desperté gracias al zumbido de algunos fastidiosos mosquitos en mi cara, no siendo muy consciente me di un fuerte manotazo sobre la mejilla e inmediatamente tomé postura, sin lugar a dudas se había hecho bastante noche, las débiles luces de los faroles solares eran acordonados con polillas danzantes, que, junto al canto de grillos se volvían misteriosos, el viento nocturno me revolvió el cabello sobre los ojos y bostecé dos veces dirigiendo la vista a la casita solitaria.

Mis pies se enderezaron porque no tenía planeado permanecer toda la noche ahí, lento entrelacé los brazos apretando fuerte las suaves mangas del abrigo y aunque me dolía un poco la cabeza, la burbujeante angustia había disminuido casi al sesenta por ciento, quedando todavía un destacable porcentaje debido al miedo de estar sola en un sitio escalofriante, decidí iniciar la retirada a través de la misma ruta. Sabía que aquella carretera carecía de buena iluminación y los casuales vehículos que transitaban de noche se guiaban con luz propia, además el paso nocturno a pie no era común.

Llevaba el miedo a flor de piel, cada vez que un auto se acercaba las piernas me temblaban, en especial cuando sonaban el claxon yendo a alta velocidad, treinta minutos era el tiempo aproximado que demoraría en llegar al punto urbano más cercano, The Cedars, no obstante, el pensar volver a casa tampoco sonaba confortante, dentro de esas paredes me aguardaba otra discusión.

De repente una idea loca surgió, ¿y si no lo hacía? Rápido detuve el andar, a lo mejor podía pedir el teléfono prestado en algún establecimiento y llamar al St. Magdalena para que enviaran a un conductor por mí, regresar no parecía tan mala opción, si lo analizaba mejor, dentro del centro los días se tornaban pasivos y despreocupados, los únicos momentos incómodos eran las horas de comida o la terapia grupal, el resto del tiempo se consumía veloz realizando cualquier tarea que beneficiara mi equilibrio mental, yo disfrutaba mucho dibujar pese a que dicha actividad solía ser muy criticada por mi padre; pero también pensaba que al no querer enfrentar la realidad, quienes me apoyaron de sobre manera se decepcionarían, entre ellos mi ex novio Adán, tía Wanda, incluso Paris y Jesse que habían llegado a pasar tiempo con nosotros. Otra vez empecé a divagar, otra vez comencé a pensar solo en la opinión de otros, aun así, la variable continuaba siendo ¿Y si tenían razón? ¿Decepcionarlos o decepcionarme fingiendo estar mejor?

Maldije en silenció y mordí bastante fuerte mi labio inferior ante tan grande incertidumbre.

Resoplé a la fría noche y como si me lo hubiese devuelto, varios gritos femeninos se colaron en mi oído, provenían de un carro que se acercaba despacio por atrás.

"¿Tonya! ¿Tonya! ¿Tonya!" Repetían

Al otro lado de la ventana del piloto vi asomarse a una mujer rubia de sonrisa ilusionada, misma que no tuvo vergüenza en alumbrar directo a mi rostro, el resplandor fue tan molesto que debí elevar la mano para cubrirme la vista, manteniendo los ojos entrecerrados fui testigo de como se removió con ansias de visualizarme mejor, mí temeroso cerebro se sintió confundido y por el simple hecho de no saber lo que sucedía, la sangre se me enfrió, en cuestión de microsegundos tuve pensamientos fatalistas donde imaginé que sacaría un arma para dispararme, me secuestraría o atropellaría, hubiese huido a toda velocidad de no ser por el temor desmedido que paralizó mis extremidades inferiores, la incertidumbre aumentó cuando volvió a decir: "¿Tonya?" Con un eje de voz más curioso.

-No -susurré perpleja mientras sacudía la cabeza, bajé el brazo permitiéndole apreciarme sin restricciones y presencié su gesto emocionado decaer al no encontrar en mi lo que buscaba, a la vez también obtuve una sorpresa tras descubrir que el vehículo poseía el emblema de una industria petrolera, esa peculiaridad me indicó que el peligro no era total

-Oh... -gimió decepcionada. Muy lento curvó hacía abajo su mirada y minimizó las fuertes luces que dejaron de ofenderme, sus expresiones no dibujaron más que tristeza, inclinó tanto la cabeza que creí se echaría a llorar encima del volante, hubo discretos lamentos y con arrebato se despojó de una prenda blanca para luego arrojarla a un lado, parecía ser algún tipo de bata, lucía confundida, yo retrocedí algunos pasos.

-Lo lamento -Suspiró, obsequiándome una torcida sonrisa desanimada -Creí que... -pausó para suspirar resignada -Eras otra persona

-No... -me limité a repetir nerviosa

Lo más pronto posible intenté continuar mi ritmo, alcancé a caminar apenas casi dos metros y volvió a pasar otro auto sonando su bocina de modo exagerado, aquel ruido me asustó tanto que reactivó mi estado de alerta, di un breve salto llevándome la mano al pecho.

-¡Ah, demonios! -bramé

Por si todavía no bastará, la chica volvió a acercarse.

-Hola -dijo, llegó a mi costado, por primera vez la vi más de cerca

-Hola -contesté estremecida. Ella tenía los ojos rojos, con notables lágrimas rezagadas

-¿Adónde te diriges? Creo que...Tal vez... podría llevarte, voy hacia Queen's

-Eh -parpadeé varias veces moviendo las cejas, solía tener tal reacción siempre que debía responder si o no, aquella persona aparentaba distintiva madurez, examiné su bata blanca en el copiloto y la insignia del carro, no sabía que podía ser peor

-Está bien... entiendo -agregó apenada, colocó la mano sobre la palanca

-No, no, digo... si -exhalé rápido -Perdón, no quisiera ser una molestia, yo vivo cerca del estanque de Osborne...

-Descuida -contestó estirándose desde adentro para abrir la puerta del copiloto -Sube

Me ajusté el cinturón cuando el auto empezó a andar y tuve un nuevo sobresalto en el momento que colocó el pasador automático, la miré y me miró, sonrió y lo quitó.