Nuestro Estado Natural

5.1 Una galleta de obsequio

Canción: Angel of small Death — Hozier

El anciano doctor Ernest Farmiga, se acomodó el estetoscopio al rededor del cuello y curvó sus blancas cejas sospechosamente, acababa de realizar un chequeo general a mi padre, decidí llamarlo porque el episodio no podía solo ignorarse, desde luego que el necio hombre no quería que nadie pisara sus mohosos aposentos, mucho menos un médico al que ya conocía.

—Todo parece estar funcionando con normalidad, escucha lo que digo, solo "parece"

—¡Lo ves! —recalcó el cascarrabias —Eres bueno, querido Ernest, ahora largo los dos

—Oh, no, no significa que esto deba terminar aquí, significa que necesitas ir al hospital —aclaró quitándose los guantes azules —Allá te evaluarán a detalle, lo sucedido según Debbie son síntomas delicados, la cuestión es que. —Alzó su ceja cliqueando con los dientes —Yo no soy neurólogo

—¿Neurólogo? —Preocupada, mordí mi uña del dedo pulgar —¿Podría ser un problema cerebral grave?

—Ay, hija, —suspiró analizando el rostro fruncido de Anil en su cama —Esta es mi opinión médica, soy bastante sincero por el bienestar de todos, deben descartar o tratar afecciones neurológicas cuanto antes, no hablamos de una gripe o un calambre, tu lo sabes.

Claro, fue maestro mío en el instituto, asentí resignada y usó la libreta para escribir

—Ten. —Arrancó el trozo de papel —Cuando vayan al St. Mary's pidan pasar con el doctor Sanders Miller, es el mejor neurólogo de la ciudad. También recomiendo que Anil no beba café, sodas, energizantes o cualquier sustancia excitante, incluso los somníferos, no son recetados, pero que los abandone de forma gradual

—Entendido —acaté seria

Papá torció los ojos y tomé todos los blísteres de la mesa, podría jurar que mordió su propia lengua reprimiendo las ganas por protestar, había otros bajo la cama y estornudé al instante de inclinar la cabeza a ras del piso

—¡Dios santo! —Me tapé la nariz —¡Papá, aquí hace falta una limpieza industrial! ¡Es el nuevo Sahara!

—¿Sí? ¡Bueno, yo limpiaré, yo lo haré, ni siquiera pienses entrometerte!

Ahí estaba, igual que siempre, marcando territorio a través de frases gruñonas.

—Aja, como quieras. —Le dejé una única pastilla encima de la rodilla —De ahora en adelante seré la encargada y tienes prohibido quejarte

—Ah, algo más —recordó Mr. Farmiga, tomó el poquitín para marcharse —Sería buena idea que realizaras un poco de ejercicio físico, estas pasado de peso, eso te hará bien y díganle a Sanders que yo los envié, así los aceptará sin renegar

—Por supuesto, agradezco mucho que haya venido, maestro —repuse. Le alcancé su delgado bastón —Lamento haber enviado el mail tan temprano, pensé que se hallaba dormido

—No te preocupes hija, la palabra "Dormir" no existe en el vocabulario del medico, uhm, pero si la palabra panqueques —exclamó saboreándose ansioso —Iré a desayunar

—Gracias, Ernest, pasa un agradable día —refutó papá, la extrañísima y amable oración nos sorprendió a ambos y al observarlo decidió esconderse bajo su sabana.

Acompañé al doctor hasta la salida.

"Nada de lo que sucede se olvida jamás, aunque no lo puedas recordar" Que ironía aquella famosa frase de El viaje de Chihiro, su trasfondo abrazó mi latente angustia con una energía amigable, yo siempre había sido la reina del palacio "Ideas fatalistas" Sin embargo, ignoré por completo la ocasión que Anil no logró recordar el nombre de la empresa para la que trabajó durante treinta años o esas veces que Gary debió caminar solito a casa, por desgracia, desde mi experiencia cubriendo horas sociales que me permitieran obtener el diploma de enfermería, conocía los primeros síntomas de alerta ante la demencia.

Liberé un profundo respiro y deslicé el cuchillo a la mitad del tomate, coloqué varios trozos de lechuga antes de cerrar el pan, justo mi hermano apareció listo para iniciar el día, saludó y se plantó esperando el desayuno, su pequeño rostro limpio de pecas y lunares destellaba emoción, apretó entusiasmado el labio inferior frente al emparedado que le coloqué

—¿A ti que te sucede, niño? —cuestioné curiosa, no era normal verlo feliz un lunes, tenía matemáticas a primera hora. Bajé el frasco de sertralina de la alacena y accidentalmente más de la cuenta cayeron a mi mano, las contemplé silenciosa experimentando una dolorosa regresión: bebí dos, cuatro, ocho, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta... Mi cerebro se sometió a una presión inhumana.

—Así que hoy inicia el reclutamiento de la pista comando —relató

—¿Reclutamiento? —añadí resistente, ingerí la única píldora recetada —Vaya que militar

—Si, y si supero todos los obstáculos, seré representante de nuevo, esta vez si competiré contra las demás escuelas de Epping

—El sarampión ya no te detendrá

—Solo puedo tenerlo una vez en la vida... ¿cierto?

—Esperemos que si

—Manuel es un tonto, perdió el año pasado, si yo no hubiera estado del color de este tomate —quitó la rodaja del sándwich y la puso afuera —La medalla adornaría mi habitación

—¡Oye! —reprendí tomando una servilleta del comedor —¡Comételo!

Sacó su lengua, asqueado

—No me gusta, tampoco la lechuga

—Gary, si no comes verduras de lo único que serás representante es de los niños anímicos, obedece

—Aaahg, ¿cuando compraras cereal?

—Hoy traeré. —Contesté desde el otro lado, preparaba una ensalada caprese para el almuerzo, pero regresé porque escuché a Hannah ladrar, entendí lo que pasaba, el chiquillo estaba dándole los pepinillos

—Cállate, Hannah, por favor, cállate —le pedía apresurado

—¡¿Que estas haciendo?!

La perra salió corriendo espantada

—¡Te dije que no me gustan!

—¡Carajo, contigo! —bramé. Del refrigerador agarré una barra nutricional, la abrí cuidadosa sentada frente a Gary —Voy a darte una lección, hoy no llevarás dinero

—¿Qué! —repuso asustado —El dinero lo da papá, no tu, voy acusarte



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En el texto hay: ciencia, depresion, drama

Editado: 27.10.2021

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