Nuestro Estado Natural

2.2 Todos los caminos llevan al mismo lugar

—Ahorita Jesse intenta sacarle la verdad de donde lo escondió —Llegó Paris apurado, ver mi rostro colorado le incitó reír socarrón —¿Qué ocurre, Debb?

—Nada. —Me limpié los pómulos — Iré a discutir —añadí tosca, mis primos siempre decían lo que pensaban, así que el diez minutos menor, empezó a pisarme los talones.

—¿Es ese tipejo no? Todavía sueño con romperle la nariz, solo viene a joderte, aggg —Levantó el puño —Es una rata

—No le digas así

—¿No? Pues me vale, no lo soporto, ya deberías olvidarlo

—Paris, te lo ruego, no quiero hablar de él

El sentimiento de repudio entre los chicos y Adán era mutuo, en algún momento el pelirrojo no se mordió la lengua para decirles que eran unos pubertos viciosos e irresponsables, les deseó la cárcel o al menos que se regresaran pronto a Stratford, opinaba que Gary no aprendería nada bueno de los ellos, hecho que resultaba demasiado hilarante, pues el par de universitarios ayudaba a controlar la hiperactividad del niño, falta aclarar que aunque Gary se mostrara así no significaba que tuviera TDAH, ni que se tratará de un chiquillo constantemente malcriado, rebelde o peleonero, además solía ir a terapia "obligatoria" junto a papá, consultas que no servían de mucho.

El altercado nació un día previo a la navidad, antes de que mamá volviera a desaparecer de nuestras vidas, al medio día invitó a mi ex novio a un almuerzo y en el transcurso se dio una contienda presagiada, el simple motivo era que sus sangres nunca habían congeniado, Adán empezó a hablar mal de los alumnos de Cambridge, lo hizo con toda intención de provocar a los chicos, no falta confirmar que lo logró, en especial a Jesse, el más pleitisto, el adolescente lo insultó sin usar indirectas y Adán lució satisfecho, le respondió recalcando que ellos jamás serían como Wanda Doyle, una gran mujer avergonzada de sus hijos drogadictos, en cierta forma decía la verdad y las personas cercanas a mi familia lo sabían. Paris se entrometió para advertirle que si volvía a mencionar a Wanda le quebraría la nariz.

Entré a la habitación de Gary, estaba acostado en su cama y Jess lo amenazaba, el muchachito terco juraba no recordar donde lo había dejado, una vil mentira, ya había pasado antes, lo escondía para el día siguiente amanecer ojeroso y sin ganas de ir a estudiar.

—¡Ya dámelo, escuincle, o no iremos al campo de paintball el sábado! —sentenció Jess enojado con las manos sobre la cintura. Esa había sido una promesa aceptada luego de tantas súplicas, por primera vez jugaría ese deporte que le llamaba tanto la atención

—¡Ya te dije que no sé! —le gritó

Solía odiar tanto sus momentos de necedad, me frustraban y sacaban rápido de quicio porque a los veintidós años yo, a constante ausencia de nuestros padres, me esmeraba por ser una figura de autoridad, algo que se tornaba complicado, sobre todo las, aunque pocas, ocasiones que Fiona llegaba a descomponerlo dándole secuenciales regalos que le impidieran anidar algún tipo de resentimiento, le compraba todo lo que quería y permitía cualquiera berrinche, en cuando a papá, la persona responsable de cuidarlo, había dejado de prestarle atención, sobre todo desde que los gemelos vivían con nosotros y ni hablar de las niñeras de planta buenas para nada que se contrataron, la única rescatable era Juliette. Me acerqué a tirar con violencia de la sabana que lo cubría y lo jaloneé ordenándole ponerse en pie e ir por el celular.

—¡Si no entregas esa babosada ahora mismo te prometo que lo buscaré hasta debajo de las piedras, lo encontraré y nunca te lo daré otra vez, sabes que lo cumplo!

—¡No puedes hacer eso, mamá me lo dio!

Si, se lo renovó antes de regresar a atender sus prioridades, así su hijo no se quedaría llorando.

—¡Mira mocoso, no te lo repetiré, me entregas el celular o vas a ver! —dije furiosa. —¡Levántate!

—¡No, tú no eres mamá y ustedes tampoco son papá! —vocifero enfadado y salió corriendo del cuarto

—Eres un malcriado, mal agradecido —rezongué yendo por él, iba en dirección al cuarto de Anil, logré atraparlo del hombro antes de que entrara

—¡Suéltame! ¡Suéltame! ¡Suéltame! —demandó removiéndose desesperado, consiguió liberarse y abrió la puerta, la cerró con un gran azote, escuché que le colocó llave desde adentro

—Abre Gary —forcejeé la manecilla. Los gritos seguro despertarían a papá, Paris se asomó a lo lejos, dijo que iría por las llaves y logramos entrar, mi hermano se había escondido debajo de la cobija de nuestro padre dormido, que más bien parecía un muerto. 

Lo saqué de ahí entre reclamos, era indignante que se diera semejante desorden por un estúpido celular. Los berraqueos del niño lograron que Anil si recobrara la razón, atarantado por las pastillas.

—¿Qué está pasando? —preguntó con los ojos medio cerrados —¿Qué hacen aquí?

—¡Papá, Deborah va a golpearme! —acusó

—¡No es cierto, solo quiero que me des el maldito celular, es por tu bien diablillo del infierno!

Volvió a zangolotearse e intentó darme una patada en la rodilla, en el acto se soltó para adherirse a papá como un chicle, lo apretó suplicándo quedarse con él.

—¡Eres un... —bramé con intención de zarandearlo otra vez, no esperaba que Anil lo defendiera

—¡Déjalo! —exclamó enfadado —Que se quede

—¡No, ha hecho un terrible drama por el teléfono, lo que pretende es desvelarse jugando, irá por el después o aquí usará el tuyo!

—Imposible, tiene huella

Al menos supe que no se saldría con la suya, le propiné una mirada filosa

—¿Pa? ¿Te cuento algo? —repuse vengativa —A Juliette la maestra le dijo que Gary en dos ocasiones no ha entrado a clases de matemáticas

—¡Es que me dolía el estómago! —justificó frustrado

—¡No digas mentiras! También debes saber que en química...

—¡Ya, de acuerdo!  ¡Lo puse debajo de mi colchón! —confesó a punto de llorar enojado —Ahora lárgate que tengo sueño y dormiré con papá



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En el texto hay: ciencia, depresion, drama

Editado: 27.10.2021

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